“Los Egipcios vivieron en la presunción de haber sido los primeros habitantes del mundo, hasta el reinado de Psamético. Desde entonces, cediendo este honor a los Frigios, se quedaron ellos en su concepto con el de segundos. Porque queriendo aquel Rey averiguar cuál de las naciones había sido realmente la más antigua, y no hallando medio ni camino para la investigación de tal secreto, echó mano finalmente de original invención. Tomó dos niños recién nacidos de padres humildes y vulgares, y los entregó a un pastor para que allá entre sus apriscos los fuese criando de un modo desusado, mandándole que los pusiera en una solitaria cabaña, sin que nadie delante de ellos pronunciara palabra alguna, y que a las horas convenientes les llevase unas cabras con cuya leche se alimentaran y nutrieran, dejándolos en lo demás a su cuidado y discreción. Estas órdenes y precauciones las encaminaba Psamético al objeto de poder notar y observar la primera palabra en que los dos niños al cabo prorrumpiesen, al cesar en su llanto e inarticulados gemidos. En efecto, correspondió el éxito a lo que se esperaba. Transcurridos ya dos años en expectación de que se declarase la experiencia, un día, al abrir la puerta, apenas el pastor había entrado en la choza, se dejaron caer sobre él los dos niños, y alargándole sus manos, pronunciaron la palabra becos(Heródoto, Historias 2,2)

El video recientemente viralizado por San YouTube de Sam y Ren, dos gemelos de dieciocho meses que en la cocina de su casa balbucean de manera que parece una animada conversación sobre porqué a uno de ellos le falta un calcetín, ha llamado la atención del mundo y ya excede los dos millones de visitas.

Nos permite, de paso, hacer algunos apuntes sobre el origen del lenguaje en los niños y sobre el lenguaje de los gemelos.

Cuando estudiaba en el pregrado en los años noventa, en las escuelas de lingüística en Chile era prácticamente una ley que el lenguaje era un fenómeno externo a los individuos y que su origen se hallaba en la sociedad (la sociedad de habla inglesa, española o swahili): sin esa sociedad circundante no había manera de que las personas hablaran. El ejemplo que siempre se daba para demostrar el punto era “bueno, deje a un niño totalmente aislado y verá que no hablará nunca ningún lenguaje”, que, además de ser bastante siniestro como experimento, parecía la palada final a cualquier idea de que hablar era una facultad que se centraba en el individuo. Me acuerdo que como la cuarta o quinta vez que dijeron el ejemplo en clases, levanté la mano: ¿pero, y si dejamos a dos niños aislados y juntos y no solo a uno?

Con los años esta perspectiva cambió. En primer lugar por la extraordinaria noción de Noam Chomsky (que aunque la había dado en los cincuenta, Chomsky 1959, solo se popularizaría en nuestro país para mediados de los noventas) de la pobreza del estímulo, que, en sencillo, señala que el lenguaje que los adultos dirigen a los infantes es mucho menos rico de lo que se puede pensar en un primer momento. En segundo lugar, y mucho más significativamente e impresionantemente, por el hallazgo de una comunidad de niños sordos en Nicaragua que, como documenta Judy Kegl, inventaron un lenguaje desde la nada (el Idioma de Señas Nicargüense); un lenguaje que no tuvo ningún lenguaje circundante que lo influenciara, pues, al ser los niños sordos, no podían acceder al idioma de la comunidad parlante con la que convivían.

El Idioma de Señas Nicaragüense en acción.

El Idioma de Señas Nicaragüense en acción.

Hoy se sabe que los niños (y los adultos posteriormente) vienen dotados de una capacidad de comunicarse lingüísticamente que, aunque todavía genera mucho debate sobre si es completamente innata, modular, de dominio específico, o si es una propiedad que emerge por la interacción (Tomasello RULZ muthafoka), suele mostrar en los resultados de investigaciones que “mientras más miramos a los niños y más y más atrás en su desarrollo, más inteligentes se vuelven”.

Como ilustra nuestra charla TED candidata al Óscar, de Deb Roy del MIT, en que el investigador grabó y filmó todo el lenguaje que circundaba a su hijo en su casa desde su nacimiento hasta los cinco años, el componente interaccional parece ser clave para la adquisición (o desarrollo) del lenguaje.

La situación de los gemelos, si consideramos el componente interaccional, es, en consecuencia, bastante singular: se trata de una pareja de niños de la misma edad en años y meses, que pasan mucho tiempo juntos y que, evidentemente, interactúan en una situación de simetría. El resultado: MUCHAS VECES INVENTAN SUS PROPIOS CÓDIGOS. El caso más famoso es el de las gemelas que se hacían llamar entre ellas Poto y Cabengo, que aunque no es un caso documentado por investigaciones especializadas, sí fue de enorme impacto mediático en los años setenta. Veamos lo que dice la Wikipedia:

“Poto y Cabengo (n. Grace and Virginia Kennedy) fueron un par de gemelas quienes usaron una jerigonza (lenguaje secreto) de su invención hasta la edad de ocho años. Jean-Pierre Gorin realizó una película documental acerca de las gemelas en 1979 titulado Poto and Cabengo. Aparentaban inteligencia normal, sin embargo, desarrollaron su propio lenguaje de comunicación debido a la poca interacción con otras personas y del lenguaje hablado en sus primeros años de vida”.

Nuestro amigui Steven Pinker y Jennifer Ganger tienen un centro de investigación sobre el lenguaje de los gemelos llamado el Twins Study @ Harvard, donde estudian el lenguaje de los gemelos de corta edad para verificar la idea de que desarrollen códigos y algún tipo de lenguaje espontáneamente. En este artículo del sitio hay más información.

Quizá lo que vemos en el video de Sam y Ren es su lenguaje de gemelos en estado incipiente (recuerden que tienen sólo dieciocho meses). ¿Más información? En el Episodio #28 del Podcast, con Guillermo Soto, “More than Words”.

Los dejamos con otro maravilloso video interaccional lingüístico de guaguas, la Ratita y el Ogro.