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Estaba preparando otra cosa, pero la calentura de la noticia me obligó a tomar este desvío.

Justo hablando de Bertrand Russell en mi primer posteo y de cómo tratar de hacerle el quite a las ideas tontas y en eso que explota la bomba Mayne-Nichols/Bielsa vs Segovia/Piñera. Y, una vez más, siento que no nos cuesta nada agarrar papa, salir a las calles, alzar los puños, prender el ventilador y empezar a soltarla con balde. Y todo a base de confundir opiniones, especulaciones, datos reales y por confirmar. Da igual. Todo es verdad. Todos son hechos.

Y no es tal, creo yo. Y creo que así no vamos a llegar a ninguna parte, tampoco.

En apenas un par de días, he leido una cantidad tal de afirmaciones sin base ni fundamento (léase leseras (léase estupideces)), que me parece sensato invocar a don Bertrand, sobre la misma, para proponer una moción de orden entre tanta horda enardecida y vociferante y dedos que apuntan a todas partes en un frenesí que me tiene tanto o más descepcionado (y asustado) que las noticias mismas.

Primero, los hechos que podemos constatar simplemente observándolos:

  • Jorge Segovia ganó la presidencia de la ANFP. Armando programa y lista en tiempo record.
  • Bielsa se va porque no quiere trabajar con Segovia. Esenciamente, porque lo encuentra trucho y turbio.

Hasta ahí la noticia suena pésimo y, a uno que le gusta el fútbol, comparte el afecto mayoritario a la persona de Marcelo Bielsa y ha disfrutado de estos últimos años la recuperación de nuestra selección, no le queda otra que lamentar la decisión, enojarse con los que decidieron y temer por el futuro. Eso es lo que la evidencia me permite responder con certeza absoluta.

A continuación, una lista de afirmaciones que carecen de ese nivel de certeza, que he leido y escuchado insistentemente y que parecen explicar mejor la rabia del pueblo. Seré directo desde el principio. Creo que todas estas afirmaciones son, por muy razonables, posibles y probables que suenen, en estricto rigor, espurias. Por distintos motivos que iré explicando caso a caso.

Acá voy (Bertrand, te invoco. Socórreme en este trance)

El gobierno intervino directamente en las elecciones de la ANFP

imageEsta es la más seria de todas las acusaciones que andan propagándose, por todas las implicancias sociales y políticas que conlleva la posibilidad de que las autoridades encargadas de velar por los intereses comunes se dediquen a velar por los intereses propios personales de ellos mismos. Es una acusación gravísima que, de ser realizada con seriedad, debería llegar a la justicia. Hasta ahora, no obstante su gravedad, la única evidencia que se ha presentado al respecto es la realización de diversas llamadas de ministros y, ni más ni menos, que del Presidente de la República a presidentes de clubes, con el fin de influir en sus votos. Estas llamadas serían, de ser ciertas, parte de una estrategia concertada para sacar a don Harold de la ANFP.

imageOK, suena razonable, posible y probable. Concedido. Pero, a la luz de la evidencia, no pueden ser consideradas ciertas. Porque la evidencia, en este caso, es pobre. Y muy pobre, diría yo. Que yo sepa, las únicas dos personas que han dado fe de que estas llamadas existieron son Felipe Bianchi y Hermógenes Pérez de Arce. La información de Bianchi suena potente pero es, objetivamente, vaga: no sabemos quién llamó a quién ni por qué ni cuándo. Sólo sabemos que él puede dar fe de aquello y que estaría dispuesto a defenderlo en un tribunal. Nada de ello hace que su información sea más válida o confiable, lamentablemente.

imageLa información de Pérez de Arce suena un poco más precisa. Él habla de unas llamadas de Piñera al presidente de Everton para que no bajara su candidatura, por ejemplo. Lamentablemente, la confiabilidad de las fuentes del señor Pérez de Arce me merecen serias dudas. En el caso particular, se trata de referencias a dichos referidos por terceras y hasta cuartas personas. Eso el columnista lo reconoce y nos invita a, simplemente, confiar en sus fuentes porque él cree que son honestas y fidedignas.

