Ha pasado mucho tiempo sin publicaciones. Y para volver, teníamos que volver con algo realmente espeluznante. Sí, se trata de El Caso Sokal II (la secuela). Uno de los hechos más controversiales y llenos de sangre en el mundo científico del último tiempo. El texto fue publicado por Vinnie Rotondaro en octubre 17 de este año y le pedimos a Catalina Reyes que lo tradujera. Así que acá va.

NICK BROWN OLIÓ ALGO PODRIDO

Por Vinnie Rotondaro. Oct 17, 2013

Un intrépido amateur se atrevió a cuestionar un reconocido descubrimiento psicológico, y voló la teoría por los aires.

Era el otoño del 2011. Sentado en una sala de clases londinense poco iluminada mientras tomaba notas de las láminas del profesor, Nick Brown no podía creer a sus ojos.

Siendo informático de formación, este británico, de entonces 50 años, estaba buscando fortalecer sus habilidades interpersonales  y se había inscrito en un curso en psicología positiva aplicada en la University of East London. El campo del “funcionamiento humano positivo” se le explico como una “cosa basada en la evidencia” –científica y rigurosa.

Entonces, ¿de qué se trataba esto?; se trataba de un grafo mariposa, la llamativa carta de la teoría matemática del caos, pretendiendo mostrar el momento crítico en el cual los individuos o grupos “florecen” o se “marchitan”. No se trata de una metáfora, o de una alusión poética, sino de un índice exacto: 2.9013 emociones positivas a 1 emoción negativa. Cultiva un índice positivo de 2.9 a 1 o mayor y navega suavemente por la vida; cae bajo este, y húndete como una roca.

La teoría estaba bien acreditada. Ha sido citada 350 veces en revistas científicas a la fecha, se presentó por primera vez en un paper del 2005 escrito por la celebridad del movimiento de la psicología positiva, Barbara Fredrickson, y por Marcial Losada, un consultor chileno, siendo publicado en The American Psychologist, la principal revista científica revisada por pares de la más grande organización de psicólogos en Estados Unidos.

Pero Brown olía mierda. ¿Una constante universal prediciendo éxito y realización, fallo y descontento?  “¿En qué mundo podría ser esto verdad?” Se preguntó.

Cuando la clase terminó, le tocó el hombro a un compañero que, él sabía, tenía un profundo conocimiento en ciencias naturales, pero el hombre solo se encogió de hombros.

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Antes de inscribirse en el curso de psicología positiva en la University of East London, Brown había estado, como él lo describe, “atrapado en la rutina”.

Casado, padre de dos hijos,  se graduó de Cambridge en 1981 en ciencias de la computación, pasando la mayor parte de su carrera como operador de redes IT para una organización internacional con sede en  Strasbourg, France.

Después de veinte años en ese puesto, apretujándose entre sus deberes técnicos y dolores de cabezas gerenciales, ya estaba buscando algo nuevo. Así que en cuanto se le presentó la oportunidad, la tomó sin dudarlo. A pesar de la burocracia interna  de la empresa, la tarea de Brown ahora era promover el bienestar del equipo de trabajo. Pero esto le daba “poco espacio para tomar decisiones” y constantemente tenía que firmar  cosas que él pensaba “estaban simplemente mal”.  Y para agregarle insulto al daño, cuando le encargaron renovar la lista de proveedores para materiales de entrenamiento e instrucción de la compañía, se enfureció al tratar con “loquitos” y “charlatanes”, gente que ponía reiki y curación con cristales entre sus intereses, o que recurrían a “ondear la mano” al saludar para vender sus mercancías.

Él estaba chato. Llegando a los 50, con su madre enferma, “las sandeces generales, el constante (aunque no particularmente alto, pero sin fin) nivel de deshonestidad moderada”, todo estaba empezando a desgastarlo.

