Una cosa antes de partir, y para que nos vayamos entendiendo: NO CREO EN LA ASTROLOGÍA. No creo que los planetas rijan los destinos humanos, ni que haya una fuerza conocida como la gravedad, o alguna otra, todavía desconocida, que relacione o correlacione los rasgos de personalidad con las posiciones de los astros al nacer. Tampoco creo que los astros estén relacionados con los hechos de la vida.

De todas maneras, voy a defender la astrología.

Las declaraciones del astrónomo Parke Kunkle de hace algunos días, en que sostiene básicamente que:

a)      los signos (constelaciones) en los que se supone se encuentra el sol (Signo Solar) en cada momento, no se corresponden con los que habitualmente manejan los astrólogos, y

b)     existe una decimotercera constelación que se puede considerar zodiacal (Ofiuco),

han creado una especie de terremoto astrológico, donde los astrónomos, una vez más, como han hecho a lo largo de mucho tiempo, pretenden poner algo de ciencia en un ámbito donde, por regla general, parece abundar la desinformación. Bien por ello.

La "nueva" tabla de los signos

Algunos astrónomos como Eduardo Unda-Sanzana, miembro de la Asociación Escéptica de Chile y bloguero de La Tercera, han utilizado el debate para defender la evidencia científica astronómica por sobre la in-evidencia de los astrólogos, sosteniendo que:

“No existe evidencia de que la astrología funcione, y quien le diga lo contrario posiblemente está tratando de venderle algo”.

Por su parte, los astrólogos (como Jaime Hales, citado por el mismo articulista) defienden la astrología, señalando que argumentos como los de Kunkle:

“[son] una payasada (…) porque la astrología no está basada en hechos de la realidad, es una disciplina espiritual”.

Mi favorita, en todo caso, entre todas las citas es la de Rebekah Higgitt en el blog The Lay Scientist del Guardian:

“La Asociación Astrológica no se queja de declaraciones como ésta. Más bien, consideran que es injusto que se representen como no teniendo conocimiento alguno de la astronomía y la mecánica celeste. Ellos están molestos que la astrología sea considerada como consistente exclusivamente en los que leen y escriben horóscopos en los periódicos. Los astrólogos serios suelen tener una excelente comprensión de, y respeto por, la astronomía. Ellos son, de hecho, un público nada despreciable para los programas de astronomía, conferencias y libros. Por eso, las historias sobre “cambiar los signos del zodíaco” y el “signo 13” no le hacen ningún favor a nadie. Mientras la revelación de Parke Kunkle podría confundir a las personas con poco conocimiento de la astrología o la astronomía, no es ninguna sorpresa para el resto. El efecto de la precesión se ha entendido desde hace siglos, y los astrólogos practicantes son más que capaces de hacer frente a este ataque recurrente”.

Un poco de historia personal

En los ochentas pololeé con una astróloga profesional. Me interesó mucho el tema y me leí varios (si no muchos) libros, entre ellos uno que en esa época era considerado la biblia de la disciplina, el Alpherat. Ahí aprendí lo que eran los signos, las casas, las progresiones, los quincuncios, las partes árabes, los regentes, las conjunciones, la misión, las tablas Plácidus, etc. Tuve mi mes de la Astrología (la Angelito tiene la idea de que a mí las obsesiones me vienen por meses) y hasta hice unos descubrimientos bien curiosos, como el siguiente:

