ebooks

 

El sábado recién pasado me propuse leer algún artículo llamativo para discutir y plantear en este mismo blog que nos convoca hoy (y ojala, siempre!). En mi búsqueda por encontrar algún tema de interés, me topé con una noticia en www.latercera.cl sobre la lectura digital y su masificación tanto en Chile como en el mundo. Realicé la lectura misma del artículo desde la pantalla del computador. La letra era de tamaño mediano y el escrito del largo suficiente para que mis ojos lo toleraran por un par de minutos. Así que deje atrás mi aversión por leer desde el PC, apague mi impresora y lo leí. Me encontré con datos interesantes, como el proyecto de la Universidad de Valparaíso por importar una decena de dispositivos para la lectura de e-books – un tipo de libro con formato digital más portable y barato que un libro de papel – para el uso de académicos y estudiantes de dicho plantel. Me detuve un poco en ese párrafo que me llamó la atención, pero mis ojos ya comenzaban a enfadarse. Debo confesar que al resto del artículo sólo lo escaneé, tratando de sacar datos de manera superficial. Luego me dirigí a otro sitio recomendado por otro de los colaboradores de este espacio, en el cual se plantea el efecto en nuestros cerebros al leer libros digitales. Comencé a leerlo, pero ya en la cuarta o quinta línea sucumbí a mi origen. No soy una nativa digital así que tengo todo el derecho a sacar una copia en papel y leer como en los viejos tiempos.

El impacto que ha tenido la digitalización de la lectura se mide básicamente en cifras, pero la influencia de los e-book sobre los procesos que se generan en nuestro equipamiento cognitivo no se puede medir en porcentajes. En estos casos, más bien, volcamos nuestras lupas a la inspección del cerebro. ¿Qué pasa en nuestras cabezas cuando leemos en un formato nuevo y ajeno a lo que estábamos acostumbrados antes? Existen estudios que identifican cierta vía ventral especializada en la lectura de palabras localizada en el giro fusiforme izquierdo (véase los trabajos de Dehaene al respecto). Sin embargo, existe otra zona que entra en acción al procesar formatos alterados o no convencionales de lectura – letras alteradas, prosa poco común, etc. – situada en zonas más dorsales. Es este punto que John Lehrer toma prestado y se atreve a hipotetizar en su articulo Reading, E-books, and the Brain que la nueva revolución de los libros virtuales tendrá efectos concretos en el uso de esta vía dorsal al momento de enfrentarnos a un nuevo formato de lectura. ¿Tendremos que ocupar todos nuestros recursos atencionales posibles al momento de enfrentar un libro en pantalla? Mi humilde opinión es que, al menos, aquellos especimenes humanos que alcanzan un nivel de automatización en el procesamiento de las palabras escritas, no tendrían problemas al momento de procesar estas mismas formas literales en otra modalidad, dado que estas formas son las mismas en un nivel general. La carga cognitiva tendría que darse, más bien, al momento de procesar las palabras en su contexto. No existe consciencia aún del efecto en la cognición corporeizada y situada involucrada al momento de tomar un libro de papel con palabras impresas en tinta y la diferencia al tomar una pantalla e ir manipulando botones o cursores para cambiar las páginas. La discusión ya se abrió y no habrá respuestas concretas hasta que no se llegue a un nivel de masificación tal que nos permita identificar si la tecnologización nos hará la lectura más fácil o será una interferencia desagradable al momento de disfrutar la nueva novela de Baradit o de leer un paper de Daniel Dennett.

http://scienceblogs.com/cortex/2009/10/reading_e-books_and_the_brain.php

http://www.latercera.com/contenido/741_196612_9.shtml