Mañana será publicado el último libro de Francis Fukuyama, el alegado ideólogo del “Fin de la Historia” en términos hegelianos (y que tanto machacó el CEP en los noventas): “The Origins of Political Order: From Prehuman Times to the French Revolution“. Vamos a leer el libro pronto para hacer acá un comentario, pero ya hay una bomba lanzada por el autor en una entrevista con Newsweek:
“Jared Diamond’s Guns, Germs, and Steel is probably closest to what I’m doing now,” Fukuyama says, comparing himself to the author of a bestseller who argued in 1997 that geography and climate ultimately determined why some societies (like Europe and North America) thrived while others (like sub-Saharan Africa) remained underdeveloped and poor.
Para ir preparando el güergüero para la ingesta y posterior digestión de esta nueva obra del norteamericano de origen japonés, los dejamos con un texto algo antiguo que escribimos sobre Diamond en la revista Capital a inicios del 2006.
Supervivencia o suicidio colectivo
Dos libros, recién publicados en castellano, intentar explicar por qué los pueblos emergen, se enriquecen o se destruyen. Los motivos básicos ya no serían raciales ni genéticos. Según el profesor Jared Diamond, autor de ambos textos, la causa profunda es medioambiental. Y permite entender las ventajas que hizo efectivas el mundo euroasiático.
La historia que recordamos de la escuela cuenta que uno de los momentos cruciales en el proceso de la conquista de América ocurrió el 16 de noviembre de 1532, cuando Francisco Pizarro, al mando de un grupo de 168 hombres, capturó en el mismísimo centro del imperio incaico al Inca Atahualpa, sin que éste pudiera defenderse pese a tener un ejército quinientas veces más numeroso que el conquistador hispánico.
Entre las razones que se entregan sobre el colapso incásico se recuerda que el Imperio estaba saliendo de una guerra civil que enfrentó al propio Atahualpa con su némesis, Huáscar. También que el armamento de los españoles era superior al de sus adversarios e incluso se ha sugerido algún tipo de supremacía cultural de los primeros. Pero, esto es solo una parte de la historia.
Tal como en el desenlace de La guerra de los mundos, de H.G. Wells, los verdaderos ganadores de ese conflicto fueron las enfermedades: seis años antes de la aparición de Pizarro, en 1526, una epidemia de viruela se había extendido por el imperio andino matando al Inca Huayna Capac, a gran parte de su corte, a un porcentaje considerable de la población, y, por último, a su legítimo sucesor. Esa fue la causa de la guerra civil. La peste había llegado con los primeros españoles que pisaron el continente americano, casi treinta años antes. Pero, ¿por qué venía con ellos?. Y ¿por qué los españoles no fueron a su vez diezmados por males americanos?
En el fondo, ¿qué condiciones hicieron prevalecer a los europeos y destruyeron a los nativos? ¿Cuáles son las claves para que una civilización triunfe, mientras otras se convierten en escombros? ¿Hasta qué punto estos procesos se registran en la actualidad? La respuesta a estas preguntas no es totalmente histórica, ni biológica ni cultural. No para el profesor Jared Diamond, quien ha escrito un par de notables libros sobre el asunto y que desde hace menos de un año pueden encontrarse en español.
Asunto de amplitud
El primero, y el más polémico, es Armas, gérmenes y acero, que Diamond (entonces un desconocido profesor de geografía y fisiología en la UCLA) publicó en 1997 con el ambicioso subtítulo “Una breve historia acerca de todo en los últimos 13 mil años”. El enfoque del texto era claro: responder por qué en la actualidad la civilización dominante es de origen euroasiático, pero sin tener que recurrir a factores culturales como la gran mayoría de las historias universales. El libro va más allá: recurre a una serie de correlaciones entre elementos geográfico-ambientales y el auge de las civilizaciones. Diamond no hace una historia de los hombres ilustres; tampoco, por cierto, una “pequeña historia”. Su atención se concentra en grandes períodos de tiempo (no por nada despacha esos 13 mil años en 500 páginas), en grandes extensiones geográficas, y si bien no deja de lado el tradicional estudio de las respectivas sociedades, los factores que le ocupan son otros.
El punto de partida es una conversación del autor con Yali, un dirigente político de Nueva Guinea. Este le pregunta por qué históricamente los americanos han tenido más cargo –es decir, bienes manufacturados– que ellos. Y, según el libro, la explicación se encuentra al observar los continentes en el mapa. Si uno se detiene en las tres mayores masas continentales –América, Africa y Eurasia– percibirá claramente que las dos primeras son más largas que anchas, mientras que en el caso de la tercera esta relación se invierte.
