Finalmente se aprobó la publicación del DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders – Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) por la APA, y será publicado en mayo de 2013.

“Es misteriosa, contradictoria y habla de entidades invisibles cuya existencia nadie realmente puede probar. Sí señores, la nueva biblia psiquiátrica ha sido finalizada” (Mind Hacks).

El más importante cambio de esta edición respecto de la anterior es el tratamiento del Síndrome de Asperger, una condición que ha recibido alta atención mediática en los últimos años y cuya eliminación como caso generará fuertes controversias.

Le hemos pedido, en consecuencia a Ignacio Wettling Carpio, fonoaudiólogo de la Universidad de Chile que nos ayude con una lectura de este cambio. Esto es lo que nos ha compartido.

Cambios en la manera de diagnosticar los Trastornos del Espectro Autista

por Ignacio Wettling

En una jugada que ya se había estado observando desde los primeros borradores publicados en la creación del DSM-5, finalmente se excluyó al Síndrome de Asperger como entidad nosológica de los Trastornos del Espectro Autista (TEA), y no solo eso, sino que también fueron eliminadas otras entidades como el Trastorno Desintegrativo del Desarrollo y el Síndrome de Rett. Esto que significa? Que sencillamente se ha optado por un Sistema de Clasificación Dimensional (donde solo se habla de Trastornos del Espectro Autista en diferentes grados de severidad) dejando de lado el Sistema Categórico (donde hay muchos Cuadros con características comunes pero diferenciables entre sí) que ha sido el utilizado hasta ahora.

Pese a lo extraño que esto pueda parecer en un principio, la verdad no es nada nuevo en literatura anglosajona, donde desde hace ya un tiempo se habla de los TEA como paraguas conceptual para referirse a menores con severas dificultades en la interacción social, desarrollo del  lenguaje y pobre actividad imaginativa, independiente de la severidad en la que esto se exprese.

Ahora, existen diferencias entre Asperger y Autismo? Al leer las descripciones de ambos cuadros es fácil responder afirmativamente, pero la respuesta se complejiza cuando hablamos de Autismo de Alto Funcionamiento (AAF), que básicamente es un Autismo, pero con mejores niveles de desempeño cognitivo y de lenguaje. Este último aspecto ha sido uno de los más  discutidos como factor diferenciador donde el Asperger presenta un lenguaje mejor estructurado en términos formales y creativo en términos pragmáticos que el AAF. Pese a ello, muchos estudios como este, utilizan el término Asperger y Autismo de alto funcionamiento (AAF) como términos sinónimos. Si desea saber más sobre esto, puede escuchar acá un podcast del sitio Fonoaudiologeeks, sobre este tema en particular.

Junto a lo anterior, existen diversos estudios que avalan esta diferencia entre menores con Asperger y con Autismo de Alto Funcionamiento, y que han considerado diferentes aspectos tales como las diferencias neuroanatómicas o de desempeño motor, donde se han encontrado desempeños significativamente distintos entre sí.

Todo lo anterior nos lleva a la reflexión final respecto a si es bueno el haber cambiado un criterio categórico de clasificación diagnóstica por otro dimensional, eliminando así el Asperger y otros diagnósticos. Para responder a esto, me remito a Zachar y Kendler, quienes plantean que este cambio de paradigma debe evaluarse desde una perspectiva esencialista (si las categorías utilizadas son naturales o no); una empírica (si se justifica por la evidencia) y una pragmática (si tienen un uso práctico), y en las tres perspectivas esta nueva clasificación simplemente falla, porque ya vimos que si hay diferencias entre subgrupos dentro de los TEA por lo que no serían categorías naturales; lo anterior está avalado por cierto tipo de estudios experimentales así que queda dicho cambio no tiene sustento experimental, (sin considerar que además este cambio hará que se mezclen sujetos de perfiles diferentes, complicando las investigaciones a futuro) y por último, tiene un escaso uso práctico porque no permite el entregar servicios diferenciados y especializados a los distintos menores con TEA. Finalmente habrá que esperar como es recibida esta clasificación pero algo dice que habrá mucha resistencia, en especial de parte de aquellas familias que han estado años luchando por poder saber con exactitud que le ocurre a su hijo.