Si consideramos que los signos tienen elementos (fuego, agua, tierra y aire) y que los signos tienen cardinalidades (directo, fijo y mudable), y si consideramos como complementario del Fuego el Agua y de la Tierra el Aire, de lo Directo lo Fijo y de lo Mudable lo Mudable, se nos arma un orden de los signos muy llamativo. El complemento perfecto de Leo (Fuego-Fijo) es Cáncer (Agua-Directo), el de Virgo (Tierra-Mudable) es Géminis (Aire-Mudable), el de Libra (Aire-Directo) es Tauro (Tierra-Fijo), el de Escorpión (Agua-Fijo) es Aries (Fuego-Directo), el de Sagitario (Fuego-Mudable) es Piscis (Agua-Mudable), finalmente el de Capricornio (Tierra-Directo) es Acuario (Aire-Fijo). Como se puede ver, las parejas parten con dos signos adyacentes (Leo-Cancer) y van seleccionando signos que se van alejando un puesto hacia cada lado rodeando el zodiaco, hasta terminar en dos signos adyacentes (Capricornio-Acuario) . La segunda curiosidad es que todas las parejas excepto una son parejas de signos con el mismo planeta regente (el regente es el planeta que “gobierna” al signo y que cuando se halla en él adquiere toda su plenitud): Virgo y Géminis con Mercurio, Libra y Tauro con Venus, Escorpión y Aries con Marte, Sagitario con Piscis con Júpiter, Capricornio con Acuario con Saturno [estos son los regentes originales, antes del descubrimiento de los planetas más externos del sistema solar]. La excepción son Leo (regido por el Sol) y Cáncer (regido por la Luna), que, según mi hallazgo eran los dos signos más perfectamente complementarios del zodiaco (y que curiosamente son los signos de los autores de este blog, LOLAZO).

Bueno, la cosa es que el estudio de la astrología, me parecía en esos días de lo más fascinante, había todo un sistema de significados en las cartas natales, en las progresiones en los valores de los signos, en los aspectos, etc. Este sistema era entendido por la astrología profesional con pelos y señales, mientras que la astrología de los diarios mentía descaradamente. Andrea Palet dijo algo al respecto en El Post:

“Cuando era estudiante, en la era pre-Internet, trabajé en una agencia que proveía de fotos y textos misceláneos a revistas y prensa diaria. (Era una pequeña empresa familiar barcelonesa con oficinas en la Casa Milà, la famosa Pedrera de Gaudí, así que aunque yo era el último pelo de la cola tenía mi momento Kodak cada vez que salía, porque siempre estaba lleno de turistas japoneses.) Todo el material era sindicado del The Sun y otras fuentes así de respetables. Entre las carpetas con fotos de actores paparaceados y series inglesas como Coronation Street, había una con horóscopos sin firmar y comprados al kilo, por así decirlo. De ese montón de hojas sueltas sacábamos una cualquiera cuando lo pedían de algún diario, sin fijarnos en la fecha. Repito: cualquiera, sin fijarnos en la fecha”.

Cuando yo trabajaba para Ciudad Virtual, le pidieron a Ernesto Garrat que redactara los horóscopos, él inventaba todo lo que salía cada semana. Le dije: “pero, puedes ocupar los movimientos de la Luna y de Mercurio, o hacer algo un poco más serio”, pero no me pescó ni en bajada.

El asunto es que en todos estos años he sentido siempre el más profundo respeto por la astrología profesional, y un gran desdén por la astrología de periódico: en la profesional existe un esfuerzo por comprender el sistema que en la de periódico se pierde u olvida. Y esa es mi defensa: la astrología es un sistema, un sistema de significados, que puede hacernos o no sentido, pero que tiene ciertas reglas, procedimientos y mecanismos de interpretación que NO son azarosos, sino que el resultado de muchos siglos de miles de personas que le han dado vuelta. Reitero: no creo en el poder predictivo de la astrología, pero sí admiro profundamente su belleza. Comprender cómo funcionan los significados del zodiaco es similar a jugar ajedrez, al bridge, al póker o entender las jugadas del fútbol americano. Para un alma super-sistematizadora como la mía, es un ámbito del conocimiento, la cultura y la experiencia humana, tan atractivo como la literatura, la música, o la tanatología. Remis me sopla que esta defensa de la astrología por su valor “estético” se viene abajo si se considera que “la industria le da un valor normativo/predictivo”. Es cierto, hasta cierto punto. Pero, veámoslo de la siguiente manera. Si yo llego donde un amigo y le cuento un problema personal, y él me contesta “léete tal libro”, ¿hay alguna correlación entre el libro y yo? No po. Solo el sentido que yo le dé a la lectura. Con la astrología, el tarot, o la quiromancia, pasa lo mismo: lo que importa es la interpretación, NO las relaciones causales. Cada uno de nosotros tiene una carta astral (que compartimos con muchas personas que nacieron más o menos a nuestra misma hora y en un lugar similar -si cambian algo la latitud y la longitud cambian las casas, siguiendo a Plácidus), y cada una de esas cartas tiene una interpretación. Podríamos elegir otras, pero eso no es lo importante, lo importante es que así como tenemos un número de carnet, una fecha de nacimiento, tenemos una carta natal. En ella hay algo que podemos interpretar, y que, según la astrología profesional, tiene una interpretación que depende de los datos y no solo del azar o de la tincada del astrólogo: y eso también es bello.

