La foto que encabeza este post ha comenzado a circular de manera masiva por FaceBook recientemente, aunque el “grupo” en el que se origina ya tiene más de tres años. Se trata de Coco Loco, un personaje de Viña del Mar que solía realizar una actuación musical cantando a capella en la Calle Valparaíso y que los veranos se trasladaba a la playa de Reñaca, donde aparecía de improviso en el Sector Cinco (aka El Cementerio) para interpretar “los éxitos del verano”. Observar la actuación de Coco Loco era uno de esos espectáculos que no se olvidan: a veces entraba en una especie de trance y empezaba a moverse sin levantar los pies del suelo como si le estuvieran poniendo corriente, otras cambiaba las letras de los temas que interpretaba con modificaciones notables (como la canción de Soda Stereo “Se-le-léctrico” (8)), otras iniciaba una monserga en un idioma incomprensible. Esto ocurría en plenos ochentas, y quienes fueron testigos de su performance la recuerdan hasta hoy. Coco Loco siempre vestía de blanco y los rumores decian que tenía una esposa que era su manager. A mediados de los años noventas, sin avisar a nadie, se esfumó. La mayoría de quienes lo conocimos pensamos siempre que adolecía de alguna enfermedad mental, y es por eso que su recuerdo me retrotrajo a su vez a uno de los momentos más emocionantes de mi Magister en Estudios Cognitivos, cuando tuvimos que leer el Principios de Neurociencia de Eric Kandel (2001). En el capítulo 60 (Trastornos del pensamiento y la voluntad: esquizofrenia), Kandel realiza una declaración de principios sobre el status del tratamiento de las enfermedades mentales como un asunto de excesiva importancia para la salud pública:

“En 1990 el costo anual de atención de los pacientes con esquizofrenia en los Estados Unidos se estimaba en $ 33 mil millones. Este costo representaba alrededor del 2,5% del total de los gastos anuales para el cuidado de la salud en los Estados Unidos. Aún más inquietante es la estimación de que alrededor del 30% de todas las personas sin hogar (homeless) en los Estados Unidos sufren de esquizofrenia, y las personas sin hogar no es probable que sean beneficiarios del sistema de salud. Así, los cuantiosos fondos que se gastan en el tratamiento de la esquizofrenia llegan a sólo una fracción de los afectados por la enfermedad. El aumento en la incidencia de esquizofrenia entre las personas sin hogar en los Estados Unidos se remonta a 1960, con el alejamiento de tratamiento institucional para la esquizofrenia (antes de 1960 los pacientes con esquizofrenia eran casi rutinariamente comprometidos en atenciones hospitalarias a largo plazo). Al mismo tiempo, no se han desarrollado adecuadas instalaciones para pacientes ambulatorios de la comunidad para manejar los problemas sociales de los pacientes con esquizofrenia crónica”.

La declaración acentúa su relevancia si pensamos que Kandel ganó el Premio Nobel de Medicina en 2000, un año antes de lanzar esta cuarta edición de su clásico libro. Y, al menos en mi caso, significó cambiar de perspectiva respecto de la situación de las personas que viven en la calle en Chile, para empezar a verlos y verlas como personas a las que debemos acoger, y a las que el Estado debe proteger especialmente. Coco Loco es solo un ejemplo, pero cada uno de nosotros -hombres y mujeres- quizá recordamos a muchos otros que, sin saberlo, acompañaron nuestro andar por las avenidas de este mundo, a menudo desde la soledad y el abandono.

Los dejo con una canción que otros pro-hombres de la zona, el grupo Congreso, dedicaron al desaparecido cantante del cachito y los pantalones blancos.