Entrevistada por La Tercera, la senadora UDI Jacqueline van Rysselberghe respondió así a la pregunta “Usted ha dicho que una pareja gay no está en condiciones de adoptar. ¿Por qué?”:

“Hay estudios. La mayoría de los estudios a los cuales hace alusión el Movilh y los movimientos de lesbianas tienen que ver con la opinión de los padres homosexuales en relación a los niños, no con la experiencia de esos niños una vez adultos. Pero hay uno grande, de Mark Regnerus, de la Universidad de Texas, hecho en adultos. Plantea que porcentualmente las parejas homosexuales tienen mucho mayores niveles de inestabilidad, tienen mucho mayores niveles de violencia, y se ha visto, además, que los niños que viven con parejas homosexuales también tienen mayores niveles de ansiedad, de inestabilidad laboral cuando son adultos y de una serie de otros factores que llevan a pensar que es mejor que vivan con un referente materno y paterno tradicional”.

Es cierto, este estudio existe y se llama “How different are the adult children of parents who have same-sex relationships? Findings from the New Family Structures Study” (Regnerus, 2012). En él, se consultó a 3000 adultos en los Estados Unidos y se indica que: “Los resultados ponen de manifiesto numerosas diferencias, coherentes, especialmente entre los hijos de mujeres que han tenido una relación lésbica y los que tienen padres biológicos todavía casados y heterosexuales”.

¿Qué dice la comunidad científica?

El estudio de Regnerus ha sido citado 19 veces de acuerdo con la base de datos Scopus (la más grande base de datos de papers en el mundo con casi 20.000 fuentes, 19.961 para ser exactos), y en todos los casos, la cita obedece a una crítica del método, los resultados y la ética científica involucrada. Por ejemplo, una editorial reciente del journal “Family Process”, alojado en Wiley, firmado por Jay Lebow, profundiza en el llamado a la ética científica a partir del ahora llamado “caso Regenerus”:

“Por ejemplo, el año pasado surgió una gran controversia en la que el profesor de sociología de la Universidad de Texas, Mark Regnerus, concluyó que los niños criados por padres LGBT eran más propensos a tener dificultades que los criados por padres heterosexuales. Al llegar a estas conclusiones, Regnerus (2012) ignoró los numerosos factores de confusión de su investigación, como el hecho de que una gran parte de la muestra no fue criada por padres LGBT en absoluto, sino que en una experiencia diferente; el divorcio de los padres siguido del abandono de uno de ellos. Regnerus reapareció recientemente en una entrevista en la prensa rusa para continuar sus generalizaciones a partir de sus resultados en el contexto del gobierno ruso que ha asumido una posición radical contra los padres LGBT (Knoll, 2013). En un entorno altamente politizado, tales declaraciones exageradas y engañosas de los hallazgos pueden tener consecuencias desastrosas” (Lebow, 2014).

Otro aspecto interesante del caso es el que tiene que ver con el sesgo investigativo. George Yancey, en una publicación de la revista “Academic Questions”, alojada en Springer (Watching the Watchers, 2014), indica que la gran mayoría de los científicos son a una vez de ideas políticas progresistas y no creyentes. De acuerdo con ello, hay una tendencia a investigar temas que son cercanos a sus opciones ideológicas, por lo que casos como el de Regenerus son extremadamente excepcionales y, tal como ha indicado Erick Eckholm (2014) en un reportaje del New York Times, los fondos para el estudio del sociólogo de Texas provinieron de la Heritage Foundation, un reconocido centro contrario a los matrimonios homosexuales; lo que marca una nueva tendencia, la de hacer ciencia patrocinada con el fin de llegar a pruebas de opiniones preestablecidas. En la misma línea, Ira Reiss (2014), para la revista “International Journal of Sexual Health”, alojada en Taylor & Francis, fustigaba a los especialistas en sexualidad el no haber sido lo suficientemente públicos en sus críticas del trabajo de Regnerus, y para ello detalla con pelos y señales los sesgos del autor:

“En 2012, un artículo publicado por Mark Regnerus, profesor de sociología en la Universidad de Texas en Austin, desató una tormenta de protestas (Regnerus, 2012). El artículo comparaba a los hijos adultos de dos tipos de familias. Un tipo correspondía a una familia en la que el niño había informado que su madre, por lo general después de la ruptura de una unión de sexo opuesto, mantuvo una relación sentimental con una mujer. Esta relación romántica puede haber durado sólo unos meses, y fue la base para considerar a esta madre lesbiana. El uso de Regnerus de familia rotas como representantes de las familias de lesbianas fue una fuente de fuertes críticas. El tipo de familia de comparación que Regnerus (2012) utilizó estaba compuesto por niños que han vivido por sus primeros 18 años en una familia heterosexual estable. Todos los casos de familias de divorciados, familias monoparentales, con padrastros fueron eliminados de la comparación heterosexual. Tomar este segmento familiar estable como la familia heterosexual típica también despertó fuertes críticas a la muestra. Usando estos dos tipos de familia, Regnerus (2012) informó sobre un resultado superior para los hijos de familias heterosexuales en comparación con los niños de familias de lesbianas. Es evidente que la comparación del impacto en los niños de las familias de lesbianas estrechamente definidas y las familias heterosexuales estrechamente definidas se apilan para favorecer las familias heterosexuales (…) El estudio Regnerus es básicamente la defensa de las uniones heterosexuales disfrazado de investigación”.

