En 1995 tuve clases con uno de los lingüistas más notables que ha habido en Chile, don Mario Ferreccio (QEPD). Se trataba de una clase extremadamente especial, porque solo había un alumno (en esos días casi todos los que ingresaban a la Licenciatura en Humanidades, Mención Lengua y Literatura Hispánicas se iban a las letras y quedaban algo así como dos o tres lingüistas por generación).  Aprendí un sinnúmero de cosas con el profesor, pero hay una que me ha dado vuelta por todos estos casi veinte años. El origen del vocablo “Las Condes” para referirse a la comuna oriente de Santiago.

El profesor Ferreccio rechazaba enérgicamente las interpretaciones habituales de la palabra, como la existencia de ciertas “condesas peruanas” en la zona o de Los Condes de Sierra Bella. ¡NO! El origen del nombre, para don Mario era una de las palabras más bellas del castellano de Chile: un origen quechua.

¿Se han preguntado alguna vez porqué la cordillera de Los Andes se llama “Los Andes”?

La explicación es ya parte del depósito cultural latinoamericano. “Los Andes” proviene de “Anti” un quechuismo que recogía una de las cuatro regiones en que se dividía el Imperio Incaico o Tawantinsuyo: Chinchaysuyo, Contisuyo, Antisuyo y Collasuyo.

El Antisuyu correspondía a la zona norte y noroeste del Cuzco. Básicamente la cordillera, la sierra que atraviesa nuestra América del Sur.

De acuerdo con el Inca Garcilaso de la Vega en sus “Comentarios Reales de los Incas”:

“Los Reyes Incas dividieron su Imperio en cuatro partes, que llamaron Tawantisuyo, que quiere decir las cuatro partes del mundo. Pusieron por punto o centro Cozco. Llamaron a la parte del oriente Antisuyo. Llamaron Cuntisuyu a la parte del poniente. A la parte del norte llamaron Chinchasuyu. Y al distrito de mediodía llamaron Collasuyu. Por estas cuatro provincias entendían toda la tierra que había aquellas cuatro partes” (Inca Garcilaso de la Vega, Libro II, Capítulo XI).

Cuando la palabra “Anti” pasó al castellano desde el quechua la sílaba “ti” evolucionó en “des” (Ley P-T-K>B-D-G) y dio “Andes”: Anti > Andes.

Acá viene la genialidad de don Mario. Según él, lo mismo pasó con Cunti. Cunti cambió la sílaba “ti” por “des” y la “u” por “o” (Ley de las vocales cortas cerradas breves) para acabar en “Condes”.

Lo realmente bonito de esta explicación que me fascinó de estudiante es que arrastra el nombre mucho más atrás de la colonia, hasta esa época tan bien retratada de la historia americana en el libro 1491 (Mann, 2005).

De hecho, un mapa que ha subido a la Internet uno de nuestros sitios chilenos predilectos, Urbatorivm. Muestra que hacia 1540 ya se ocupaba dicha denominación:

La idea es bien sencilla: Los Andes son el oriente y Las Condes lo que está al poniente de Los Andes. Es verdad que el Cuntisuyu es harto más amplio que el espacio equivalente a lo que hoy es una comuna. Pero acá viene otra idea que me estremece mucho. Los Incas pusieron nombres repetidos a las zonas donde tenían influencia. Había muchos lugares que se llamaban igual. Es algo parecido a lo que pasa con este texto de las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury (que ya hemos citado):

“Nos instalaremos en alguna parte y lo estropearemos todo. Llamaremos al canal, canal Rockefeller; a la montaña, pico del Rey Jorge, y al mar, mar de Dupont; y habrá ciudades con nombres como Roosevelt, Lincoln y Coolidge, y esos nombres nunca tendrán sentido, pues ya existen los nombres adecuados para estos sitios”.

Un dato curioso que conecta nuevamente Los Andes con Las Condes. “El pueblito se llama Las Condes” (8), la reconocida letra de “Si vas para Chile”, original de Chito Faró, decía: “El pueblito se llama Los Andes”. Fueron los Huasos Quincheros los que cambiaron el lugar, coincidentemente con lo que aquí hemos contado.

En estos días en que nuestros pueblos originarios se encuentran en problemas con el Gobierno de Chile, creemos hace bien reconocer cuanto les debemos de nuestra identidad nacional.