El problema es que si uno hace el ejercicio de evaluar sus fuentes más allá de su confianza personal en ellas, estas exhiben un historial de confiabilidad más bien pobre. Por ejemplo, las fuentes del columnista (que podemos asumir razonablemente que no son diferentes a las que cita ahora) hicieron bien poco por mostrale que durante la dictadura en Chile el gobierno participó de violaciones a los derechos humanos  o que existía una fortuna multimillonaria de Pinochet escondida ilegalmente en bancos extranjeros. Estos hechos, establecidos por investigaciones judiciales nacionales e internacionales, según HPdA (y sus fuentes, podemos asumir razonablemente) fueron explicados hasta el cansancio por el columnista como el producto de una estrategia internacional concertada. Así las cosas, resulta pasmosa la facilidad con que nuestra prensa y nuestra turba enardecida lo tiene de testigo clave en una acusación de, ni más ni menos,  conspiraciones y abusos de poder. Podremos convenir en que en ese item, al menos, la confiabilidad del testigo está seriamente comprometida.

Finalmente, muchos han presentado el compromiso del Presidente Piñera de gestionar platas del proyecto Bicentenario para la remodelación del Estadio Sausalito como evidencia de la maquinación. Ahora bien, la única manera de establecer una relación causal entre la elección de Segovia y las platas del Sausalito es, claro, asumiendo que existió la colusión y la intervención que todos reclaman ahora. A su vez, la única evidencia para ello con la que contamos son los dichos imprecisos de Felipe Bianchi y los imprecisos y poco confiables de Hermógenes Pérez de Arce. En otras palabras, la relación causal aquí es, en el mejor de los casos, puramente especulativa. Si de algo podemos acusar con certeza a  Piñera a partir de esta evidencia, es de lo que ya está más o menos sabido: que hace rato que le está fallando el sentido de la oportunidad política.

Igualmente distantes de una relación causal sólida son las historias negras del señor Segovia, que lo retratan como un dirigente deslealun empresario avaro e inhumano que incluso llegó a acusar a su padre de incapacidad mental para ganarle unos juicios por plata. Salvo convencerme de que no quiero salir a carretear con el señor Segovia ni prestarle plata, no veo cómo estos datos me  ayudan a confirmar o no la acusación de que el gobierno intervino en las elecciones de la ANFP.

La elección de Segovia no consideró el sentir de la hinchada, del pueblo

imageEste reclamo me parece de lo más sorprendente por lo potente y frecuente que se ha hecho. Pero es engañoso, creo yo. Lo que lo hace engañoso es que tiene una parte de verdad indiscutible: como dato empírico es cierto.  Así fue no más. Nada qué decir. Los presidentes del fútbol no consideraron el deseo de la hinchada, que quería que se quedara Bielsa (quizás más que Mayne-Nicholls). Pero, a su vez, tiene un lado falso y es que ésto se presenta como una falta de los dirigentes que votaron por Segovia y respecto de la cual debiésemos sentirnos molestos. Y a mí me cuesta ver cómo o por qué.

¿Por qué debería haber sido de otra manera? La hinchada no vota por el presidente de la ANFP. Nunca ha votado.  Nunca votará. Los que votan son los presidentes de los clubes.

“El fútbol es del pueblo”, dijo Bielsa y se mandó una de esas que se van a repetir por mucho tiempo. Reproducida en todas partes y utilizada como resumen de por qué las elecciones están, de alguna manera, viciadas por no pescar a la hinchada, la afirmación de Bielsa en torno a la naturaleza popular del fútbol son sinceras, profundas y las comparto. Pero creo también que debemos entenderlas dentro del contexto en que están siendo expresadas.  El fúbol es del pueblo porque es de arraigo popular, porque es popular como actividad y como espectáculo (y hasta por ahí, nuestros estadios pasan más bien pelados). Sin embargo, la administración del fútbol no es una actividad popular en ninguno de esos sentidos. Los presidentes de los clubes no representan a la hinchada, representan a sus socios. Y los presidentes de las S.A.s no representan a la hinchada tampoco, sino a sus accionistas. Los que votaron por Mayne-Nichols tampoco estaban representando ni defendiendo los intereses del pueblo, sino a sus propias instituciones y electores. Asumir que es el deber de estas personas considerar los intereses o deseos de toda la población por sobre los de quienes los elegieron como sus representantes constituye una deformación de la realidad. Exigírselos y enojarse porque no suceda es, por lo tanto, injustificable.

Y, claro, tampoco demuestra ninguna colusión.

La derecha se adueñó del fútbol

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Esta viene a ser la motivación básica de la maniobra de intervención y, quizás por eso mismo, constituya una creencia igual de malformada. De nuevo, sí, es un hecho: la derecha se adueñó del fútbol. Indiscutible. Lo que no entiendo es el alboroto. O quizás sí lo entiendo, pero lo encuentro un poco atrasado.

Como 40 años atrasados.

