Se llamaban Pilita y Merendina y actuaban como payasos en las escaleras del Portal Álamos en Viña. Los debo de haber visto en 1988 ó 1989. Sus chistes eran demasiado subidos de tono para los niños que los iban a ver en las heladas noches viñamarinas. Por eso Paul Vásquez y Mauricio Medina optaron por sacarse los disfraces y crear al Flaco y al Indio a inicios de la década de los noventa. En 1993 con unos amigos vi su película Cementerio Pa’l Pito, y reparé en una cosa. Ese mismo semestre había tenido el curso de Literatura General II que incluía el teatro renacentista. En varias de las sesiones del ramo se nos explicaron las características de una de las tradiciones teatrales más importantes de la época: la Commedia dell’Arte.

La Comedia del Arte era un tipo de teatro originado en Italia en el siglo XVI que rescataba tradiciones anteriores de la Edad Media y de la Antigüedad, como los juglares, los bufones, y los textos de los comediógrafos latinos como Terencio o Plauto. En la Comedia actuaban los Innamoratti (enamorados, Isabella, Flavio), los Vecchi (Viejos, Pantalone, Il Dottore, Il Capitano) –que intentaban impedir los romances anteriores– y los Zanni (sirvientes, Arlecchino, Brighella, Colombina) que introducían deslices en las tramas (canovacci) que se denominaban Lazzi. Los Lazzi consistían en:

“lo que Arlequín o las otras máscaras hacen en medio de la escena, que interrumpen con locuras repentinas, o con bromas ajenas al argumento de la obra que representan, y al cual son obligados a volver; se trata de esas inutilidades que no consisten más que en el juego que inventa el actor siguiendo su ingenio”
(Fernández Valbuena 2006:LXX).

Había Lazzi de diferentes tipos: orales, gestuales o físicos (la slapstick commedy); orientados siempre a causar la risa de los espectadores y la apreciación del arte de sus ejecutores. En el curso se nos enseñaron numerosos tipos de Lazzi que coincidían casi a la perfección con las rutinas estereotipadas del Flaco, como las clásicas: “mi mamá me los compró” o “golpes iban, golpes venían”. En el verano de 1994, mientras carreteaba una madrugada en una de las shoperías del Portal Álamos llegaron el Flaco y el Indio, seguidos por sus ayudantes y se pusieron, al calor de más shops, a contar las monedas generadas por su reciente actuación en la plaza de Villanelo con la Calle Valparaíso. Era mucha plata para la época: estimo que unos 70 u 80 mil pesos. Me acerqué y les pregunté si podía entrevistarlos. Sí, al día siguiente, antes de la actuación.

Llegué como a las 21:00. Los Dinamita Show se tomaron su tiempo para besar guaguas, conversar con la gente y firmar muchos autógrafos. Les conté de la Commedia dell’Arte y de los Lazzi. Me respondieron que no sabían, que ellos venían de familias de payasos y que nunca habían escuchado de este tipo de teatro, aunque sus rutinas tenían mucho seso detrás, siguiendo las nociones del cómico y el comediante. En 1995 ya era vox populi entre los viandantes de la Calle Valparaíso que debían ir al Festival. Llegaron en 1996 y el cuento es conocido.

Siempre he guardado con cariño el episodio de la entrevista. Nunca escribí el trabajo asociado para la Universidad. Hace un año recordé la Comedia del Arte porque se puso cerca de mi casa una pizzería cuyos nombres de pizza eran los personajes. Me metí a la Wikipedia y busqué. Para mi sorpresa, en el artículo se explicaba que Paggliaccio era uno de los personajes tardíos de la tradición, originado hacia mil seiscientos: al final, entonces, la relación del Flaco y el Indio con la Commedia era mucho más profunda de lo que creía.

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Veamos algunos ejemplos de lazzi típicos para ilustrar el argumento (extraídos de Tipología de los Lazzi en los pasos de Lope de Rueda, Oliva, 1988):

1. Dar golpes un actor a otro o entre ellos. Es lazzo de apoyo gestual, al que los personajes suelen responder con la palabra “paso” tras recibir los golpes. Suele ser de muy seguro efecto, dada su repetida aparición en las obras. El actor aquí hace uso de todo su poder gestual, enfatizando la acción convenientemente. (…) Catalogamos aquí otro tipo de golpes, imprevistos sin duda, que producen similar o superior efecto en el público, dado el carácter de sorpresa con que se presenta.

2. Soliloquios gestuales. También sin apoyos textuales, o muy escasos, son los que se refieren a los ademanes que hace un actor, más o menos apartado del lugar de la acción, sobre un diálogo determinado, que le gusta o disgusta. Sólo hay en él mímica y movimiento. Pueden parecer “apartes gestuales”.

3. Rematar en cuadro, próximo a lo que sería una gracia, por ejemplo, un amago de caída, antes de concluir una acción. Quizá sea éste el lazzo de mayor índice de frecuencia, pero de más comprometida reseña, pues forma parte más de la gramática personal del actor que de la del autor.

4. Información equívoca que da un personaje a otro sobre determinado suceso que debe ser dicho a un tercero, y que es tergiversada intencionadamente en su totalidad. Los actores utilizan una serie de recursos expresivos suficientes para transmitir al espectador la sorpresa de oír lo inesperado. El texto juega aquí un papel determinante.

5. Efecto de bululú. Es la representación de un diálogo por el mismo actor. Otro lazzo de seguro efecto humorístico, recurso que gozaba de amplia tradición entre los cómicos, pues fue manejado comúnmente por los juglares y jaculatoris. Es verbal y gestual, aunque la base de su existencia sea un discurso oral. Este suele ir acompañado de un cambio de posición y de voz del mismo actor, que habla con otro personaje imaginario, ocupando sucesivamente la posición de éste y del primero, estableciendo así el diálogo.

6. Disfraz con intención de ocultarse. El actor maneja también a la vez el lenguaje oral y el del vestuario, alterado con la idea evidente de engañar. De esta manera el protagonista cambia de tipo, a la vista del espectador, que espera con emoción el seguro redescubrimiento por parte de otros personajes. Cabe situar aquí el que podríamos llamar disfraz verbal, como sucede cuando un personaje se disfraza de otro con un habla totalmente distinta.

7. Los titubeos expresivos también tienen una parte oral y otra gestual. En ellos, el actor deja inconclusas determinadas acciones, con evidente intención de provocar hilaridad. A veces lo hace con su propia risa; otras, con acciones; y otras, muy comunes con vacilaciones orales normalmente provocadas por palabras que difícilmente sabe decir el bobo.

8. Temblar exageradamente es otro juego expresivo, bien definido por el actor, y que acompaña con destreza al texto. Supone acentuar situaciones concretas, propias de muy determinados estados de ánimo, que se prestan a la exageración mímica. Fundamentalmente, el actor tiembla por miedo o por excitación.

Como se puede observar, todos ellos aparecen en las rutinas de El Flaco y El Indio con extraordinaria regularidad y frecuencia; como buenos herederos de la tradición payasística y de la Comedia, han integrado los recursos a su espectáculo.

(el resto, en youtube)