Wittgenstein (quizás) algo tiene que ver en esto:

O quizás no exactamente pero la idea es similar.

Michael Gazzaniga publicó recientemente un paper titulado “Neuroscience and the correct level of explanation for understanding mind: An extraterrestrial roams through some neuroscience laboratories and concludes earthlings are not grasping how best to understand the mind–brain interface” en la revista Trends in Cognitive Sciences (Descarga requiere acceso a ScienceDirect)

Antes de explorar las posibles interpretaciones del título (el cual da para escribir un pildorazo completo) y tratar de desglosarlos supuestos que su autor asume, y las conclusiones y recomendaciones para la Filosofía de la Mente a las que llega, quisiera volver sobre uno de mis libros de ciencia cognitiva más queridos: el “Materia y Conciencia” de Paul Churchland.

El problema de la naturaleza o la ontología de las entidades psicológicas (en terminos simples, decir exactamente que es la mente, que son las ideas, que es lo mental, en oposición o en relación con lo físico, etc.), es un problema tan antiguo como la filosofía misma (o más!). Churchland (1988), describe cinco posiciones o posturas respecto a esta problemática, cada una de las cuales puede ser identificada con diversos autores o periodos específicos en la historia de la filosofía de la mente (sáltese la lista si está apurado).

  1. Dualismo: el Dualismo de Sustancias, postura identificable con el pensamiento Cartesiano, sostiene que materia (Res extensa) y mente (Res cogitans) son sustancias (en el sentido escolástico de la palabra) independientes y radicalmente distintas. Si bien Descartes nunca planteó una teoría acabada respecto a cómo estas sustancias coexisten e interactúan, el dualismo ontológico (que, presumiblemente tiene origen distante en la historia de la especie humana) ha sido aceptado sin reparos durante siglos, permaneciendo como la ontología oficial para la abismante mayoría de las personas en prácticamente todas las culturas. Sin embargo, fue con el advenimiento de la psicología científica que se cuestionó la validez de esta doctrina, debido a la ausencia de una explicación consistente sobre la naturaleza de esta interacción y que fuese coherente con los hallazgos de la incipiente Neurociencia. Por otro lado, el llamado Dualismo de propiedades establece que en el nivel ontológico existe solo un tipo de “sustancia”: la materia. Sin embargo, en el nivel descriptivo/explicativo, existen dos niveles de propiedades: por un lado el nivel físico o material, referente al funcionamiento del Cerebro, determinado por las leyes de la Física/Química/Biología; y por  otro lado el nivel mental o psicológico, referente al funcionamiento de la mente, cuyas leyes se fundamentan en (y explican) propiedades distintas de aquellas que caracterizan al sustrato físico en que la mente se implementa (David Chalmers es el principal proponente de esta variedad de dualismo). El dualismo de propiedades, si bien permite explicar elegantemente fenómenos como la consciencia y el qualia, perpetúan la principal dificultad del dualismo de sustancias, es decir, la imposibilidad de explicar el cómo ambos niveles se integran e interactúan causalmente.
  2. Conductismo: el conductismo, como doctrina psicológica, tuvo un fuerte impacto en la filosofía de principios del siglo XX. Debido a la imposibilidad de llevar a cabo estudios científicos objetivos sobre los fenómenos mentales, los conductistas optaron por permanecer neutrales e incluso escépticos respecto a los procesos y las representaciones mentales sobre las que estos procesos operan, considerándolas como un mero constructo explicativo característico de la Folk-Psychology (psicología de sentido común), el que está fuera de los límites de la ciencia. Ontológicamente, el Conductismo en cierto modo pone en duda la existencia de la mente, ya que la conducta es, según esta doctrina, explicable completamente en términos de correlaciones legaliformes entre estímulos y respuestas emitidas. Ha existido la tendencia de simplificar en demasía al Conductismo, caracterizándolo como una pseudopsicología, sin embargo, y a pesar de sus falencias, el conductismo fue a juicio de Churchland una respuesta natural al carácter subjetivista, introspectivo e interpretativo de la psicología temprana, especialmente de la tradición psicoanalítica. Por otra parte, el llamado “conductismo filosófico” o analítico, cuyos exponentes paradigmáticos son Ryle y el “segundo” Wittgenstein (1953) a partir del argumento de la imposibilidad de un lenguaje privado, y que considera que la semántica mental solo puede explicarse en términos de disposiciones conductuales (es decir, si una entidad mental no es verificable empíricamente, carecería de sentido). No obstante, se considera en la actualidad que el Conductismo es explicativamente impotente (Chomsky se hizo famoso en 1956 con este argumento), y que es imposible entender y explicar la mente humana en términos puramente disposicionales (es decir, en términos de conducta observable)