Desde la intervención del fútbol durante la dictadura militar que el fútbol ha sido dirigido y administrado casi exclusivamente por gente y grupos de derecha. A nivel de clubes y de asociación. Vean la lista de presidentes del fútbol chileno en Wikipedia. De más atrás en el tiempo no me pronuncio porque no sé quiénes eran. Pero desde los 70 en adelante se trata, la gran mayoría, de empresarios del mundo conservador. Con ejemplos suaves (Abel Alonso, otro español) y ejemplos francamente tenebrosos (Miguel Nasur). A nivel de clubes la cosa no ha sido particularmente diferente. Salvo al doctor Orozco, no sé de otros dirigentes que pueda fácilmente asociar a algún sector de no-derecha.

Como datos concretos en apoyo a esta afirmación, he leído esencialmente el hecho de que el ministro Lavín y el Presidente Piñera son accionistas de clubes que ahora controlan la ANFP. El resto consiste, luego, en asumir que otras autoridades o grupos de derecha participan de la propiedad de otros clubes. Y eso se presenta como noticia. O sea, noticia = novedad.

Es decir, en un país donde el 5% más rico es prácticamente dueño de todo lo que produce plata en Chile, me piden que me sorprenda porque ese mismo 5% es dueño de los equipos de fútbol (y ahora, por extensión, de la ANFP). Pucha, no puedo. O sea, me puedo enojar, me enojo, pero no me pidan que entre en estado de conmoción. Eso, en buen chileno, se llama rasgar vestiduras.

Ni tampoco me pidan que considere ésto como prueba de que existió una intervención. Porque no lo es.

El fútbol es un negociado

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De nuevo, otra afirmación con la que estoy de acuerdo en la forma y en el fondo. Lo que no me cuadra es que se esgrima como si hubiese pasado ahora, recién, con esta elección. Que yo sepa, desde que Pelé demostró que se podían ganar millones de millones sin ni siquiera entrar a un cancha, el fútbol se transformó en un negocio. Y en un negociado. Y les sonará fea la palabra, pero es así.

Y era así cuando se perdió el gol Caszelly, cunado sufríamos con las chambonadas de Acosta y cuando gozamos con las hazañas de Bielsa. Y no recuerdo a mucha gente mascullando la rabia de que el fútbol fuera un negociado el día en que Chile le ganó a Argentina. Manifestarse horrorizado por ello ahora recién indica un alto nivel ya sea de ingenuidad o de doble estandar. Que cada cual escoja.

Y, claro, no constituye evidencia de una colusión o una intervención del gobierno en las elecciones de la ANFP.


En resumen. Por una parte, creo que estamos asistiendo a la creación de una verdad a partir de evidencia que, en el mejor de los casos, permite apenas especular. Todo basado inicialmente dos informaciones de segunda mano (una vaga, la otra poco confiable) y una evidencia circunstancial, que le dicen los gringos. Amén de una maraña de opiniones, presunciones, sospechas y especulaciones varias, en la que las teorías de unos se basan en las especulaciones de otro que se basan en las presunciones de otro más. Ello no ha impedido que un montón de gente las considere, sin titubear, como pruebas perfectamente convincentes de una conspiración.  El enojo correspondiente, masivo y agresivo, se ha visto alimentado por dos descubrimientos noticiosos un tanto tardíos:

– que el fútbol en Chile es un negocio administrado por clubes y S.A.s que no son directamente responsables frente a la hinchada, el pueblo, o como quiera llamársele.

– que la derecha económica en Chile es propietaria de todo lo que produzca plata, incluyendo el fútbol.

Es decir, pasa exactamente lo que el bueno de Betrand Russell nos dice que pasa cuando uno adscribe a una creencia sin fundamentos (léase idea tonta): nos motiva a enojarnos y, en el enojo, pasamos a descubrir la rueda. Lo que nos enfurece aún más. Y a esas alturas ya no estamos pensando sino, simplemente, pateando la perra. Y sobre esa pateada de perra, empezamos a tomar decisiones  inútiles o, de frentón, medias tontorronas. Inevitablemente, terminamos cazando brujas y atacando a quienes piensan distinto.

A mí eso me da susto. No sé a Uds.