Según postula Diamond, a cada gran continente le corresponde un eje: América y África tienen ejes norte-sur; Eurasia, en cambio, va de este-oeste.
El alcance de esto es enorme: si el eje es este-oeste, la mayoría del territorio se encuentra en un mismo rango de latitud, a la misma “altura”, y por extensión comparte un mismo clima; un fenómeno esencial, pues permite el desplazamiento de especies animales y vegetales con relativa facilidad a lo largo del eje. Si una especie se ha domesticado en algún punto del territorio, esta domesticación puede trasladarse a los puntos paralelos: las poblaciones humanas paralelas se ven, entonces, beneficiadas por los hallazgos de las restantes civilizaciones.
Según Diamond, el descubrimiento de las tecnologías de domesticación ha generado y aún genera un círculo virtuoso: al producir un incremento de la población, las sociedades se van complejizando, pasando de bandas compuestas de solo unas docenas de individuos, a tribus de centenares, jefaturas de miles hasta llegar a los Estados de decenas de miles. Más individuos interconectados significa más inventiva y por lo tanto el descubrimiento de nuevas tecnologías. Pero esto reviste un peligro, el más importante a lo largo de la historia: la propagación de las enfermedades. El autor plantea que la combinación de grandes poblaciones humanas en contacto con animales domésticos favorece tanto la aparición de nuevas enfermedades –generadas por la mutación de enfermedades animales al entrar en contacto con humanos–, como su propagación. Una y otra vez a lo largo de la historia las grandes poblaciones han sido atacadas por nuevas enfermedades, lo que ha desembocado muchas veces en la desaparición de éstas, aunque también, y esto es importante, en la supervivencia de individuos inmunes quienes, por selección natural, han transmitido su condición a las generaciones sucesivas.
El fenómeno devuelve a la pregunta del inicio. ¿Por qué las enfermedades venían con los españoles, y los españoles no fueron a su vez diezmados por pestes análogas americanas?
La solución es que los europeos acarreaban consigo una rica colección de patógenos adquiridos a lo largo de siglos de contacto con animales domésticos y pestes varias: viruela, sarampión, influenza, tifus, difteria, malaria, paperas, tuberculosis, y fiebre amarilla, entre otras. Los americanos, en cambio, no poseían un pool de enfermedades equivalentes, ni las inmunidades correspondientes. De hecho, la única enfermedad que posiblemente –y solo posiblemente– pudieron contagiar a los europeos fue la sífilis.
Pese a la viabilidad de los argumentos, Armas… y el propio Diamond se ganaron su buena cantidad de detractores y por una razón que el propio autor anticipaba en el libro: el eurocentrismo. Por sugerir que los europeos ganaron la “competencia” (solo que en vez de atribuir el triunfo a motivos raciales, lo justifica con argumentos medioambientales) y por no prestar demasiada atención a lo ocurrido en los últimos 1.500 años ni a lo que viene asociado con ellos (democracia, capitalismo, racionalismo). El se ha defendido recordando que su libro es sobre Eurasia y, en atención a los que defienden la presunta hegemonía asiática en el siglo XXI, el concede que la supremacía europea es un asunto temporal.
Suicidios asistidos
El impacto de Armas, gérmenes y acero (Editorial Debate, 2006) no fue menor en la comunidad científica ni en los medios. Diamond obtuvo el premio Pulitzer por el libro en el 98, la National Medal of Science, en el 99 y una serie de TV basada en el texto y sus teorías se estrenó el año pasado. Al mismo tiempo, comenzó a disfrutar de cierta celebridad extra científica: en noviembre de 2005, la revista británica Prospect Magazine publicó una lista de los cien intelectuales públicos más importantes, elegidos por más de 20 mil votantes. El ranking era encabezado por Noam Chomsky y Umberto Eco. Jared Diamond aparecía en el noveno lugar. Fue en el momento preciso: acababa de publicar una suerte de continuación de su trabajo anterior: Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen (Editorial Debate, 2005).
En este segundo volumen, Diamond se preocupa de contestar algunas interrogantes que surgen de la lectura del primero, y no solo escudriñar el pasado, sino proponer algunos futuros posibles. Plantea que los diversos colapsos a lo largo de la historia siguen un patrón similar, un proceso que se denomina ecocidio y que implica desforestación y destrucción del hábitat, problemas con el suelo, el manejo del agua, caza y pesca excesiva, efectos de especies introducidas sobre las nativas.
