Pedro Picapiedra, el cavernícola más famoso del mundo, trabajaba en una cantera en Piedradura y, de acuerdo con la serie de Hanna & Barbera (a.k.a. Ana y Bárbara, 1960-1966), manejaba maquinaria pesada y llevaba la vida típica de un working class man aunque localizada en la prehistoria. Su existencia y sus problemas y alegrías eran espantosamente similares a los nuestros. Ahora se sabe que también su lenguaje podría haber sido similar: una serie de investigaciones del nuevo campo del estudio experimental del Origen del Lenguaje están conectando la emergencia de la comunicación lingüística con la habilidad de manipular piedras.

Un especial de News Focus, de la revista Science en su último número de abril, detalla cómo la investigación sobre el surgimiento y evolución del lenguaje ha pasado desde la especulación teórica al campo de la experimentación. Michael Arbib, por ejemplo, sostiene que “existe una nutrida línea de investigadores que tratan de conectar los registros arqueológicos de la elaboración de herramientas con la evolución lingüística”.

“Las inferencias comienzan con los primeros ejemplos conocidos de tecnología humana, las herramientas de corte olduvayenses. Datadas hace 2,6 millones de años, son instrumentos sencillos de piedra con bordes afilados realizados con “martillos”. Este tipo de herramientas poco a poco se hizo más refinado, logrando un alto nivel de sofisticación hace unos 700.000 años: las hachas de mano del Achelense Tardío. De una alta tecnología en comparación con Olduvai, los artefactos achelenses han sido elaborados a mano deliberadamente con formas ovaladas o de lágrima, en un proceso de fabricación de varios pasos que requiere planificación y habilidades importantes. Una hipótesis es que las capacidades cognitivas que permiten la fabricación de herramientas permitió a sus fabricantes disponer de cerebros preparados para el desarrollo lingüístico: la capacidad de instruir a las generaciones venideras en los modos de fabricar herramientas habría llevado a la aparición del lenguaje.” (Science, 24 abril 2012:408).

Y aquí viene lo bueno. Como los cerebros no fosilizan, no es posible acceder a cómo eran en la Edad de Piedra. Pero, se puede hacer otra cosa: entrenar Homo Sapiens contemporáneos en la elaboración de artefactos olduvayenses y achelenses y observar, mediante fMRI, qué regiones del cerebro se activan para estas tareas. ¿El resultado? Las áreas de lenguaje en el cerebro y las zonas dedicadas a la manufactura de herramientas de piedra se superponen, como muestra la imagen siguiente.

El último paso en el establecimiento del eslabón que conecta a los picapiedras con el origen del lenguaje es la fase de aprendizaje. De acuerdo con Science, otro equipo de investigadores probó, también con fMRI que, al observar a un experto tallando herramientas prehistóricas, se activaban las zonas de detección de intenciones (Teoría de la Mente). Esto “proveería del adecuado andamiaje para el desarrollo de la comunicación vocálica intencionada”.

Finalmente, la idea de que los circuitos neurales de procesamiento lingüístico y de elaboración de herramientas descansa sobre la idea de co-optación; esto es, que circuitos diseñados originalmente con cierta función pueden ser colonizados por una función distinta. Algo que se encuentra en la línea de la Teoría de los Spandrels (Stephen Jay Gould FTW!!!) y, más recientemente, con Dehaene & Cohen (2007) y su Hipótesis del Reciclado Neuronal. Pedro Picapiedra puede, a partir de ahora, gritar “¡ENANO!” y Pablo, entenderlo.