Hoy ha habido cierta polémica por una reportaje de The Guardian en que se indica una proposición rapanui por la autonomía de la isla: “Easter Island issues Chile with independence threat” cuyo contenido luego ha venido a ser desmentido por El Mercurio.

Creemos que es un buen momento para compartir un documento que hemos mencionado al pasar anteriormente, el libro “The Statuesd that Walked” (Hunt & Lipo, 2011). La siguiente es la traducción del comentario realizado por Robin Torrence del Australian Museum para Science, en que se resume la propuesta “anti-ecocida” de los arqueólogos, en contra de la hipótesis del ecocidio, sostenida, entre otros por Jared Diamond en “Colapso”.

Isla de Pascua: ¿ecocidio o utopía?

 

por Robin Torrence para Science

 

The Statues That Walked: Unraveling the Mystery of Easter Island by Terry Hunt and Carl Lipo Free Press (Simon and Schuster), New York, 2011. 251 pp. $26, C$29.99. ISBN 9781439150313.

La presencia de gigantescas e icónicas estatuas de piedra en la pequeña y remota isla de Pascua (Rapa Nui) ha sido etiquetada frecuentemente como un misterio. Esto, porque en el siglo XVII esta isla pedregosa y árida fue anfitriona de una población en guerra considerada asimismo como demasiado pequeña y pobre para haber producido tales monumentos. Esta cuenta estándar de Rapa Nui ha sido muy popularizada (1-3) y sigue el siguiente guion: los seres humanos llegan; crece la población, la competencia intergrupal conduce a producir estatuas cada vez mayores cuyo transporte requiere más y más árboles que se talen, lo que lleva a la destrucción del medio ambiente, la guerra y los trastornos sociales. Dicha narrativa ha podido apoyar determinados puntos de vista de cómo la civilización moderna podría terminar, pero, según las investigaciones más recientes resumidas en este libro (“The Statues That Walked”), no es correcta en casi ningún aspecto. Olvidémonos entonces de las reivindicaciones sobre extraterrestres o del ecocidio intencional. En su lugar, los arqueólogos Terry Hunt y Carl Lipo argumentan que la antigua Isla de Pascua era un mundo bien adaptado y cuasiutópico.

 

Sobre la base de una gran cantidad de hallazgos arqueológicos, medioambientales y paleobotánicos, Hunt y Lipo despliegan una historia de cómo los resultados desconcertantes de su trabajo de campo han llevado a explicaciones alternativas. La combinación de información de nuevas excavaciones en sitios clave y, del mismo modo, una nueva evaluación de los trabajos anteriores, hacen a los autores llegar a la conclusión de que los humanos llegaron a la isla sólo hacia 1200 CE. Su revisión se ajusta mucho mejor a las fechas de la expansión de los asentamientos polinesios en otros lugares lejanos como Hawai y Nueva Zelanda. Las ratas que también viajaban en los barcos alimentados con las nueces de palma Jubaea gigante de la isla a lo largo de 600 años ayudaron a dirigir la extinción. En lugar de degenerar en guerra, los isleños respondieron a la deforestación mediante el desarrollo de un sistema de horticultura eficaz con la ayuda de pequeños jardines amurallados realzados por el compostaje y piedra acolchada. Este uso productivo de las piedras proporcionaron una subsistencia sostenible a pesar de: los duros efectos de niveles impredeciblemente bajos de precipitaciones, la ausencia de fuentes de agua permanentes y los fuertes y secos vientos.

 

Los colonos polinesios también trajeron consigo la práctica de la construcción de grandes plataformas de piedra con estatuas, de las que se derivo la concepción del ahu moai de Rapa Nui mucho más elaborados. Se han sugerido Muchas de las soluciones para el transporte de las estatuas sobre la isla desde su cantera. Hunt y Lipo favorecen una hipótesis previa de que las estatuas fueron “caminadas” verticalmente, al igual que una persona puede mover el refrigerador por la inclinación y torsión. Nuevas pruebas de la existencia de un sistema de carreteras a través de toda la isla con ángulos rectos para mover estatuas erguidas hacia arriba y abajo de las pendientes apoya su punto de vista. Una consecuencia importante es que el movimiento y el montaje de moai, incluso aquellos de muchas toneladas de peso, podría ser alcanzada por un grupo pequeño de personas. Después de haber desarrollado una justificación para grupos pequeños, igualitarios, el libro da un gran paso lejos de las investigaciones anteriores.

