Desde que Henry Fairfield Osborn, presidente del Museo Americano de Historia Natural, llamara Tyrannosaurus Rex en 1905 a los restos de un esqueleto encontrado un par de años antes en Montana y que fuera hypeado en su día por el New York Times (“el animal de combate más formidable del que haya cualquier récord“, “el rey de reyes en el dominio de la vida animal“, “el señor de la guerra absoluta de la tierra” “un real caníbal de la selva” –¡esos eran tiempos para el periodismo científico!, xD), el famosísimo dinosaurio invadió el imaginario de niños, jóvenes y adultos a lo largo del siglo XX, primero de la mano del nunca bien ponderado Willis O’Brien (animador en stop-motion del King Kong de Schoedsack & Cooper -1933- y mentor de Ray Harryhausen) y luego en un sinnúmero de apariciones en cine, TV, figuras de acción, etc. Los proto-nerds de los cincuentas en adelante (niños que los reproducían en plasticina o los dibujaban con acuarelas) lo tuvieron siempre en el panteón de los personajes memorables. Claro, hasta que Barney lo edulcoró, y Spielberg hizo que un Spinosauro lo derrotara en Jurassic Park III; además de toda la disputa geopolítica prehistórica de diferentes naciones que reclaman tener un carnívoro más grande y/o feroz en su subsuelo (el Gigantosauro argentino, para no ir más lejos).

Ahora vuelve por sus fueros.

Un trabajo realizado por Hutchinson et al (2011) y publicado en PloS One, en que levantaron estimaciones por medio de escáner en tres dimensiones a partir de cuatro restos de especímenes adultos y uno más joven, revela varias cosas sobre el tamaño y peso, el crecimiento y las habilidades de nuestro dino favorito.

  • En primer lugar que el volumen y masa de esta criatura sobrepasa en alrededor de un 30% los datos manejados anteriormente (Sue –qué nombre para un saurio–, el mayor ejemplar con el que trabajaron, llega a pesar casi diez toneladas).
  • Que el crecimiento de la especie era fenomenal (nacía pesando unos 10 kilos y llegaba a los 6000 hacia los veinte años), esto es una tasa de 1.790 kilos durante la adolescencia.
  • Y que ese mismo crecimiento producía notables cambios en sus capacidades locomotoras, las que variaban enormemente a lo largo de la vida (por ejemplo, cambiando el centro de gravedad, y en consecuencia la postura, y las relaciones de tamaño de las extremidades respecto del torso y la cola), aunque en la edad adulta seguía moviéndose a velocidades máximas dentro del rango de los 17 a los 40 kilómetros por hora (o sea, si su máximo real es 40 Km/h, ni Usain Bolt podría haber escapado de él –Bolt tiene el récord de velocidad humana en el mundo con 37,5 Km/h).

Los investigadores, a lo largo del paper, señalan que para precisar más sus resultados se requiere del estudio de otros especímenes y perfeccionar en algunos aspectos los procedimientos.

Los dejamos, como siempre con un temita ad-hoc, de T. Rex, la banda del doble de Steven Pinker: Marc Bolan.