Hansel y Gretel se han alejado de su casa; para no perderse, han ido depositando estratégicamente miguitas de pan por el camino. Lamentablemente, cuando ya han llegado muy lejos, descubren con espanto que unos pájaros se han comido los mendrugos y ahora están perdidos. El susto no dura mucho: Gretel saca su celular del bolsillo y marca el número de su papá. Y listo, ya están de nuevo rumbo a su hogar.

De este modo el periodista y escritor argentino Hernán Casciari nos enseña cuánto han cambiado las cosas en esta era de ultra-conectividad. En su ensayo de 2009, “El celular de Hansel y Gretel”, reflexiona sobre este y otros temas y realiza una prueba infalible para dimensionar hasta qué punto los celulares, los messenger, Facebook y Twitter nos han cambiado la vida en menos de una década.

Dice: “Piense el lector ahora mismo, en una historia clásica. Muy bien. Ahora ponga un teléfono móvil en el bolsillo del protagonista. Un teléfono con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda. ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, chatear, hacer videoconferencias y enviarse mensajes de texto?”.

¿Cierto que no? Según Casciari, con las actuales tecnologías ni Ulises ni Huckleberry Finn se hubieran perdido, ni Caperucita habría tenido problemas con el lobo, y Julieta le habría mandado un SMS a Romeo para advertirle que: “M HGO LA MUERTA, PERO NO STOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCES. BSO.OK ?”.

Cuando el ensayo del argentino circuló en algunas páginas de Facebook la semana pasada, una persona comentó la idea: “bueno el texto, pero no toma en cuenta la enorme creatividad que tenemos los seres humanos para meternos en problemas”.

Contactos con ventaja

Tiene razón. La ultra-conectividad tiene beneficios, pero trae nuevos desafíos. Quizá el más importante sea reconocer quiénes son nuestros verdaderos amigos.

Acaba de publicarse en PLOS One un estudio pormenorizado de Jason Jones y colaboradores de la Universidad de California en San Diego (“Inferring tie strength from online directed behavior”, 2013), en que los académicos responden a esta pregunta.

La idea básica que explora el paper es que en la vida no solo tenemos amigos: tenemos “mejores amigos” (también llamados “amiguis” o “BFF”, “best friend forever”). Así como en la vida de a pie se dan estas amistades marcadas a fuego, en las redes sociales también ocurre.

¿Cómo se detectan los “amiguis”? Jones y su equipo consideraron 1.656 usuarios de Facebook de una edad promedio de 29 años y les hicieron la siguiente pregunta: “Piense en las personas con las que han pasado más tiempo en su vida, los amigos con los que tiene una relación estrecha. Estos amigos también pueden ser miembros de la familia, vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de clase, etc. ¿Quiénes son tus mejores amigos?”.

Los sujetos del estudio respondieron a esto y luego los investigadores exploraron las relaciones que cada persona tenía en la red social con sus amigos íntimos. Estas incluían los comentarios en posteos, el número de “Me gusta”, las publicaciones del amigui en el muro y las fotos en que las duplas estaban etiquetadas juntas. Finalmente se contrastaban estos datos con los “no-amiguis”, esto es, con otras personas que los sujetos del experimento no habían considerado como íntimas.

Los resultados son que, por ejemplo, en 6 meses un amigo íntimo hacía 37,51 comentarios en promedio a los estados de Facebook, contra solo 1,99 de los no amigos. Respecto de los “Me gusta”, los amigos íntimos en seis meses ponían un promedio de 22,25, contra solo 1,83 de los no amigos.

Los autores llegaron a una conclusión no tan obvia: la probabilidad de que un contacto en Facebook sea un superamigo en la vida real correlaciona con la cantidad de interacciones. Dicho en sus propias palabras: “Cuanto más interactúe Alice con Bob en Facebook, más probable es que Alice considere a Bob como su mejor amigo” (Jones et al, 2013).

La conclusión no es tan obvia, porque se puede pensar que las personas prefieren interactuar con sus amiguis en la vida real y no en Facebook, pero esto no es así. A eso lo llaman la “multiplexidad de las relaciones”: las personas que tienen amistades estrechas tienden a interactuar por diversos medios, no solo en persona (llamadas telefónicas, mensajes de texto, posteos en el muro, twitteos, etc.).

Queda explorar, eso sí, qué ocurre con una persona que interactúa mucho con nosotros, sin ser en realidad un amigo del alma.

Friengers: los amigos extraños

Para ponerles un nombre a todos esos contactos de Facebook, Twitter y las otras redes sociales a quienes solo conocemos de internet y nunca hemos visto en persona -no conocemos su tono de voz ni menos como huelen- se ha acuñado el término “frienger”, palabra maleta entre “friend” (amigo) y “stranger” (extraño). Si hacemos el experimento de contarlos en nuestras listas de contactos, lo más seguro es que nos llevaremos una sorpresa: serán muchos más de lo que supondríamos. Y no es nada de raro.

Los contactos de internet están a menudo inflados. De acuerdo con Robin Dunbar (1992), en promedio los seres humanos solo podemos tener amistades en serio con unas 150 personas (147,8, para ser exactos). El antropólogo británico llegó a esta cifra usando un modelo matemático en que comparó a los seres humanos con 38 especies de primates. La conclusión es obvia: todos sus compinches de la red de la “efe” o del pajarillo que van más allá de los 150 son más bien “friengers” que amigos.

Cómo borrarse de internet

Con una mano en el corazón, ¿cuántas veces usted ha abierto Google y ha escrito su propio nombre, para luego hacer click o “enter” y sapear qué dice internet de su persona? Muchas, ¿no? Steven Pinker, en su libro “The Stuff of Thought” (“El mundo de las palabras”, 2007), cuenta que esa acción se hizo tan popular en la primera década del siglo XXI que los lingüistas decidieron que el término que la mencionaba, “egosurfing”, era la palabra del año.

El “egosurfing” aumenta el ego cuando encontramos que se dicen cosas entretes de nosotros. El problema es que muchas veces podemos dar con el lado oscuro: la dirección de nuestra casa, fotos comprometedoras o hasta el número de nuestra cuenta bancaria. A muchos nos da lipiria esta excesiva exposición, por lo que desde hace algunos años existen diversos servicios que permiten borrarse de internet. Incluso en países como España las agencias de protección de datos facilitan la pega de quitar esas miguitas en el camino de la red que uno ha dejado sin darse cuenta.

 

Publicado originalmente en LUN Reportajes, 2013-01-13: Página 1, Página 2.