Y entonces un día, en noviembre del 2010, Brown se encontró a sí mismo en Manchester, asistiendo a una conferencia  del renombrado psicólogo británico Richard Wiseman, quien había escrito un libro llamado The Luck Factor (El Factor Suerte).

“Básicamente, la forma de tener suerte es ponerte en situaciones donde te puedan pasar cosas buenas”, recuerda Brown, “porque más cosas buenas que malas te pasarán en un día cualquiera, pero nada va a pasar si solo te sientas en tu casa.”

Después de la charla, Wiseman firmó libros. La pila se reducía cada vez más, y solo quedaban cuatro libros cuando Brown llegó cerca del final del frente. Había cuatro personas más entre él y Wiseman.

‘Pensé, “Bueno, parece que no me va a tocar uno”, dice. “Y entonces, yo estaba como a dos pies del frente, y la señora adelante mío, ella estaba a solo un paso de él –y había hecho fila por 20 minutos- decidió que ya no quería el libro y se fue”.

“Bueno, ahí tienes” Dijo Brown al saludar a Wiseman, “La ciencia de la suerte”.

Los dos hombres se rieron y se pusieron a conversar.  Brown le explicó su situación en el trabajo. Le preguntó a Wiseman dónde podría encontrar “más evidencia del asunto” algún set de habilidades basado en ciencia que pudiera usar para motivar empleados y ganar alguna ventaja sobre los charlatanes y chantas que llegan hablando a lo Cohelo.

Es un campo emergente, dijo Wiseman, y se llama Psicología Positiva.

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Siguiendo la descripción de Oxford University Press, la psicología positiva aspira “a estudiar la naturaleza positiva del ser humano, usando solo las teorías y herramientas científicas más rigurosas”.

En un discurso de 1998, el entonces presidente de la Asociación Americana de Psicología Martin Seligman anunció el nacimiento de la psicología positiva, llamándola “una ciencia reorientada que enfatiza el entendimiento y la construcción de las cualidades más positivas del individuo: optimismo, valentía, ética laboral, conciencia por el futuro, habilidades intrapersonales, la capacidad para el placer y el entendimiento de cosas nuevas, y la responsabilidad social”.

En gran parte, la psicología positiva puede definirse por lo que no es, el estudio de la enfermedad mental (al contrario, busca prevenirla) y contrastarse con lo que vino antes, una rama de las ciencias sociales llamada psicología humanista cuyo foco está en aspectos “orientados al crecimiento” de la naturaleza humana, pero que la psicología positiva critica por no ser adecuadamente científicos.

Un típico ejercicio en psicología positiva, como lo describe Seligman, la figura más visible del movimiento, en su popular libro de 2011 Flourish (Florecer), es el siguiente:

“Todas las noches de la próxima semana, deja 10 minutos libres antes de dormir. Escribe 10 cosas que salieron bien hoy y porque salieron bien.”

El “lo que salió bien” o ejercicio de “las tres bendiciones”, conocido en psicología positiva como “intervención positiva”, es parte de una batería de tratamientos conocidos colectivamente como “psicoterapia positiva”. En un estudio de personas con depresión severa, Seligman encontró que la psicoterapia positiva alivió “síntomas de depresión en todas las mediciones mejor que los tratamientos comunes y mejor que los fármacos”.

Hallazgos similares le han permitido a la psicología positiva un nivel de credibilidad que pocos subcampos de la psicología disfrutan. Centros y programas académicos han aparecido en todo el mundo, siendo el más influyente el llevado por el mismo Seligman: Un magister de un año en Psicología Positiva Aplicada que vale US$45.000 en la universidad de Pennsylvania.

En 2002, con una subvención del departamento de educación de Estados Unidos, el Programa Penn Resiliency (parte del centro de psicología positiva de la Universidad de Pennsylvania) comenzó un estudio de 4 años sobre los efectos de la psicología positiva en estudiantes de noveno año de secundaria* en una escuela a las afueras de Filadelfia. Seis años después, en el 2008, Seligman se adentró en una ambiciosa colaboración con el Ejército de Estados Unidos que resultó en un programa de US$125 millones, financiado por el gobierno, aplicado en todo el ejército llamado Comprehensive Soldier Fitness (Salud Integral del Soldado) (CSF).

