“El elemento común quizá más increíble de los relatos que he estudiado, y con toda certeza el que mayor efecto ha producido en el individuo, es el encuentro con una luz muy brillante. Lo típico es que en su primera aparición la luz sea débil, pero rápidamente se hace más brillante, hasta que alcanza un resplandor sobrenatural” (Raymond Moody, Vida después de la Vida).

Si hubiera que realizar un ranking de los libros paranormales que se leían con tanto afán a inicios de los ochentas en Chile (y que se vendían hasta en los bazares), junto con El Retorno de los Brujos (Pauwels y Bergier, 1960), Recuerdos del futuro (von Däniken, 1970) y El Triángulo de las Bermudas (Berlitz, 1974), tendría un lugar puesto en el Top Ten Vida después de la Vida de Raymond Moody (1975). En este último, el investigador (sic) detallaba distintas experiencias de personas que estuvieron próximas a la muerte y que compartían diversos elementos como sensaciones de paz y quietud, la aparición de un ruido, el tránsito por un túnel oscuro, la sensación de encontrarse fuera de cuerpo, el encuentro con familiares fallecidos y la llegada de un ser luminoso. De todas ellas, la más apropiada por la cultura pop es el tránsito por un tunel oscuro y la aproximación de una luz al final del mismo, enceguecedora y llena de paz.

En su último número (octubre 2011), nuestra revista favorita de Ciencias Cognitivas, la Trends in Cognitive Sciences trae un interesante artículo neurocientífico sobre estas experiencias cercanas a la muerte. Los autores, Dean Mobbs y Caroline Watt proponen que cerca de un 3% de los estadounidenses han tenido este tipo de experiencias, pero que, al contrario de la creencia popular, las investigaciones serias sobre el tema tienden a sugerir que no hay nada paranormal en las mismas, sino que se explican como distorsiones cerebrales en situaciones traumáticas, e incluso a veces sin necesidad de trauma. Vamos por parte.

Uno de los mitos más establecidos que estos mythbusters de la neurociencia derriban de un suácate es que las Near-Death Experiences (NDE) se den en personas que efectivamente se encuentran próximas a la muerte. Como ilustra el siguiente gráfico: por un lado de los sobrevivientes a experiencias cercanas a la muerte, un enorme 82% declara NO haber experimentado este tipo de experiencias; por otro, de las personas que sufren NDE, cerca de la mitad NO se encontraba en una situación de muerte inminente.

La salida fuera del cuerpo

Popularizada sobre todo por el chanta de Lobsang Rampa (pseudónimo de Cyril Henry Hoskin, un común y corriente ciudadano británico de los cincuentas que NUNCA fue lama y NUNCA visitó el Tíbet), la experiencia de salir del cuerpo (El Cordón de Plata) es declarada usualmente por las personas que experimentan NDE. Mobbs & Watt indican que ella se encuentra fuertemente asociada a un fenómeno denominado alucinación hipnogógica que suele producirse justo antes de quedarse dormido y que se expresa en la asociación entre la imposibilidad de moverse (que en eso consiste la hipnogogia, en que la paralización del cuerpo, quedando sólo en funciomiento los músculos de los ojos, el corazón, el cerebro y la respiración) y el tener experiencias interpretadas como paranormales. Citan un experimento de Olaf Blanke en que se induce esta sensación al estimular la zona TJP (juntura temporoparietal) derecha del cerebro; y además lo asocian a la ilusión de Cotard.

El túnel de luz

El siguiente fenómeno de NDE que se desbarata en el paper es el del túnel de luz. Según un estudio citado de Nelson y colegas, se ha propuesto que dicha sensación puede deberse a una isquemia retinal, o desórdenes como el glaucoma:

“Como señala Blackmore, la corteza visual está organizada por células que procesan la visión de la periferia y la fóvea, de modo que la excitación de las células centrales dará lugar a la visión de una luz brillante al centro rodeada por una periferia oscura, es decir, un efecto de túnel” (Mobbs & Watt, 2011:448).

El encuentro con los seres queridos

Otra experiencia NDE de la que se da cuenta es aquella en que el paciente se vé rodeado de sus seres queridos fallecidos, o ángeles u otras entidades sobrenaturales. Destacan que este tipo de fenómeno ha sido diagnosticado en pacientes de Alzheimer o con un Parkinson avanzado, donde se declara la percepción de fantasmas o monstruos. La neurociencia ha explicado este tipo de alucinaciones por anormalidades en el procesamiento de la dopamina, como en lesiones palidotómicas. Nuevamente se destaca el que la alucinación puede inducirse neuralmente, en este caso por estímulo de la región adyacente al giro angular; y en la que los sujetos reportan “una presencia tras suyo”.

Del mismo modo, esta sensación se vincula a otro síndrome, el de Charles Bonnet, declarado sobre todo por ancianos y que se encuentra en muchos relatos folklóricos como el del Zapatero y los Duendes recopilado por los hermanos Grimm (“Die Wichtelmänner“, o “el viejito Simón, zapatero remendón” (8)), en los que un anciano experimenta la visita de seres sobrenaturales, normalmente de tamaño liliputense.

El artículo se cierra con la siguiente arenga:

“Si uno de los retos de la ciencia es desmitificar el mundo, entonces la investigación debe comenzar a probar estas y otras hipótesis. Sólo entonces la discusión de las experiencias cercanas a la muerte se moverán más allá del diálogo teológico hacia el ámbito legal de la neurobiología empírica”.