Históricamente, el crecimiento poblacional ha forzado a adoptar prácticas insustentables que llevan a algunos de los modelos de daño ambiental mencionados, lo que trae como consecuencia escasez de alimentos, hambruna, guerras, y derrocamientos de las élites gobernantes por masas desencantadas. El cierre del circuito es el descenso de la población con la consiguiente pérdida de complejidad social, política, económica y cultural de la sociedad en cuestión, que, en el caso extremo puede significar la desaparición definitiva de la misma.
La propuesta –más orientada al futuro– de Colapso no significa, sin embargo, la proposición de una solución de continuidad entre presente y pasado. Según Diamond:
“diferimos de las sociedades pasadas en algunos aspectos, lo que nos pone en una situación de menor riesgo que aquellas: tecnologías más avanzadas, globalización y un gran conocimiento acerca de las civilizaciones pretéritas. Pero, al mismo tiempo diferimos en otros aspectos que nos ponen en mayor riesgo que aquellas: los efectos destructivos de las nuevas tecnologías, dependencia de millones de personas de la medicina moderna, y una población mundial muchísimo más grande”.
Hablando del pasado, Diamond expone en el texto destrucciones históricas como las de los mayas, pascuenses, la tribu nortemericana Anazasi y los asentamientos escandinavos en Groenlandia (ver abajo) y algunos casos modernos: el genocidio en Rwanda, el desarrollo en China y Australia, la catástrofe de Haití, y esencialmente concluye que al no prestar atención a las condiciones de su ambiente, las sociedades pueden encaminarse en forma consciente a la desaparición. Dicho de manera gruesa: se suicidan.
Lo explica notablemente Malcolm Gladwell en su reseña del libro para The New Yorker:
“Podemos respetar la ley, amar la paz, cultivar la libertad y nuestra propia idea de los valores y aún así comportarnos de un modo biológicamente suicida. La supervivencia cultural y la medio ambiental son cosas separadas”.
Al respecto, la visión de Diamond es aún más dura:“los valores a los que la gente se aferra con mayor porfía bajo condiciones inadecuadas son los mismos que antes fueron la fuente de sus más grandes triunfos sobre la adversidad”. La ironía llega a ser dolorosa, más aún cuando uno aplica estas lecciones, al presente, al aquí y ahora.
La muerte de las comunidades nórdicas
En pocas secciones de Colapso, la lógica de la autodestrucción es tan feroz como cuando Diamond describe la muerte de las colonias nórdicas groenlandesas (fundadas en el año 982). Pese a que la isla era un paraíso para la pesca, éstas persistieron por 450 años instalados “a la europea”, criando ganado, cultivando tierras para el pastoreo y practicando la caza mayor. Económicamente eran prósperas y viables, y llegaron a acumular hasta 5 mil personas; pero el ecosistema resultó muy frágil para aguantar ese estilo de vida. Para 1408 estaban al borde de la catástrofe, pero sus costumbres seguían intactas: se negaron sistemáticamente a vivir al modo de los innuit (los esquimales), a pescar para sobrevivir. Murieron de hambre. Indagando en sus ruinas, los arqueólogos hallaron que en sus días finales los colonos, sin cultivos a los que apelar, se comieron sus animales, uno por uno, y luego a sus mascotas. No se encontraron, sin embargo, osamentas de peces.
15 comments
Carlos says:
Abr 11, 2011
Notable reflexión la de Diamond y de los autores… alguna vez discutí con un eocnomista acerca de cuánto había de medioambiental en el “éxito macroeconómico” chileno. O sea, cuánto de clima meditrráneo, ausencia de malaria o dengue, etc… No me pescó mucho. Todo estaba en la calidad de las políticas públicas… oj oj oj…
Ricardo Martinez says:
Abr 11, 2011
Hola Carlos:
Hace algunos años tomé de la Wikipedia la latitud de los países del mundo y su índice de desarrollo humano y apliqué una correlación Pearson… el resultado fue de 0,57: correlación positiva, a mayor latitud mayor IDH!!! Mira este recuadro: https://picasaweb.google.com/ricardomartinezg/Economia_y_Geografia#5594319573072998770 tomado del libro BID (2000) IPES 2000 Desarrollo más allá de la economía, que trata de explicar porqué los países de latinoamérica no parecen salir de la fase de developing countries, a pesar de un par de décadas de aplicaciones de principios económicos “modernos”. En él se muestra que dos factores son claves: la latitud que, como bien señalas, se asocia a enfermedades graves como el dengue y la malaria, además de ofercer condiciones negativas para la agricultura intensiva y en consecuencia la imposibilidad de mantener grandes poblaciones urbanas; la segunda, la distancia al mar (que facilita el intercambio internacional de bienes): países africanos del ecuador sin acceso al mar son los más deprivados del mundo.