  3. Materialismo Reductivo (teoría de la identidad): La principal tesis del materialismo reductivo es que “los estados mentales son estados físicos del cerebro, es decir, todo tipo de estado o proceso mental es numéricamente idéntico (es una y la misma cosa) con algún tipo de estado o proceso físico en el cerebro o el sistema nervioso”. En este sentido, reducción es el proceso de determinar el sustrato físico o material exacto que da origen a cierto fenómeno y explicitar las relaciones causales subyacentes, como en el caso de la reducción de la noción de sentido común de “temperatura” en términos de termodinámica (el calor es energía cinético-molecular). Las principales motivaciones de esta postura apelan a la parsimonia: es innecesario manejar dos vocabularios teóricos que apelen a distintos órdenes de realidad (físico y mental) cuando la explicación puede realizarse exitosamente apelando solamente al aspecto biológico. La idea de fondo es que tanto la antigua teoría como la nueva refieren a las mismas entidades y propiedades, pero la nueva teoría describe y explica más fidedignamente los fenómenos aludidos. Sus proponentes afirman que el curso actual de los avances en neurociencia provee de buenas razones para ser optimista, y que una eventual reducción de las ciencias de la mente a las ciencias del cerebro no sólo es posible, sino que inevitable.
  4. Funcionalismo: heredero del Conductismo, el Funcionalismo plantea que los estados mentales son explicables solamente en virtud los roles causales que juegan en relación con los estímulos externos percibidos, otros estados mentales y las conductas. Según Churchland, es la doctrina más ampliamente adoptada al interior de la filosofía de la mente. A diferencia del conductismo, el funcionalismo plantea que es imposible definir los estados mentales postulados por la psicología folk en términos de correlaciones entre estímulos y conducta, y que la caracterización de los estados mentales ineludiblemente debe apelar a otros estados mentales. Este supuesto deviene en el rechazo de la posibilidad de encontrar identidad entre tipos de estados mentales y tipos de estados neuronales, restringiéndose a una identidad débil entre instancias de los mismos (las que si son numéricamente idénticas), e implica  una concepción de la psicología como ciencia especial, metodológicamente autónoma de las ciencias físicas y con sus propias leyes independientes del sustrato en que las entidades, eventos y propiedades mentales se realizan físicamente. Además, al caracterizar a los estados y eventos mentales puramente en virtud de sus propiedades relacionales, deja sin explicar el componente cualitativo de la experiencia.
  5. Materialismo Eliminativo: Ostensiblemente la postura más radical, el Materialismo eliminativo –a diferencia del Materialismo Reductivo- niega la posibilidad de realizar una reducción interteórica que preserve la validez la psicología de sentido común como constructo explicativo, ya que “nuestra psicología de sentido común es una concepción falsa y radicalmente equivocada de las causas de la conducta humana y la naturaleza de los procesos cognitivos”. Según sus partidarios –y al igual como históricamente ha sucedido con otras teorías a lo largo de la historia de la ciencia-, una neurociencia madura (eventualmente) explicaría nuestros procesos y eventos mentales de forma completa, y tanto sus conceptos teóricos como su ontología no tendrían paralelo alguno con los de la psicología de sentido común. El argumenbto esgrimido por Churchland para considerar a la psicología folk como destinada a desaparecer gira en torno a tres razones: a.- El fracaso explicativo y predictivo de la misma con respecto a una amplia gama de fenómenos mentales; b.- La historia de los grandes cambios conceptuales en nuestra comprensión del mundo natural –siendo la psicología folk prácticamente la única que ha sobrevivido durante milenios dada la complejidad de su explananda, y sólo recientemente se ha puesto en entredicho- pareciera indicar que un cambio radical de nuestro concepto de mente no solo es plausible, sino que inevitable; c.- la probabilidad a priori del eliminativismo de ser verdadero es según Churchland mucho mas alta que las probabilidades del funcionalismo y del materialismo reductivo. El argumento básicamente plantea que, mientras el funcionalismo y el materialismo reductivo requieren que la estructura de la teoría antigua y la nueva preserven ciertas relaciones de identidad en los términos teóricos de ambas teorías, la neurociencia tiene muchas mas posibilidades de ser explicativamente exitosa al ignorar a la psicología de sentido común en vez de tratar de reflejarla o adecuarse a ella.