En Cosmos, o en algún otro de sus libros, Carl Sagan se quejaba de que siempre que iba a una fiesta y contaba que era astrónomo la gente le preguntaba por la astrología, y que nunca nadie le había preguntado si era verdad que cuando estallaba una SuperNova se formaba Oro. Yo me pregunto lo siguiente: ¿porqué hay más personas que creen en la astrología que personas que se interesan en la astronomía? La respuesta obvia es sumamente simplista: es que la gente es tonta, es que la gente es ignorante. Debe de ser muy latero para los astrónomos profesionales que la gente de a pie crea más en el horóscopo del diario de lo que se interesa por los hallazgos de la astrofísica o la astrobiología. Y acá va la idea que más me da vueltas hace mucho tiempo. Esa idea de “pobres de nosotros los XXX que la gente no nos comprende” es lo que cariñosamente denomino la “falacia gramsciana” (no nos creen porque no están preparados, porque les han metido ideas erróneas en la cabeza). Un argumento similar al del cineasta, el pintor y los escritores incomprendidos… pero una falacia, al fin y al cabo.

Déjenme retrucar, el verdadero problema no es que la gente crea en los horóscopos, el verdadero problema es que los sabios, los justos, los instruidos no entienden cómo cautivar a las personas con su sabiduría, justicia o instrucción. Y si ellos (o nosotros) somos los que “tenemos la papa”, hay algo demasiado extraño en que se nos pierda de vista el cómo hacer que esta papa se viralice. Aunque, claro, siempre queda la otra explicación: que no queramos que se viralice, que esto quede solo como el conocimiento de los iniciados, y el resto, los que no piensan como nosotros o no aceptan nuestra posición, que se pudra.

Remis me mandó esto, y creo que es un cierre adecuado para este posteo:

“Nunca me ha gustado jugar a ser abogado del diablo, pero me gustaría que transcribieras mi cita favorita, de cabecera. Es un statement

‘La verdad, cuando se hiciera adecuada a la realidad, sería suplementada de tal manera que se transformaría en algo distinto, algo distinto de la verdad y para nosotros inalcanzable. De esta manera, hemos dejado el espacio debido al ejercicio de la duda y el asombro. Admitimos el sano escepticismo para el cual todo conocimiento, en un sentido, es vanidad; y que se siente en su corazón que la ciencia resulta miserable cuando se la mide con las riquezas del universo real. Justificamos el asombro natural que se deleita vagando más allá de los límites del mundo ordinario, y que sigue las rutas que nos llevan a regiones a medias conocidas, a medias incognoscibles. Nuestra conclusión, en una palabra ha explicado y ha confirmado la impresión irresistible que todo se encuentra más allá de nosotros’ –F. H. Bradley, Apariencia y Realidad

En una de las citas mas malinterpretadas y citadas fuera de contexto, otro filósofo nos conmina -con una actitud diametralmente opuesta a la de Bradley- al final de su Tractatus a “pasar en silencio frente a aquello sobre lo que no podemos hablar”: frente a lo inefable. El “primer” Wittgenstein pretendía haber resuelto los (pseudo)problemas de la Filosofía al delimitar lo que puede expresarse con sentido… pero sabemos que con el pasar de los años se retractó. Si -el que para muchos es- el filósofo más grande del siglo XX fué capaz de dar un pié atrás y reinventarse, creo que al resto de nosotros nos queda sólo maravillarnos ante la irrefrenable capacidad del ser humano de buscar, encontrar, desarrollar o crear sentido… Incluso donde no lo hay.”