No me malentiendan. Nada de esto tiene que ver con defender al gobierno. Políticamente, me declaro de opisición y, personalmente, comparto, además, todos los sentimientos de la mayoría respecto a este embrollo, a saber:

– El temor, que he escuchado con mayor insistencia, de que a la selección le empiece a ir mal y pierda todo lo ganado. Será un temor idiota. Pero los jugos de pelota estarán conmigo en ésta.image

– Más que eso, comparto la tristeza de que se vaya Bielsa, quien consiguió, por sobre cualquier logro técnico o deportivo, devolverle a la actividad futbolera gran parte de su humanidad e integridad. Y esa humanidad se metió en nuestras cocinas, carretes y oficinas. Nos hizo más felices y cariñosos con nuestras familias; nos puso ideas nobles en la cabeza. Eso es impagable y siento que muy, pero muy poco valorado.

– La rabia de que existan personas en Chile que estén tan aferradas a sus ambiciones que sean incapaces incluso de tomar decisiones estratégicamente ventajosas si es que éstas van en su desmedro financiero. Si Piñera se hubiese liberado de sus acciones en Colo Colo, si el otro ministro no se las hubiese vendido a un pariente de Piñera…, qué se yo. Pero no. Ninguna consecuencia política ni de imagen pública es más importante que sus millones.  Impresentable.

Lo que no comparto, claro, es la facilidad con la que establecemos relaciones causales a partir de evidencia prácticamente inexistente y la rápidez con la que tomamos partido y convocamos a acciones concertadas sobre la base de la creencia en esas relaciones causales. Y todo ello promovido principalmente por el miedo (a perder lo que se ha conseguido y al poder absoluto en las manos equivocadas), la tristeza (de perder un muy bonito proyecto y los sueños que venían con él) y el enojo (de ver tanta pérdida). Todos ellos sentimientos totalmente entendibles y compartidos, pero pésimos consejeros a la hora de formar convicciones.

imageY el punto en mi posteo anterior  (o sea, el de Bertrand Russell, claro) era exactamente ese: que es razonable recelar de aquellas convicciones que vienen 1. sin el apoyo de evidencia observable y 2. que vienen teñidas de sentimientos y pasiones negras. La posibilidad de que estemos errados es tan alta bajo esas circunstancias, nos dice Russell, que existe la posibilidad de que nuestras acciones resulten ineficaces para conseguir lo que sea que queramos conseguir para mejorar las cosas.

Y a la luz de este caso, parece que eso es exactamente lo que estamos haciendo. Para creer totalmente en una intervención política, gravísima moral y legalmente, del Presidente de la República, por lo visto no necesitamos ningún tipo de investigación periodística, policial o administrativa alguna. Basta con que un periodista deportivo y un columnista de diario nos lo confirmen con tono de convicción absoluta y nos aseguren que la informción viene “de buena fuente”. Por sobre todo, parece que basta con nuestro deseo de confirmar nuestras sospechas. O, en otras palabras, con que nos digan lo que queremos escuchar.

Según el posteo en cuestión de Hermógenes Pérez de Arce: “Ni siquiera se necesitan las huellas digitales para probar la injerencia presidencial, sino apenas dos dedos de frente.” Y veo que mucha gente a mi alrededor sigue ese principio sin mayores vacilaciones.

Y eso me asusta reharto.

Porque significa que estamos construyendo un mundo donde la verdad no necesita ser confirmada para ser aceptada. Eso le hace mal a todo lo que creo que es bueno en la vida. Trabajo de investigador. Soy un científico (quiero serlo, me entreno para serlo). Creo, luego, que la verdad es buena. Preocuparse por confirmar la verdad más allá de nuestras intuiciones hace la diferencia entre el pensamiento inteligente y el mero sentido común. Y creo que cuando no exigimos rigor en la búsqueda de la verdad (cuando no evaluamos las fuentes, cuando establecemos verdades basándonos en la mera especulación, cuando nos conformamos con la idea de que las cosas “se caen de maduras”) ponemos un obstáculo más en nuestro camino la verdad.

Como todos ahora creen saber lo que pasó, ahora jamás sabremos lo que pasó.

Así las cosas, mi invitación, humilde  y pequeña, es a volver a entrenar un poco de sano escepticismo, a revisar las bases de nuestras convicciones de manera desapasionada y, como consecuencia, a exigir de nuestras fuentes de información mayor precisión y rigor del que nos están ofreciendo actualmente. Porque, así como vamos, terminaremos creyéndole solo a los que griten más fuerte.

Si no lo hacen por mí, que mal que mal no soy nadie para andar pidiéndoles que cambien de opnión, al menos háganlo por Bertrand Russell, que, ese sí, tenía mejores fuentes que yo.

Si no lo hacen, terminarán como Hitler, acá abajo, que pasa por todas las especulaciones que discuto acá y se convence sin evaluar la veracidad de ninguna de ellas.

Hitler no confirma la información. Solo especula. No seas como Hitler.