Texto de Cristobal Aninat y Gregory Elacqua.

Educación 2020 ha obtenido mucha publicidad y movilizado gente, por su
estilo frontal de criticar la situación actual de la educación chilena.
Utilizando frases como “esta situación no da para más”, “la emergencia
educacional”, y un spot que fue censurado la semana pasada, da a
entender que los alumnos de la educación chilena caminan hacia la horca.

Su diagnóstico, sin embargo, descontextualiza la situación y desconoce
los significativos avances de los últimos 20 años. No obtener hoy los
resultados que quisiéramos no implica necesariamente que las cosas se
estén haciendo mal o estemos en crisis.

La experiencia muestra que la secuencia de reformas de los países
exitosos tiene tres componentes: i) modernizar los insumos y procesos de
las escuelas; ii) perfeccionar el diseño institucional, y iii)
incrementar las capacidades de profesores y directivos. Chile ha tomado
este rumbo desde el 90 hasta hoy, mostrando avances significativos en
modernización y cobertura. La LGE y la Ley de Aseguramiento de Calidad
van en el camino correcto en el perfeccionamiento del diseño
institucional. La Evaluación Docente, acreditación de carreras de
Pedagogía y, eventualmente, la prueba INICIA, apuntan al fortalecimiento
de capacidades del magisterio.

El foco de la política educacional de los 90 fue incrementar la
inversión en modernizar el sistema, masificando la educación en todos
los niveles, mejorando la calidad de edificios y bibliotecas,
incrementando la cobertura de internet (66% de los alumnos municipales
accede a la red), proveyendo textos gratuitos, mejorando y aumentando la
alimentación, creciendo el número de los establecimientos con jornada
completa (en más de 75%) e incrementando los salarios de los profesores
en un 156% real, lo que ha atraído mejores profesionales (las
postulaciones a las escuelas de Pedagogía aumentaron en 39%, y los
puntajes promedios de PAA, 16%.)

Al evaluar nuestras políticas es fundamental considerar además que las
inversiones relacionadas con jornada escolar completa, internet y
alimentación escolar, entre otras, no tienen efectos directos de corto
plazo en los resultados, pero son fundamentales para mejorar el nivel de
desarrollo humano de nuestros alumnos más pobres.

Para contribuir efectivamente al desarrollo de nuestro sistema
educacional es preciso partir de un diagnóstico adecuado. Las políticas
públicas para solucionar una crisis no son las mismas que las necesarias
para continuar un proceso incremental de reformas que, según los
resultados obtenidos, va en la dirección correcta.