Hace un par de días, las actualizaciones de estado de muchos de nuestros amigos (y de millones de usuarios en el mundo), empezaron a propagar el siguiente mensaje:

Del 22 al 29 de noviembre, cambia tu foto de perfil de facebook, por aquella de un dibujito animado de tu infancia e invita a tus amigos a hacer lo mismo. El sentido del juego? No ver mas, hasta el lunes, una cara humana sobre el facebook, sino una invasión de recuerdos. (POR LA LUCHA …CONTRA LA VIOLENCIA INFANTIL)

Consiguientemente, las fotos de perfil cambiaron a decenas de imágenes de monitos animados de los setentas, ochentas, noventas y cerontas

Algunas de las imágenes de perfil de nuestros amigos en FaceBook.

Hasta donde tenemos recuerdo, este es el viral más vertiginoso que hemos visto en la Red Social, superando a los twibbons de los pingüinos, Chile en el Mundial y Fuerza Chile. Según diversas fuentes, “parece ser una campaña viral ideada por dos chicos portugueses, Xiko Rodrigues y Filipa Fonseca, que crearon un evento en Facebook con el objetivo de llenar Facebook de los recuerdos de la infancia de cada usuario, así de simple”.

Algo que nos hemos preguntado por años con Remis, es porqué los dibujos animados infantiles tienen tal valoración entre nuestros contemporáneos (y también en nosotros mismos). Así que, a buscar en las bases de datos si hay una respuesta. Sorpresivamente no hay nada. La mayoría de los papers que tratan sobre “animated cartoons“, versan acerca de la relacion entre los “bujos” y la violencia, los “bujos” y la obesidad, los “bujos” y el aprendizaje, los “bujos” y las autoimágenes del cuerpo. Pero nada de nada sobre “bujos” y nostalgia, o sobre “bujos” y memoria episódica o memoria autobiográfica.

El único artículo que hemos pillado y que en algo se acerca al tema es “Childhood and nostalgia in contemporary culture” (Moran, 2002, European Journal of Cultural Studies). Lamentablemente para nosotros, el autor se acerca al tema con una perspectiva muy en la onda de los estudios culturales británicos, aunque de todas maneras dice algunas cosas que parecen interesantes sobre los recuerdos de infancia en las sociedades contemporáneas:

  • “Las memorias de la infancia representan un reto considerable para el análisis cultural: mientras que claramente forman parte de las narrativas más amplias sobre el yo, la familia, la sociedad y la cultura, a menudo son atesoradas de manera totalmente individualista e irreductible a los códigos y los significados culturales”.
  • “Los críticos culturales a menudo han desestimado el modo “nostalgia” como idealista y regresivo en su énfasis en un pasado auto-contenido, inmutable y seguro, que deja de lado los problemas contemporáneos y suaviza las realidades de los conflictos históricos”.
  • “No hay duda de que una noción simplista de la inocencia de la infancia ha sido cooptada en una versión del pasado nacional de suave enfoque patrimonial, en el que se establece al niño como “el lugar o momento de la historia de una verdad perdida” que por lo tanto, se puede utilizar para recuperar esa misma verdad”.

La conclusión a la que llega el autor es muy provocadora:

Se desprende de los ejemplos de esta sección final que la nostalgia de la infancia es capaz de ser cooptada por los discursos dominantes sobre los niños, incluso por aquellos que hacen que la infancia parezca menos atractiva como refugio para las duras realidades del mundo de los adultos. La estrecha vigilancia y supervisión de la infancia siempre ha estado acompañada por, y de hecho se puede ver como coincide con, los temores sobre el “fin de la inocencia” y la amenaza a los niños de las influencias externas. En este sentido, pueden ser fácilmente relacionados con las narrativas dominantes de clase, género, nación y familia. El estado mismo de la infancia como un período de vida que se resiste a la asimilación a los valores de la cultura burocrática, orientada hacia el consumidor, hace que sea más útil como vehículo de estas narrativas. Pero si la nostalgia de la infancia es simplemente un medio para imponer tales significados dominantes, no sería tan poderosa o convincente. La nostalgia de la infancia existe en una variedad de formas y en una serie de prácticas discursivas -no sólo en los productos de la industria cultural-, sino que en un consumo en situaciones cotidianas por personas con necesidades y deseos específicos. Respecto a esto último, podemos ver que la nostalgia por la infancia alimenta la ansiedad real sobre los efectos del cambio económico y social reciente en adultos y niños, incluso si las “soluciones” que ofrece son necesariamente individualistas y retrógradas.

Dos ejemplos de esto último en los que solemos convenir con Remis son, los poemas de Jorge Teillier (que acostumbraba repetir que “yo sé muy bien que la infancia es un estado que debemos alcanzar, una recreación de los sentidos para recibir limpiamente la admiración ante las maravillas del mundo” -cf. “Sobre el Mundo…“), y las canciones de los Beatles (cf. Barna 2010).

El invierno trae caballos blancos que resbalan en la helada.
Han encendido fuego para defender los huertos
de la bruja de la helada.
Entre la blanca humareda se agita el cuidador.
El perro entumecido amenaza desde su caseta al témpano flotante de la luna.

Esta noche al niño se le perdonará que duerma tarde.
En la casa los padres están de fiesta.
Pero él abre las ventanas
para ver a los enmascarados jinetes
que lo esperan en el bosque
y sabe que su destino
será amar el olor humilde de los senderos nocturnos.

El invierno trae aguardiente para el maquinista y el fogonero.
Una estrella perdida tambalea como baliza.
Cantos de soldados ebrios
que vuelven tarde a los cuarteles.

En la casa ha empezado la fiesta.
Pero el niño sabe que la fiesta está en otra parte,
y mira por la ventana buscando a los desconocidos
que pasará toda la vida tratando de encontrar.

Jorge Teillier, Poema de Invierno

Ah, obviamente que, siguiendo esta campaña, nuestro avatar sería este: