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Por el momento, de todos modos, he decidido iniciar otra serie de posteos (escritos, esta vez) sobre el tema en que investigo para ganarme la vida: la enseñanza y el aprendizaje de un segundo idioma.

Habiendo ejercido por años en toda clase de institutos de enseñanza de inglés, institutos profesionales y universidades, incluyendo la U. de Chile, donde trabajo, no ha dejado nunca de llamarme la atención la cantidad de dudas y mitos que existen sobre las mejores maneras de aprender inglés (y que se pueden extender razonablemente al estudio/aprendizaje de cualquier otra lengua). Entre las preguntas más frecuentes que he recibido durante estos años, las más interesantes son siempre las mismas tres:

1. ¿Dónde estudiar?

2. ¿Qué libro usar?

3. ¿Qué materiales son buenos (libros, diccionarios, cursos en línea, etcétera)?

Todas ellas constituyen  preguntas esenciales, válidas y razonables y sobre las cuáles, desgraciadamente, no es fácil encontrar información confiable, informada y desprejuiciada. Hasta donde me alcanza el sentido común, esto se debe en gran parte a que la mayor cantidad de información disponible directamente para el público consiste esencialmente de publicidad de instituciones que están más bien orientadas a captar clientes y/o consejos bienintencionados (internet está lleno), pero lamentablemente recortados y pegados de fuentes desconocidas, poco confiables y, me atrevo a asegurar, casi siempre de dudosa calidad.

La siguiente serie veraniega, entonces, intentará de la manera más directa posible responder a estas preguntas y otras asociadas sobre la base de lo que he aprendido de mi experiencia, claro, pero por sobre todo de lo que he estudiado e investigado sobre este misterio de aprender idiomas.

Idealmente, esta serie está preparada para que nuestros amiguis de Tercera Cultura la puedan usar como una especie de Guía del Consumidor que les ayude a, tomar las decisiones más adecuadas sobre cómo, cuándo y dónde estudiar un idioma o ayudar a otros en esa tarea (nuestros vástgos y vástagas, por ejemplo). Al mismo tiempo, los posteos intentarán poner algo de orden respecto de tanta idea mal aspectada y mitos persistentes que suelen confundir a potenciales estudiantes, profesores, padres y autoridades de todo tipo por igual.

A modo de introducción, entonces, intentaré establecer algunos de los componentes más importantes de la situación en cuestión de modo de que tengan una idea relativamente clara de para dónde quiero orientar la discusión. He aquí una lista de  cosas que creo son de verdad importantes a la hora de decidir qué hacer para aprender inglés (o cualquier otro idioma, en la mayoría de los casos). Según este humilde servidor, estos componentes se pueden establecer como preguntas orientadoras que sirven para evaluar la información que nos llega, ya sea a modo de publicidad, consejo o mera idea loca de uno.

Si Ud. ya decidió, por ejemplo, que quiere o necesita aprender/mejorar su dominio del inglés (lo sé, lo sé, cualquier otro idioma funcionaría de ejemplo también, pero para qué nos vamos a hacer los locos con la prevalencia actual del inglés, right?), antes de llamar a ninguna parte, asegúrese de tener claras las respuestas de las siguientes cuatro preguntas esenciales:

1. ¿Para qué quiero aprender inglés?

2. ¿Qué tantas ganas tengo de aprender inglés?

3. ¿Qué habilidad quiero desarrollar (por ejemplo: conversar, leer, escribir)?

3. ¿Qué nivel de competencia quiero alcanzar (por ejemplo: un nivel avanzado, un nivel básico)?

4. ¿En cuánto tiempo lo quiero conseguir? ¿Cuánto tiempo le puede dedicar?

Si no tiene Ud. claras las respuestas a estas cuatro preguntas, será más fácil caer presa de alguna institución vende-pomada que le sacará un ojo de la cara por hacer un curso en el que, como pasa muchas veces, el resultado no tiene nada que ver con lo que uno deseaba originalmente y, peor aún, en el que el proceso mismo podría resulta ser frustrante por no responder a las necesidades de uno. No es poca la gente que he conocido cuyo principal problema para aprender inglés ha sido principalmente sacarse el “trauma” de su último curso de inglés.

Lo importante en este punto es entender que las respuestas a estas preguntas se pueden responder adecuadamente en la medida que uno entienda algunas de las cosas que por décadas se han dedicado a investigar dos ámbitos disciplinarios que pasan bastante desapercibidos tanto en la discusión cotidiana del tema de aprender idiomas como en los estudios de humanidades, pedagogía y lenguaje. Ellos son la disciplina de la llamada lingüística aplicada (aplicada, en este caso, a la enseñanza de segundas lenguas) de orientación más bien pedagógica y los estudios de adquisición de segunda lengua (SLA, en inglés: Second Language Acquisition) de orientación fundamentalmente cognitiva. Serán estas las fuentes principales que informarán los comentarios y sugerencias de esta serie, porque si Tercera Cultura no está para poner la ciencia al servicio de las personas, entonces pá’ qué tanto Facebook y Twitter. ¿Cierto?

En este posteo abordaré la primera de las preguntas y las otras vendrán después (esta vez sin grandes atrasos, cruz pa’l cielo).

fuente: CHILE HABLA INGLES from Francisco Zamorano on Vimeo.

OK. Entonces. ¿Para qué quiere Ud. apreciada lectora, benemérito lector, aprender inglés (o italiano, hebreo, catalán, japonés, ruso, chino mandarín)? ¿Suena demasiado simple? Pues no lo es, porque para responder como la gente tendrá Ud. que sentarse con un té en la mano (aunque un mate siempre es mejor, en realidad) y resolver dos puntos relacionados pero diferentes entre sí. Por una parte, la respuesta a esta pregunta tiene que ver con lo que en la literatura pertinente de lingüística aplicada a la enseñanza se llama propósito comunicativo y, por otra, con el tema de la motivación para aprender una segunda lengua (que lo abordaré en el próximo posteo en relación a la pregunta 2). Vamos desgranando el choclo entonces.

El propósito comunicativo es relativamente fácil de explicar: uno quiere aprender un idioma para utilizarlo y es raro usar un idioma si no es para comunicarse de alguna manera. Conversar con la profe de inglés, leer un artículo en internet, dejarle un comentario a un video en YouTube, tratar de entender una película sin subtítulos o escribir un paper en psicología cognitiva son todos, más y menos claramente, actos de comunicación. Listo, explicado.

Ahora bien, si se fijan bien en estos ejemplos, notarán también que cada uno implica contextos muy diferentes entre sí que requieren de los usuarios habilidades distintas, niveles de manejo distintos y conocimientos distintos del mundo.

En este sentido, la distinción más importante que se puede hacer es entre cursos que apuntan al manejo de un idioma para lo que comúnmente se llaman propósitos comunicativo-sociales y aquéllos que apuntan a contextos más específicos, que suelen denominarse cursos de idioma para propósitos específicos o especiales (la sigla suele ser ESP (English fo Specific/Special purposes (no confundir con Extra-Sensorial Perception, que también podría ser, pero asumo que se aprende en otras partes))).

Probablemente la mayoría de  nosotros ha pasado por un curso o ha utilizado materiales del tipo comunicativo-sociales. Son fáciles de reconocer. Casi siempre lo ponen a uno en situaciones relativamente cotidianas: comprando cosas, saliendo a comer o al cine, explicando que uno está enfermo, preparando viajes, etc. Los cursos de ESP, en cambio, son menos frecuentes y aparecen en la forma de cursos de inglés para finanzas y negocios, para médicos, abogados, científicos y un etcétera tan largo como los ámbitos profesionales a los que se refieren.

Las partes del cuerpo en un curso de inglés comunicativo-social Las partes del cuerpo en un curso para propósitos específicos
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Las diferencias entre ambos las podrán reconocer principalmente en términos de los temas que tratan tanto los cursos como sus materiales, el tipo de vocabulario que se proponen para aprender y las habilidades que se enfocan (leer, escribir, conversar). A continuación, y solo a modo de ilustración, el siguiente cuadro contrasta lo que podrían ser los contenidos, habilidades y aprendizajes diferentes que podrían existir entre dos cursos típicos de cada tipo.

PROPÓSITOS COMUNICATIVO-SOCIALES PROPÓSITOS ESPECÍFICOS O ESPECIALES (Inglés para Finanzas)
Temas:
en el aeropuerto
en el restaurant
me siento enfermo
Temas:
en reunión
moneda extranjera
preparemos una reunión
Vocabulario:
Ropa
Comidas
Colores
Vocabulario:
tipos de cheques
roles en una empresa
tipos de divisas
Habilidades:
leer (un diario)
escribir (un comentario en Facebook)
conversar (de cine con los amigos)
Habilidades:
leer (un informe bursátil)
escribir (un memo)
conversar (sobre el estado de un proyecto)

Lo que debería dejar en claro esta burda pero ilustrativa ilustración, entonces, es que no da lo mismo meterse a cualquier curso de inglés o usar cualquier material de inglés si no corresponde a los própósitos que uno tiene en mente en términos de dónde y para qué quiere uno usar el segundo idioma.

