Cuando estudiaba infrutuosamente ingeniería en los años ochenta uno de los temas más fascinantes para nosotros como alumnos (aparte de las HP-41CV, C++ y Duna) eran las partículas elementales. Era habitual que en las oficinas de los profesores o en las salas de estudio se encontraran posters como el siguiente.

Nuestros favoritos eran los quarks, partículas pequeñas que iban más allá (o más abajo o más adentro) que las que nos habían enseñado en el colegio (protones y neutrones). Los quarks se nominaban por una letra (“u”, “d”, “c”, “s”, “t”, “b”) y había una manera mnemotécnica para recordarlos, el lema “up, down, charm, strange, top, bottom” (que parecía “combo” de videojuego). La gracia de estas partículas elementales era que cuando se combinaban daban origen a las partículas más conocidas por la gente de a pie. Por ejemplo, un protón se formaba con dos quarks “u” y un quark “d”, y un neutrón se formaba a su vez por dos quarks “d” y un quark “u”. Aparte de eso, los profesores nos mencionaban misteriosas teorías como el color y el sabor, que eran responsables de la manera como los quarks interactuaban entre sí (el color con la fuerza nuclear fuerte y el sabor con la fuerza electrodébil).

Junto con los quarks había otras simpáticas partículas llamadas lepotones que eran también seis: el electrón, el muon, el tauon y sus respectivos neutrinos (partículas casi incapturables porque atravesaban todo lo que se ponía a su paso). En conjunto con los quarks, los leptones constituían los denominados fermiones.

Y finalmente había otros elementos llamados bosones, a los que los profesores no hacían muchas referencias (su búsqueda y existencia caía directamente en el campo de la brujería).

La historia de la postulación y el descubrimiento de estas partículas abundaba en historias entretenidas, como que Murray Gell-Mann uno de los grandes responsables del modelo (llamado Modelo Standard) había tomado el nombre de los quarks de la frase “Three quarks for Muster Mark!” sacada del Finnegans Wake de James Joyce (curiosamente Gell-Mann recibió el Premio Nobel el mismo año -1969- que un discípulo de Joyce: Samuel Beckett) o que el origen de toda esta empresa se debía a los filósofos griegos Leucipo y Demócrito, que pensaban que si uno cortaba un objeto en juliana y seguía picando como cocinero de sushi iba a haber un momento en que la materia no pudiera ser reducida más (atomismo).

Acá viene lo bueno. Los profesores nos contaban que evidentemente, para llegar a picar los objetos hasta tamaños infinitesimales había que ocupar unos cuchillos especiales (Ginsu LVL: over 9000) que se llamaban aceleradores de partículas” que básicamente lo que hacían era agarrar partículas elementales y hacerlas correr lo más rápido posible de manera que chocaran entre ellas y, con los sensores adecuados, poder determinar qué demonios había quedado del Tremendo Choque. Eso es, en sencillo, el Large Hadron Collider, un Ginsu (acelerador de partìculas de alta energía) que se construyó para determinar, entre otras cosas, si existe el hasta ahora elusivo Bosón de Higgs, un bosón del cual la comprobación de su existencia completaría el puzzle del Modelo Standard y cuya caracterización abriría a nuevos desarrollos y nuevos modelos en la física de partículas.

Y esa es la noticia (según San The Guardian):

Dos equipos de físicos en el laboratorio del CERN cerca de Ginebra se están preparando para anunciar sus últimos esfuerzos para descubrir el bosón de Higgs. La escurridiza “partícula de Dios” se ha convertido en la partícula más buscada en la ciencia moderna. Su descubrimiento sería la prueba de la existencia de un campo de energía invisible que llena el vacío del espacio. El entusiasmo en la comunidad científica está al rojo vivo. Peter Higgs, el físico la Universidad de Edimburgo, quien propuso la idea de la partícula en el año 1964, está volando a Ginebra, al igual que los otros dos hombres que publicaron las teorías similares en la misma época: François Englert, profesor emérito de la Universidad Libre de Bruselas (ULB, Bélgica), y Tom Kibble, profesor emérito del Imperial College de Londres. Ha habido rumores, especulaciones, y, ayer por la noche, incluso con una supuesta fuga del laboratorio cuando un vídeo anunciando el descubrimiento de una nueva partícula fue publicada accidentalmente en su sitio web“.

La noticia se encuentra en desarrollo (las animamos y los animamos a seguir el detalle en el blog del Guardian) y en diversos sitios científicos de la Internet se sostiene que los hallazgos de los dos equipos deben procesarse (lo que tomará meses) y analizarse en detalle (lo que tomará años), pero más allá de las legítimas llamadas a la “calma”, hay que reconocer que, este es un enorme paso en la explicación científica de “la vida, el universo y todo lo demás”.