A todo lo anterior hay que agregar que el metaestudio más amplio sobre el tema, preparado por Manning, Fettro & Lamidi (2013) de la ASA para “Population Research and Policy Review”, alojada también en Springer, es conclusivo al día de hoy:

“Hasta la fecha, el consenso en la literatura de las ciencias sociales es clara: en los Estados Unidos, los niños que viven con dos padres del mismo sexo muestran características positivas tanto como los niños que viven con ambos padres de sexos diferentes. Numerosos estudios de ciencias sociales creíbles y metodológicamente sólidos, incluyendo a muchos sobre la base de datos representativos a nivel nacional, constituyen la base de este consenso. Estos estudios revelan que los niños criados en familias de padres del mismo sexo les va igual que a los niños criados en familias de padres de diferente sexo a través de un amplio espectro de medidas de bienestar infantil: rendimiento académico, desarrollo cognitivo, desarrollo social, salud psicológica, inicios de la actividad sexual, y abuso de sustancias”.

Respecto del estudio de Regnerus, los autores sostienen que “Aunque los datos utilizados para la investigación realizada por Regnerus (2012a, b) se basan en datos representativos a nivel nacional, los resultados de estos estudios son sospechosos. Los datos poseen fallos críticos en la medición básica de la estructura familiar y las evaluaciones de los resultados en los niños”.

En la Wikipedia en castellano existe una entrada dedicada especialmente al tema “Estudio de Regnerus”, donde se hacen cargo del asunto, tratando no solamente los aspectos de peer-reviewing, sino que las decisiones legales a partir del debate. Lo recomendamos leer encarecidamente.

Fuentes científicas que tratan el caso Regnerus a junio 2014:

AA.VV. (2013). Access to fertility treatment by gays, lesbians, and unmarried persons: a committee opinion. Fertility and sterility. 100 (6). p. 1524-7.

Amy B. Becker, Maureen E. Todd (2013). A New American Family? Public Opinion toward Family Status and Perceptions of the Challenges Faced by Children of Same-Sex Parents Journal of GLBT Family Studies. 9 (5). p. 425-448.

Andrew J. Perrin, Philip N. Cohen, Neal Caren (2013). Are Children of Parents Who Had Same-Sex Relationships Disadvantaged? A Scientific Evaluation of the No-Differences Hypothesis Journal of Gay & Lesbian Mental Health. 17 (3). p. 327-336.

Cecilia Codignola, Monica Luci (2013). La sfida delle famiglie omogenitoriali Psicoterapia e Scienze Umane. 47 (1). p. 23-54.

Cynthia Osborne (2012). Further comments on the papers by Marks and Regnerus. Social science research. 41 (4). p. 779-83.

Douglas W. Allen (2013). High school graduation rates among children of same-sex households Review of Economics of the Household. 11 (4). p. 635-658.

Ellen C Perrin, Benjamin S Siegel (2013). Promoting the well-being of children whose parents are gay or lesbian. Pediatrics. 131 (4). p. e1374-83.

Eric Anderson (2013). The Need to Review Peer Review: The Regnerus Scandal as a Call to Action Journal of Gay & Lesbian Mental Health. 17 (3). p. 337-351.

George Yancey (2014). Watching the Watchers: The Neglect of Academic Analysis of Progressive Groups Academic Questions. 27 (1). p. 65-78.

Hartmut Kreß (2012). Gleichgeschlechtliche partnerschaften und gleichgeschlechtliche familien mit kindern: Rechtsethische grundlagen – Aktuelle diskussionspunkte – Fortentwicklung von rechtsnormen Zeitschrift fur Evangelische Ethik. 56 (4). p. 279-291.

Ira L. Reiss (2014). Exploring the Relation of Values, Power, and Advocacy in American Sexual Science International Journal of Sexual Health. 26 (1). p. 1-12.

Jay L Lebow (2014). Editorial: overselling our findings. Family process. 53 (2). p. 175-8.

Lynn D. Wardle (2012). Involuntary imports: Williams, Lutwak, the defense of marriage act, federalism, and “thick” and “thin” conceptions of marriage Fordham Law Review. 81 (2). p. 771-828.

Mary E. Barber, Alan Schwartz (2013). Growing the Research Base Journal of Gay & Lesbian Mental Health. 17 (3). p. 253-255.

Mignon R. Moore, Michael Stambolis-Ruhstorfer (2013). LGBT Sexuality and Families at the Start of the Twenty-First Century Annual Review of Sociology. 39 (1). p. 491-507.

Paul Flaman (2013). Another response to Todd Salzman and Michael Lawler’s The Sexual Person The Linacre Quarterly. 80 (3). p. 239-263.

Richard E. Redding (2013). Politicized Science Society. 50 (5). p. 439-446.

Todd Donovan (2013). Direct democracy and campaigns against minorities Minnesota Law Review. 97 (5). p. 1730-1779.

Walter R Schumm (2012). Methodological decisions and the evaluation of possible effects of different family structures on children: The new family structures survey (NFSS). Social science research. 41 (6). p. 1357-66.

Wendy D Manning, Marshal Neal Fettro, Esther Lamidi (2014). Child Well-Being in Same-Sex Parent Families: Review of Research Prepared for American Sociological Association Amicus Brief. Population research and policy review. 33 (4). p. 485-502.