Las diferencias entre estos dos grupos generales de caminos para aprender son enormes en términos de los componentes esenciales de un curso de idioma. Por ejemplo, si lo que quiero es poder leer papers de neuro-cognición en inglés (aprendizaje propio de un curso del tipo ESP), no me sirve mucho un curso donde el vocabulario que se aprenderá es sobre los movimientos en la bolsa y las transacciones bancarias (otro curso de ESP, de hecho) ni tampoco , ciertamente, uno donde la meta es aprenderse los colores, las partes del cuerpo o cómo pedir la cuenta en una salida a comer (típico de un curso de idiomas de orientación comunicativo-social).

La distinción es tan importante que, de hecho, pone normalmente en aprietos a las instituciones que deciden enseñar otro idioma (normalmente inglés, en el contexto chileno) como parte de su oferta curricular. Tanto colegios, liceos, institutos profesionales y universidades que tienen cursos de inglés como parte de su oferta curricular para sus estudiantes suelen tener problemas serios decidiendo si lo que corresponde es hacerles a sus estudiantes un curso específico a su área o uno cuya meta sea acceder a un nivel de competencia que le permita a uno principalmente interactuar cara a cara con gringos en situaciones normales de interacción. O ambas, claro.

Los beneficios de uno u otro camino son difíciles de comparar y es todavía materia de investigación y debate. Más específicamente, la mayor parte de la investigación existente en contextos de ESP se ha realizado en contextos de enseñanza de inglés para propósitos académicos (EAP, English for Academic Purposes). Las limitaciones que impone esta situación no son menores: la mayor parte de la evidencia disponible en el área se vincula con un solo idioma y esencialmente en un solo contexto educacional.

A este sesgo le debemos agregar  además la poca claridad que existe respecto a la distinción que existe en la práctica entre la idea de que habría una especie de “inglés general básico” necesario para cualquier estudiante universitario o académico y otro inglés más específico a los dominios particulares de cada disciplina o profesión. Quienes advocan por el primero de los caminos se meten en el cacho de establecer cuáles son las características de un idioma que se supone deberían compartir en su uso distintas disciplinas o ámbitos profesionales o de conocimiento (¿Existe, por ejemplo, una base común entre el inglés que usan los antropólogos, los economistas y los biologos?) . Los que se van por el segundo, se dan contra la pared inexpugnable de la especificidad disciplinaria: un profesor de inglés no es, a las finales, un experto en ninguna otra disciplina. ¿Cómo le hace uno entonces para enseñar el idioma dentro de otras disciplinas?

Mientras investigadores, profesionales y obreros del idioma se agarran a combos por estos y otros considerandos, la recomendación de sentido común al respecto es, por lo pronto, decidir primero para qué contextos quiere uno aprender el idioma cosa de no andar después pidéndole peras al olmo. De ese modo maximizamos la posibilidad de escoger un programa con la orientación adecuada. Así reducimos además la posibilidad de frustrarnos cuando estemos en un curso en particular que no aborde las situaciones o el tipo de lenguaje que nos interesan de verdad. Al menos sabríamos a lo que vamos.

En mi experiencia, que no debe ser diferente a la de cualquier otro profesor de idioma, son ridículamente frecuentes los casos de alumnos que he tenido que me miran feo porque no los ayudo a traducir canciones en un curso de inglés para finanzas o que, en un curso comunicativo-social en la universidad, se enojan conmigo porque entre tanto enseñar los tipos de ropa nunca llego a enseñar cómo se dice horno industrial o sotobosque. Para el caso no tengo por donde ganar.

Para el público en general que busca (o los meten a) cursos de idiomas normalmente por motivos de desarrollo laboral o profesional la cosa se pone infinitamente más peluda e ingrata. Ello porque la oferta de institutos y cursos de todo tipo hacen poco por ayudar a sus potenciales alumnos clientes a entender qué tipo de curso deberían tomar y se concentran normalmente en definir su oferta en términos de tiempo y costo (“Aprenda a hablar inglés en tres meses”) o de otras panaceas bastante más truchas, como: “Solamente profesores nativos”, “Clases completamente dictadas en inglés” o “Excelentes laboratorios”.  Todas y cada una de ellas las iremos deshuesando y evaluando en los siguientes posteos de la serie, bajo la lupa honesta y justiciera de la evidencia que nos proporcionan los estudios científicos en lingüística aplicada y adquisición de L2 (también se puede decir así, por si alguna vez quieren impresionar a alguien).

Y eso por ahora. Espero que les haya gustado. En el siguiente episodio, entonces,  abordaremos la verdad de la milanesa respecto a la segunda pregunta de la lista y discutiremos qué tanto sabemos sobre la relación entre La motivación y el aprendizaje de un segundo idioma.