 

Al contacto con los europeos, la construcción y el uso de grandes estructuras religiosas de piedra apoyaba una estructura social jerárquica y de enfrentamientos entre grupos en otras partes de la Polinesia. The Statues That Walked” plantea una alternativa radical para Rapa Niu mediante una elaboración cultural que se logró sin la concomitante complejidad social, ni la competencia, ni la agresión. Los autores apuntan a la ausencia de estructuras defensivas, armas, o huellas de daños en los esqueletos por efecto de lucha junto con argumentos de la teoría de la evolución para predecir el pacifismo como una estrategia beneficiosa para una población pequeña y muy relacionada entre sí que debe hacer frente a un entorno especialmente hostil.

 

Si no era para apoyar a los jefes, ¿por qué se hicieron los moai? Siguiendo de su mentor, Robert Dunnell (4), Hunt y Lipo proponen que las estatuas eran una forma de señalización costosa. El tamaño de los monumentos demostraba los grupos que eran más exitosos y, por lo tanto, que no merecía la pena desafiarlos, evitando así la perjudiciales guerras. Además, argumentan que los moai (y también la piedra acolchada costosa) fueron consecuencia de una inversión en esfuerzos de “despilfarro” de manera de desviar las actividades de las tareas productivas y esto ayudaba a impedir que la población sobrepasara los limitados recursos de la isla.

 

Ninguna historia Rapa Nui estaría completa sin una catástrofe. En este relato, se indica que se esta se ha generado por la llegada de los europeos. A partir de datos de contabilidad holandeses, Hunt y Lipo argumentan que la cultura Rapanui no habría sucumbido a un desastre ambiental ocurrido en la primera parte del siglo XVIII, sino que fue prosperando y se adaptó bien a los escasos recursos de la isla. Al igual que en otras revisiones de contacto temprano europeo (5), los autores pintan un panorama positivo en el cual los bienes introducidos por los visitantes se convirtieron en “las nuevas señales costosas de comunicación al acceso a la nueva riqueza y la tecnología”. En respuesta a estas nuevas oportunidades, los isleños crearon rituales centrados en las embarcaciones europeas y en elementos que desviaron su atención de los moai, que rápidamente se derrumbaron más por negligencia que por una guerra. En última instancia, el colapso fue inevitable dado que las enfermedades dieron lugar a una disminución de la población de gran escala, que, cuando se combinó con la esclavitud y otros abusos, llevaron a la desintegración social.

 

Hunt y Lipo representan un modelo utópico en la que la cultura actúa de maneras aparentemente extrañas para reducir la población y sostener a las personas varadas en una isla pequeña y aislada con un ambiente marginal. Considerando que en el resto de las estatuas de la Polinesia y la construcción de monumentos era parte integral de la competencia y la guerra, proponen que en la Isla de Pascua estas actividades se volcaron en la dirección opuesta, lo que resulta en una sociedad muy adaptada y estable. Su argumento de que la “historia de Rapa Nui no es una de suicidio ecológico, sino que de la persistencia y capacidad de recuperación en el que los isleños emplean enfoques innovadores” es ciertamente convincente. Pero el supuesto de que esta sociedad estaba perfectamente adaptada al producto del ritual y a la ideología que rodea las estatuas gigantes descansa en exceso de las teorías en que las interpretaciones de los autores se basan: ecología funcionalista cultural y las nociones del altruismo y de la selección de grupos. Uno puede razonablemente preguntarse si el péndulo ha oscilado demasiado lejos desde la catástrofe autoinducida hacua la utopía. Los debates que surgen de “The Statues That Walked” plantean cuestiones críticas sobre los papeles relativos del determinismo ambiental, los procesos evolutivos, y la acción humana en la formación del pasados y futuro humanos. Con ello se garantiza que la investigación arqueológica en la pequeña y remota Isla de Pascua seguirá desempeñando un papel importante en la amplia erudición científica.

 

Referencias:

  1. J. Diamond , Collapse: How Societies Choose to Fail or Succeed (Viking, New York, 2005). Search Google Scholar
  2. J. Diamond , Science 317, 1692 (2007). Abstract/FREE Full Text
  3. J. Flenley,  P. Bahn , The Enigmas of Easter Island: Island on the Edge (Oxford Univ. Press, Oxford, ed. 2, 2003). Search Google Scholar
  4. R. Dunnell , J. Anthropol. Archaeol. 18, 243 (1999). CrossRefWeb of Science
  5. J. Pollard,  A. Paterson,  K. Welham , World Archaeol. 42, 562 (2010). CrossRefWeb of Science