Usualmente, este debate toma formas hipersimplificadas entre el monismo y el dualismo: “el alma existe” vs. “el alma no existe”. Sin embargo, los filósofos tenemos tienen la maldita costumbre de complicar considerar las cosas más allá de lo evidente, buscándole la sexta pata al gato. Si es seguidor de este blog, puede que algunos términos le suenen de la discusión que publiqué hace tiempo a propósito de la “Filosofía de la Mente de los Avatars”.

Bueno, Gazzaniga nos presenta en su breve artículo el siguiente caso hipotético (traducción libre de parte del artícul, sazonada con algunos links, agradezco a don René de neuroeconomia.cl por el heads-up, y si alguien quiere el artículo… avisenos por facebook o twitter LOL):

Un científico extraterrestre aterriza en nuestro planeta y, naturalmente, quiere saber cómo funcionan los humanos. El ET se pregunta si es que los humanos pueden conocerse a sí mismos, así que visita los mejores laboratorios de neurociencia. Este extraterrestre observa a la gente poner electrodos en neuronas individuales dentro de cerebros compuestos por billones de neuronas, con la esperanza de poder entender cómo los pensamientos y las emociones se realizan en la cabeza. Observa a otros hacer mediciones del flujo sanguíneo en el cerebro de personas que juegan videojuegos dentro de magnetos gigantes y ruidosos. Otros investigan sobre el cómo miles de genes podían darnos alguna pista sobre las estructuras involucradas en ciertas conductas particulares. ET queda completamente perplejo. Los humanos parecen estar hipnotizados en su dedicación a las mediciones de las partes subyacentes, pero no se dan cuenta que perdieron el norte: la comprensión de la mente.

Afortunadamente el extraterrestre descubre que un filósofo terrícola llamado John Stuart Mill, pensó sobre este problema hace 150 años: “Todos los cuerpos organizados están compuestos de partes, similarmente a aquellos compuestos de materia inorgánica, y ellos mismos existieron en un estado inorgánico; pero el fenómeno de la vida, que resulta de la yuxtaposición de esas partes de una manera específica, no tienen ninguna analogía a ninguno de los efectos que se producirían por la acción de las sustancias componentes consideradas como meros agentes físicos. Independientemente de el punto hasta donde podemos imaginar la extensión y perfeccionamiento de nuestro conocimiento de las propiedades de los muchos ingredientes de un cuerpo viviente, es seguro que ninguna mera suma de las acciones separadas de sus elementos se comparará con la acción de el cuerpo vivo mismo.”

Más tarde algunos filósofos británicos bautizaron esta idea como emergencia. C. D. Broad eventualmente formuló el concepto de ley emergente y nos dice que “es una declaración del hecho irreducible que, un agregado compuesto de agregados de el orden más bajos siguiente en tales o cuales proposiciones y configuraciones tiene tales y cuáles propiedades no deducibles de su configuración”. Desafortunadamente, el extraterrestre descubrió que a los neurocientistas no les gusta este tipo de razonamiento. Ellos se aferran a la idea que la comprensión de las partes elementales del sistema nervioso les explicarán el cómo el cerebro hace su magia para producir los estados psicológicos que todos disfrutamos. Abandonar esta idea parece ser peligroso para ellos, que temen que cierto tipo de fantasma se escurriría dentro del cerebro.