El caso del clima mediterráneo es crítico: Diamond propone que “todas” las regiones reconocidas como productoras de vino (con climas templados costeros y que son muy pocas, como California, la Costa Azul, la costa Sudafricana, las regiones costeras de Australia, ¡y la zona central de Chile!) son, al mismo tiempo, los polos de mayor desarrollo en el mundo.
Un abrazo,
Ricardo
Carlos says:
Abr 11, 2011
Vaya, entonces tenemos condiciones excepcionales pro-desarrollo, compensadas parcialmente por nuestra situación sísmica… Y la mediterraneidad, otro factor para tener más empatía con Bolivia, ¿no? No es capricho lo de ellos, ni argumento esto de que “perdieron en la guerra”….
Ricardo Martinez says:
Abr 11, 2011
Sí, son condiciones excepcionales… sobre lo de la sismicidad…hummm… hay un texto extraordinario que pillé cuando lo del terremoto, en él se mostraba que los países afectados por desastres naturales recurrentes y cíclicos desarrollaban una “economía de la solidaridad” (casos clásicos: las crecidas del Nilo en el antiguo Egipto y los tifones en India y Bangladesh). Sobre lo de Bolivia, completamente de acuerdo. Aunque, el solo hecho de entregar una salida al mar no es suficiente (los asentamientos urbanos de nuestros vecinos seguirían estando MUY lejos del mar), por eso tiendo a pensar en que lo mejor es combinar una salida al mar con un corredor de grandes carreteras que permitan el libre tránisto de bienes desde las costas chilenas hacia el interior del continente llegando a Brasil, eso sí sería un factor de desarrollo considerable.
tomas bradanovic says:
Abr 11, 2011
Ah sobre el corredor Chile y Bolivia ya no tienen nada que hacer. Brasil está financiando una obra inmensa por el Perú que está muy avanzada, la Carretera Interoceanica que tendrá enormes consecuencias a mediano y largo plazo, ya nomás las vamos a ir viendo. Entra del Brasil por Puerto Maldonado y tiene dos ramas, una para Cusco-Arequipa y la otra para Puno-Ilo, el camiones espeluznante, yo lo hice el 2008 http://bradanovic.loganmedia.com/aventuraenlaselva/aventura%204.htm
El corredor por Bolivia-Arica lo descartaron el año 1995 más o menos.
tomas bradanovic says:
Abr 11, 2011
En http://www.infoarica.loganmedia.com/1ta/arica_territorio_000287.htm el doctor Renato Aguirre desarrolla extensamente la explicación de Diamond aplicada a la conquista. A mi me parece bien tirada de las mechas, hay muchas teorías por el estilo que olvidan que correlación no implica causalidad, las conclusiones basadas en correlación estadística son típicas de la economía y todas las ciencias sociales. Hay muchos climas locales a lo largo de toda una latitud y estar a igual latitud no implica necesariamente mayor movimiento de las personas a lo largo del eje, entre otras cosas.
Creo que la explicación de Diamond es muy patuda. Hay un montón de explicaciones económicas armadas sobre bases similares, suenan interesantes pero se basan en demostraciones débiles.
Igual, como viví en Chiloé y en Arica no puedo negar que el clima influye mucho en como se comportan las personas, pero la explicación de Diamond parece una de esas extrapolaciones que se hacen populares cada cierto tiempo.
Ricardo Martínez says:
Abr 11, 2011
Hola Tomás, tanto tiempo!!!
El texto de Renato Aguirre lo había leido por esos mismos años y me pareció muy choriflai. Sobre lo de los climas, Diamond aporta un dato que me parece muy robusto: mapas con indicaciones de tiempo de cómo se desplegaron geográficamente los usos, por ejemplo de distintos granos por el Mundo Antiguo (https://picasaweb.google.com/ricardomartinezg/Granos#5594360130466566706). Cuando se lee en su forma resumida, la teoría de Diamond puede parecer media tirada de las mechas, de acuerdo, pero, en su versión con respaldos de otras investigaciones, de a poco uno se va como convenciendo de que el caballero no está tan chiflado.
Un abrazo,
Ricardo
tomas bradanovic says:
Abr 11, 2011
Puede ser Ricardo, yo tengo la mala costumbre de leer las puras solapas de los libros por eso opino a veces al voleo.
