Este es otro texto que escribí hace un par de años, mucho menos azucarado que el anterior, que trata sobre el suplicio que significaba ser macho omega en los ochentas. Recuerden escuchar el episodio del podcast sobre el amor, y leer los posts “Un reencuentro con Melody” y “Canciones para enamorar

¡Que no vuelvan los lentos!

Me entero de que Doritos ha iniciado una funesta campaña para que vuelvan los lentos. Me opongo con todo mi ser a semejante disparate. Si hay algo que algunos de nosotros recordamos con horror de los ochenta son los famosos lentos. Después de haber dado como siete vueltas al living donde se hacía la fiesta, habíamos, por fin, logrado que una niña nos aceptara bailar con ella… llegaban los primeros acordes de los lentos y entonces ella pronunciaba en voz alta, como para que todos la escucharan, la palabra que era como una invocación a los espíritus del mal: “¿paremos?”. Y de vuelta al lado del parlante, a tomar jugo Yupi o Sip-Sup. Se trataba de la peor vergüenza que se podía pasar en esa infausta década. El momento de los lentos era el que separaba a los ganadores de los perdedores (ya lo dijo Rolando Ramos en una entrevista reciente: “El hecho de sacar a una chica a bailar, y que te diga que no, es terrible”). Lo peor es que los temas más tocados entre los “blues” (como les decían en Viña) eran todos eternos de largos: Careless Whisper de Wham!, Still loving you de Scorpions, Total eclipse of the heart de Bonnie Tyler (y del GRAN Jim Steinman). Siempre tocaban como cinco seguidos, y era como el parto de los montes de la fiesta. No faltaba el que apagaba la luz, y ahí los perdedores nos quedábamos sumergidos en las penumbras (aprovechando, por cierto, para abrir la petaca de Pisco y echarla subrepticiamente en el vaso plástico de Free).

Días y días uno estudiaba el parlamento para el lento (que era el único momento en que se podía conversar con las niñas de la fiesta): “¿en qué colegio vas?”, “¿dónde vas de vacaciones?”, o, la más ingeniosa y penetrante de todas “¿qué deporte practicas?”. Pero, la mayoría de las veces, esos one liners quedaban guardados en la boca y en la mente, porque nadie aceptó bailar un lento con uno.

Como siempre en las fiestas había más hombres que mujeres, quedar botella era casi el equivalente afectivo-sexual de ser el último en la fila para ser elegido para jugar una pichanga. Un astrofísico lo graficó muy bien en un documental de la TV hace varios años; explicando porqué en el universo había partículas y no antipartículas dijo “es como en las fiestas, las parejas de baile son como las partículas con sus antipartículas, luego se fueron o desintegraron; ahí quedaron solo los que estaban solos, ellos constituyen en universo actual” 🙂

Claro que entre los lentos figuran varias “joyas” de la música ochentera, como las power ballads (Alone again de Dokken, Carrie de Europe, I Won’t forget you y Every rose has it’s thorn de Poison, When the children cry de White Lion entre muchísimas otras), las baladas de grupos de arena rock (como Open arms de Journey o Africa de Toto), algunos clásicos perdidos (como The Hunter de GTR, a mi juicio el mejor lento ochenteroso). Más: mi impresión es que si bien, fueron los ochentas los años de la cultura del lento (un poroto para el réclame de Doritos en que el cassette diga “Lentos en Inglés”), los mejores lentos son de los noventas: More than words de Extreme, Easy de Faith no More, Nothing else matters de Metallica, Everybody hurts de R.E.M., y mi favorito Sometimes Love Just Ain’t Enough de Patty Smyth y Don Henley.

Hubo una época, cuando todavía no había arribado el rock latino a este lado de la cordillera, cuando la única música en castellano que se tocaba en las fiestas era pirateada directamente de los Clásicos AM. Uno veía llegar ese momento con igual espanto: Yuri y Daniela Romo comandaban el buque insignia, las niñas cantaban las baladas pop de esas chicas a todo pulmón, y los que teníamos el corazón algo más roquero o New Wave las mirábamos con desprecio. Entonces se apagaba la luz y hacía su entrada la peor encarnación de estas dos pesadillas (los lentos y la música en castellano): los lentos en castellano. Y Miguelito Bosé era el rey con dos temas: Amiga y el que presento hoy, Linda. Los machos alfa del lote se hacían los lindos (o, como dice JP: “aplicaban estupendo”) cantándole “linda” a sus parejas de baile, mientras el resto comíamos enanos. Linda es un tema del grupo italiano I Pooh (álbum Poohlover de 1976), compuesta origninalmente por Facchinetti y Negrini; fue adaptada para CBS, como siempre, por Luis Gómez Escolar, para ser interpretada en español por Miguel Bosé para su primer disco del mismo nombre del tema en 1977.

Concluyendo: “¡que no vuelvan los lentos!” Realmente creo que ahora es todo mejor con el “ponceo”, todos pueden tener, al menos por un par de minutos, la gloria que nos faltó hace veinte años, sin necesidad de susurros descuidados, eclipses totales del corazón o de “lindas”.

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Letra:

Linda, agua de la fuente

Linda, dulce e inocente

Ahora que te abrazo pienso en otra

Linda, corazón de seda

Linda, antes que suceda

Antes de tenerme dentro escucha;

Linda, te voy a ser sincero

No estoy pensando en ti

Y no, no quiero lastimarte

Robarte tu primera vez

Pensando en otra

Linda, abrazame con fuerza

Y ayudame a olvidarla

Si, no quiero ver en ti

La sombra de otra, las manos de otra

Los besos de otra

Linda, beso de aire puro

Linda, quiero estar seguro

Antes que se junten nuestros cuerpos

Linda, haz de modo que te sienta

Que el amanecer sorprenda mi silencio sobre ti

Dime, ¿ que pudo tener ella ?

Que hoy no tengas tu

Hoy… que no se lo que soy

Si soy un sueño

O un mar de dudas

Que quiere amarte