El extraterrestre consideró este miedo como algo extraño, porque los otros científicos que investigan asuntos complejos no tienen problemas con el emergentismo. Los físicos, los químicos y los biólogos conocen bien el fenómeno. En el contexto de la física, por ejemplo, Philip Anderson señala que “la habilidad de producir todo a leyes fundamentales simples no implica la habilidad de comenzar partiendo esas leyes y reconstruir el universo desde ahí. De hecho, mientras más sabemos sobre la naturaleza de las leyes fundamentales que rigen a las partículas elementales, cada vez tienen menos relevancia a los problemas reales de el resto de la ciencia, y mucho menos para los problemas de la sociedad”.

Entonces, ¿cómo lo hace el cerebro? Entender el cómo funcionan todas y cada una de las neuronas no nos dice absolutamente nada de él como el cerebro fabrica un estado mental. Seguramente todas conducen impulsos eléctricos y emiten neurotransmisores al servicio de la comunicación. Pero ¿cómo es que esto produce pensamientos y sentimientos? y ¿cómo puede el sistema seguir funcionando después de que las neuronas en cuestión son afectadas por daños estructurales o metabólicos? Al igual que una democracia social sigue funcionando cuando los individuos que la componen desaparecen, esta red biológica sigue funcionando, es como si la función emergente guiara la física subyacente.

Un típico Antropólogo Marciano

La historia (que me recordó poderosamente el cuento “They’re Made Out of Meat” que publicamos aquí), como todo gedankenexperiment, tiene su yayas: Asume que una inteligencia superior tendría el problema resuelto, en vez de poner énfasis en la posible o probable inconmensurabilidad entre las formas de concebir el mundo de organismos diferentes al nuestro y con una historia evolutiva distinta… aunque seria la raja que tuvieran resuelto el problema de la traducción radical de Quine. Y en todo momento tiene un supuesto básico que no parece cuestionar en profundidad: la reificación de las entidades o propìedades mentales, asumiendo que son reales, y sin considerar la posibilidad que en vez de un emergentismo, la posición correcta sea un epifenomenalismo o un monismo anómalo, tendencias que #confieso me tienen bastante tentado a pesar de sus contradicciones aparentes -_-‘

Aparte de esa pequeña queja, el artículo es bellísimo y tiene una moraleja clara, para quien la acepte: los fenómenos y entidades mentales son emergentes, y tienen lógicas propias, las cuales no pueden ni podrán ser elucidadas a partir del los elementos que componen el sistema en el que se originan. El Emergentismo es un tipo de Dualismo de Propiedades, en el sentido que no es reduccionista. Si bien es fisicalista, niega que la psicología sea en último término sólo biología (del mismo modo que la biología no es sólo quimica, y así sucesivamente). El siguiente gráfico ilustra muy bien el concepto.

Gazzaniga, en el libro “El Pasado de la Mente”, cita las investigaciones de Benjamin Libet sobre el lag que tenemos en el acceso consciente a nuestros propios deseos e intenciones, dando a entender que “el cerebro decide antes de que nos demos cuenta”… el presente consciente es como el espejismo de lo que pasó hace una fracción de segundo atrás. Si esto es asi, ¿que rol causal puede tener nuestra conciencia en la conducta? La distinción entre consciente e inconsciente, que es CENTRAL para la psicología, se nos diluye… como decia el gran Apu V. S. Ramachandran, “Esto sugiere que nuestras mentes conscientes tal vez no sean libres de hacer cosas, sino más bien de no hacerlas.”

Posibles relaciones de causalidad entre estados fisicos (P) y estados mentales (M)

Y bueno…. ¿son la conciencia o la voluntad una “ilusión de usuario”, o son reales en un sentido fuerte? ¿Somos libres, o solo “creemos” que lo somos?

Mi modesta respuesta a la pregunta por la ontología de lo mental es: no tengo idea. Pero si creo que las consecuencias para la psicología y la filosofía serían de larguísimo alcance. Bueno, seguramente Ziltoid (que segun dicen, si existieran dos omnisciencias, el sería AMBAS) conoce la respuesta.

Les dejo con esta maravillosa conferencia de don Michael. Buen provecho, y si llegó hasta aquí… gracias! ^_^

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P.D: Y si echó de menos a Maturana en el post, aclaro que no soy experto en él… y que la ontología no es su jurisdicción exclusiva. 😛