Hará cosa de dos meses mi madre me llamó por teléfono una tarde y me dijo: “Kayito [asi me dicen en mi casa paterna], acabo de ver un programa en la tele sobre una mujer que canta maravilloso, es negra, canta a pata pelá y en portugués: necesito que me digas quién es, y que me consigas sus discos”. Se trataba, por supuesto de Cesária Évora, la diva de los pies descalzos, que cantaba de esa manera como un manifiesto por las luchas de su pueblo, Cabo Verde contra el hambre, la pobreza y la dominación. Mi madre consiguió en poco tiempo los discos, y llevábamos varias semanas intercambiando sus melodías. Por eso, la noticia de su fallecimiento, hoy, nos ha cubierto de una enorme pena:

“La cantante Cesaria Evora, la diva de los pies desnudos, murió a los 70 años en un hospital de su natal Cabo Verde.

Residente en París, Evora estaba retirada de los escenarios por su mala salud. Regresó a su país natal para pasar sus últimos días.

Evora cultivó la morna, melancólico como el fado de los caboverdianos. El primer disco de la cantante fue La diva de los pies desnudos (1988). Su primer gran éxito fue Miss Perfumado (1992)” (BBC).

Supongo que como muchos la voz de Cesaria llegó a nuestras vidas con la canción “Ausência”, del soundtrack de Underground (Bregović, 1995), para la cinta homónima de Kusturica.

En mi caso, tuve la suerte de que Scott Sadowsky me pasara el Café Atlántico el año 2000, disco que he disfrutado como pocos en la última década. Y si bien no soy muy afín a la World Music, Putumayo y otras yerbas del tenor, ante Cesaria simplemente me rendí, y de hecho no creo que su sindicación al género del WM sea del todo justa.

Partamos por el principio, por una definción:

“El nombre [World Music] fue inventado en 1987 por los jefes de una serie de pequeñas discográficas con sede en Londres que encontraban que sus relizaciones de África, América y otras estrellas internacionales no encontraban espacio en las estanterías de las tiendas de discos, y que tampoco tenían un lugar obvio para ponerlas. Por lo que se les ocurrió la etiqueta de Música del Mundo, al principio como una campaña de marketing de un mes para impresionar en las tiendas de música, a los críticos y a los compradores de que se trataba de sonidos que valía la pena escuchar. El nombre quedó, sin embargo, y fue adoptado rápidamente en las tiendas de discos y fiestas, en revistas y libros, a ambos lados del  Atlántico” (Broughton, Ellingham & Trillo, 1999, World Music: the Rough Guide).

Según Anandam Kavoori (2009, World music, authenticity and Africa: Reading Cesaria Evora and Ali Farka Toure) uno de los aspectos más discutibles de la WM es su filiación con lo que denomina la “posmodernidad global”, donde la música cumple una función socialmente significativa por la cual los pueblos del mundo (a niveles locales, nacionales, regionales, etc.) reconocemos identidades y lugares así como los límites que los separan, y, por otro lado, cumple además la función de hacer de marcadora de identidad, esto es, un medio para promover estereotipos: hombres tocando la trompeta, mujeres tocando el arpa, y así (cómo muestra tan genialmente esta publicidad de BAFICI en la Argentina).

De este modo, según Kavoori, la WM podría ser entendida simplemente como una táctica de marketing para promover melodías “étnicas” en las estanterías de las tiendas occidentales, con la promesa de exotismo y pintoresquismo.

El autor trata la música de Évora con esta luz y descubre varios aspectos que claramente la erradican de esos márgenes estrechos.

En primer lugar, sus dos interpretaciones más reconocidas, “Bésame Mucho” y “Sodade”, llaman al investigador la atención porque:

“[Sobre “Bésame Mucho”] Es paradójico que una canción de México sea usada como una bandera de la enajenación de la caboverdiana / africana, pero no del todo sorprendente. La experiencia del exilio, de dejar las cosas atrás, es tanto un hecho de la cultura mundial como lo es de la experiencia caboverdiana / africana (…) La otra canción con la firma de Évora es “Sodade”, una famosa morna. Lo que el corrido es para México o el tango para la Argentina, se la morna para Cabo Verde. Esta forma de canción nacional -de por lo menos un siglo y medio de edad- es parte del repertorio de casi todas las bandas de Cabo Verde. Las mornas tienen melodías principales menores y son lentas, a menudo con un ritmo similar al de una habanera cubana. Sin embargo, sus letras son el fondo de la cuestión. La letra de una morna puede por sí sola entenderse como una forma poética. Aquellas letras suelen hablar de amor y anhelo y de la distancia de la amada/o” (Kavoori, 2009:6)

El autor llega a tres conclusiones, sobre la autenticidad de la música de Évora en el marco de la WM que creo importante compartir:

  • Lo “auténtico” no es una construcción monolítica, compuesta por un conjunto fijo de binarios culturales como oeste/resto, yo/otro, moderno/tradicional, sino que se trata de conceptos que resultan movilizados a través de cada espacio específico local, como en el caso de África.
  • Lo “auténtico” no es una categoría sociológica estática sino que tiene un elemento expresivo: se manifiesta en la experiencia cinética y psicológica de escuchar música.
  • Lo “auténtico” en el la World Music (en especial en el caso de Évora) permite una búsqueda localizada, contextual, y transcultural de la identidad en el mundo moderno.

Finalmente, respecto de la autenticidad, no se nos debe olvidar nunca lo que dice Steven Pinker (2002:66) en The Blank Slate:

“Las papas no son irlandesas, la paprika no es húngara, los tomates no son italianos, el ají no es ni indio ni chino, y la yuca no es africana”.

Évora lo definía de manera similar:

“Nuestra música es un montón de cosas (…) Algunos dicen que es como el blues o el jazz. Otros dicen que es como la música brasileña o africana, pero nadie sabe realmente. Ni siquiera los antiguos.”