Spoiler es un término que se usa para referirse a develar la trama o el nudo principal de una obra narrativa, en especial una película, como que “Vader es el padre de Luke” o que “Rosebud era el nombre del trineo de la infancia del Ciudadano Kane”. Por lo general tendemos a odiar a quienes nos cuentan el twist final a modo de spoiler (cómo olvidar a la querida María Romero, a.k.a. “La Reina del Spoiler” que hizo en Chile de esta práctica un arte) y, por ejemplo, en los grupos de Usenet o en los blogs se ha establecido como costumbre avisar cuando va a incurrirse en uno.

Un experimento publicado por Psychological Science el año pasado (“Story Spoilers Don’t Spoil Stories”, Leavitt & Christenfeld, 2011) da al trasto con la idea de que la gravedad del spoiler radica en que la historia “pierde su gracia”. Los autores reclutaron a 819 sujetos (176 hombres, 643 mujeres) y les presentaron historias de tres tipos: a) narraciones con un giro al final, b) narraciones de misterio, y c) narraciones literarias, todas con un twist y de autores como John Updike, Roald Dahl, Anton Chejov, Agatha Christie y Raymond Carver. En el experimento, los sujetos leían una de tres versiones de la histioria: i) sin modificaciones, ii) con un resumen que la spoileba, y iii) con un spoiler hábilment incorporado en el primer párrafo. Luego se pedía que rankearan el placer que les había producido la narración (en una escala de 1 –más bajo– a 10 –más alto).

El resultado: abismantemente los sujetos prefirieron los casos de historias spoilereadas, tal como muestra el gráfico.

Los autores y Johnah Lehrer sostienen que aparentemente un buen spoiler enfoca al lector en cómo se desarrolla la historia, esperando que llegue al final o twist ya conocido:

“Tal vez los regalos de cumpleaños sean mejores si se envuelven en celofán, y los anillos de compromiso lo sean si no se ocultan en mousse de chocolate” (Leavitt & Christenfeld, 2011:2).