A todo esto leer superficialmente no es un sistema tan malo como parece, como a mi me cuesta concentrarme y con tanto apetito no podría leer de otro modo. ¡Podrías escribir algo sobre la lectura superficial tu que eres especialista! Ya tengo una idea para una barsa-entrada del blog: “leyendo las solapas” o “los abstract son la papa” jaja
Saludazos Amigo!
Carlos says:
Abr 11, 2011
La lata es que el debate en Chile no está, y bolivia lleva años pidiendo un tratamiento bilateral que no avanza mucho. Tal vez si se tratara regionalmente se podría hacer algo. lo que no se resolvería, por cierto, por ninguna vía que no sea la interna, es el contencioso Santa Cruz-Sierra… Campa-Colla, de larguísima data.
maldonado says:
Abr 11, 2011
Me parece muy bien que hayan encontrado una nueva piedra de rosetta. Renueva y ameniza el debate sobre el por qué unos son perdedores y otros, ganadores: una muy euroasiática forma de ver la realidad. De partida, habría que decir algo evidente, que la mayor parte de los fenómenos sociales, por no decir todos, son multicausales, y no son producto exclusivo de una o dos. Ahora, si bien me queda claro que la caída de los incas se debió más que probablemente al virus (no sólo el de la viruela); no me queda muy claro que haya ocurrido lo mismo con los aztecas, para no salirnos de América. A mi juicio, más que gérmenes, fueron las armas y el acero (el de las cruces sobre todo) el que fregó a los aztecas, amén que entre ellos había una interpretación escatológica sobre la llegada de los españoles, muy bien aprovechada por el euroasiático Cortés. Ahora bien, tampoco me cuadra eso de “sociedades primitivas”, “suicidas”, “faltas de desarrollo”, aplicado a ciertos pueblos originarios de América (no necesariamente a las llamadas “grandes civilizaciones”), porque este molde es un molde moderno (euroasiático) hecho a imagen y semejanza de sus creadores; es decir: un traje a la medida. Aquellos conceptos, nada tenían que hacer dentro de esas culturas, ya que su despliegue, en buena parte, no iba “contra” el medioambiente, sino que lo acompañaba y lo complementaba. Existía pues, sin ser románticos, una especie de armonía, la que precisamente y desgraciadamente, vino a ser rota por los extranjeros, quienes, por sus necesidades de expansión, hicieron tabla rasa con todos estos compadres. No necesito recordarles la muy citada carta del jefe Seattle al presidente de los euroasiáticos en América, por ejemplo, carta cuyo contenido es bastante “ecologista” para ser verdad, pero en fin…. Por supuesto, Diamond habla sobre Euroasia, como posiblemente lo hará también Fukuyama en el Origen del proto-Estado hegeliano. Imperdible.
Grapplervegan says:
Abr 12, 2011
Existe un documental basado en el libro de Diamond, dejo los enlaces:
Por megavideo:
http://www.taringa.net/posts/videos/6581152/Documental_-Armas_-germenes-y-acero.html
Por Youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=CGm32uBLKQA
Hector Alvarado Navarrete says:
Abr 12, 2011
Otro titulo, quizás más frikie, de Jared Diamond es Por que es divertido el sexo?, por qué los amantes hacen lo que hacen ?, un estudio de la evolución de la sexualidad humana, etida en 1999…
Francisco says:
May 1, 2011
Muy buena reseña los libros de diamond, pero deja de lado algunos elementos culturales.
En mi opinión la idea indoeuropea de libertad y curiosidad, han sido el motor de su expansión y dominio (pero claro hablar de indoeuropeos es algo añejo, lo podriamos explicar como la cultura nacida del centro de eurasia).
Y sobre el último parrafo, deja de lado la pequeña edad del hielo Europea, que fue la que condeno a los nórdicos en Groenlandia.
El elefante, el rey y Ana Karenina | TerceraCultura.cl says:
Abr 15, 2012
[…] “vulnerable”, según la lista IUCN), hemos recordado la explicación que daba Jared Diamond en Armas, Germenes y Acero sobre las diferencias entre especies domésticas y salvajes: el principio de Anna […]
Isla de Pascua: ¿ecocidio o utopía? | TerceraCultura.cl says:
Ene 17, 2013
[…] Creemos que es un buen momento para compartir un documento que hemos mencionado al pasar anteriormente, el libro “The Statuesd that Walked” (Hunt & Lipo, 2011). La siguiente es la traducción del comentario realizado por Robin Torrence del Australian Museum para Science, en que se resume la propuesta “anti-ecocida” de los arqueólogos, en contra de la hipótesis del ecocidio, sostenida, entre otros por Jared Diamond en “Colapso”. […]