Metas para el año próximo. 2011: estar delgado. 2012: bajar de peso. 2013: tomar menos cerveza. Estos y otros cambios de promesas anuales aparecen en un chiste gráfico que circula por Facebook, donde también se incluyen “ser feliz” (2011), “no estar triste” (2012), “existir” (2013). Parece que las metas que nos trazamos la velada del 31 de diciembre al 1 de enero son un dolor de cabeza añadido al hachazo de aquella inolvidable madrugada.

¿Por qué nos cuesta tanto cumplir nuestras decisiones de Año Nuevo? Parece que la respuesta se encuentra en cómo prometemos: si la promesa es privada tenemos más chances de concretarla; si es pública, las pinzas. El investigador Peter Gollwitzer de la U.de Nueva York y un par de colegas de otras instituciones realizaron interesantes experimentos hace ya cuatro años para dar cuenta de este extendido problema.

Promesas a la basura

En su paper “Cuando las intenciones se hacen públicas”, editado por la revista “Psychological science” (2009), Gollwitzer les pidió a 49 estudiantes de primer año de psicología que respondieran preguntas sobre su interés en finalmente llegar a ser psicólogos. Además de ello, les pidió que escribieran sus metas para la próxima semana (cosas como “tomaré los ramos más en serio” o “estudiaré más estadística”).

Acá viene la parte simpática: a algunos de los sujetos les dijeron que la parte de las metas semanales habían sido incluidas por error en el test y que las habían tirado a la basura sin leerlas.

Una semana más tarde, les solicitaron a los 49 que indicaran cuántas veces a la semana habían cumplido lo prometido. Lo gracioso es que aquellos a los que les tiraron las promesas a la basura cumplieron más que los que no.

“El Rata lo corrobora”

Como en esa clásica escena de la película “El último grumete de la Baquedano”, jurar algo medio ebrio y decir que lo corroborará el “Rata” (que está más borracho que uno), puede ser un gran error. Gollwitzer apuesta a que esto se debe a que cuando prometemos algo en presencia de otros, el mismo hecho de hacer la promesa nos da la idea de que ya cumplimos en parte con lo prometido.

Es lo mismo que pasa con famosas frases chilenas como “ya, este es el último” o “el lunes empiezo”, que demás que dan para un video del tipo “42 propósitos de Año Nuevo”. La sensación de bienestar de esas sencillas promesas nos da una momentánea satisfacción y se nos olvida ligerito que el camino era más largo y abrupto. Tanto los mismos investigadores del estudio mencionado, como Anne Marike Lokhorst y colegas -en otro artículo que será impreso este 2013 en “Environment and behavior”- defienden que de todos modos hacer las promesas públicas puede tener un efecto en el compromiso.

La clave se halla en un concepto que ha cobrado interés en los últimos tiempos, la “rendición de cuentas” (“accountability”). Por ella se entiende cómo los demás nos pueden cobrar por lo que prometemos. Si le decimos a alguien que nos preste un libro y le rejuramos de guata que se lo devolveremos pronto, quedamos expuestos a una rendición de cuentas. Lo mismo si le decimos al amigo con el que nos encontramos en la calle después de años que “hagamos un asado”.

Cuando expresamos intenciones por las que nos pueden venir a hacer una rendición, a menudo nos involucramos más en cumplir. Y ahí parece estar el meollo del asunto: muchas promesas de Año Nuevo son tan vagas que no tienen mucha “accountability” posible. Por eso, para el 2014, vaya pensando qué promesa puede hacer y declarar a los cuatro vientos, con la esperanza de que sus amigos, polola, pareja, “peor es na” o familiares le cobren la palabra.

Top ten de mentiras

De acuerdo al sitio “Statistic brain” -a partir de un estudio atribuido a la Universidad de Scranton- este es el top ten de las promesas de Año Nuevo:


1- Bajar de peso.


2- Organizarse.


3- Gastar menos, ahorrar más.


4- Disfrutar de la vida al máximo.


5- Mantenerse en forma y saludable.


6- Aprender algo interesante.


7- Dejar de fumar.


8- Ayudar a otros en sus sueños.


9- Enamorarse.


10- Pasar más tiempo con la familia.


Truco para cumplir sus promesas 2013

O de cualquier momento del año, en realidad. Se trata del modelo GTD (sigla en inglés para “Getting Things Done”, “lograr hacer las cosas”), creado por David Allen. Él sostiene que lo que nos impide hacer las cosas es que a menudo vemos las tareas como escollos insalvables. ¿Por qué? Simplemente porque las percibimos como un todo y no por partes.

El autor asegura que la clave en la gestión de las propias metas se encuentra en desarmarlas en partes más pequeñas y orientar el trabajo al cumplimiento de aquello que resulta menos amenazante. ¿Cómo? Haciendo listas de sub-tareas y luego atacando cada una individualmente. Por ejemplo, para hacer una tesis de grado, los estudiantes deberían no comenzar a escribir de una patada, sino que primero hacer una lista de temas que se van a trabajar en el texto y después ir uno por uno, primero párrafo por párrafo y luego página por página. Así, de a poco, se avanzará al objetivo.

Publicado originalmente en LUN Reportajes, 2013-01-06: Página 1, Página 2.