Como editor invitado en una edición especial de American Psychology dedicada a dicho programa, Seligman escribió que la meta del CSF es “incrementar la cantidad de soldados que le dan significancia y logran un crecimiento personal de su experiencia de combate” y “reducir la cantidad de soldados que desarrollan patologías relacionadas al stress”.

Recientemente, sin embargo, se ha informado que el CSF no ha logrado reducir significativamente el stress post-traumático. Aun así, el gobierno está expandiendo este programa de US$50 millones anuales.

Uno de los autores que contribuyó a la edición especial de American Psychology sobre el CSF fue Barbara Fredrickson. Co-autora de Emotional Fitness and the Movement of Affective Science from Lab to Field (Salud emocional y el movimiento de la ciencia afectiva desde el laboratorio a la aplicación), donde citó su trabajo del 2005 en el “índice critico de positividad”.

Fredickson es más conocida por su teoría de expandir y construir+++, la cual postula que cultivar emociones positivas promueve progresivamente un mejor bienestar. Es considerada una “rock star” del movimiento de psicología positiva; incluso una vez fue elogiada por Seligman  como una “genio en el laboratorio”. En el curso de su carrera, según su currículo vitae, ha recibido US$240.000 en premios y becas de investigación y US$9 millones en financiamiento.

Mientras que el concepto de índice de emociones positivas y negativas de remonta a 1950, el origen específico del índice crítico de positividad se produjo el 2003, dentro del  libro para el público general Positivity (Positividad); allí, Fredrickson escribe: “Investigación vanguardista revela que hay un índice de 3 es a 1 que cambiará tu vida”.

Un consultor de negocios chileno llamado Marcial Losada, “quien había empezado a coquetear con el modelamiento matemático del comportamiento grupal (lque se transformaría en su pasión)”, le mandó un mail de la nada. Apelando a una investigación realizada en los 90´s que codificaba el lenguaje de sesenta grupos de negocios en sentimientos positivos y negativos, Losada dijo que había “desarrollado un modelo matemático, basado en dinámica no lineal, de la teoría de expandir y construir” (de la misma Fredrickson).

Dos pruebas independientes de Fredrickson estudiando los índices emocionales de los individuos parecían confirmar los hallazgos de Losada. En el 2005, los dos revelaron el índice crítico positivo en un paper en American Psychologist titulado Positive Affect and the Complex Dynamics of Human Flourishing. (Sentimientos Positivos y La Dinámica Compleja del Florecimiento Humano).

 

La teoría era la más audaz de las audaces: La humanidad, ya fuera trabajando individualmente o en grupos, está regida por  un punto de inflexión matemático, uno especificado por un índice de 2.9013 emociones negativa a 1 emoción negativa. Cuando se alcanza este punto de inflexión se da una especie de caos emocional, “un aleteo de mariposa” en palabras de Fredrickson, que resulta en un “florecimiento” del ser humano. Cuando no se alcanza, (o se excede un límite de 11.6346, si es que hay un límite para la positividad) todo empieza a desmoronarse y estancarse, o se encierra en patrones estereotipados como agua congelada que se vuelve hielo.

En Positividad, Fredrickson escribe que es posible promover las emociones positivas y disminuir las negativas. El índice critico de positividad, entonces, representaría una línea de separación rigurosa: la diferencia entre una vida latera y una dichosa. Siéntete bien sobre 12 cosas en tu día y mal solo sobre 4 y por las leyes del índice serás feliz. Pero elimina una de esas emociones positivas y no te sentirás así. Así que saca esa galleta adicional y habla con alguien que quieres, e impúlsate sobre el montículo matemático.

“Nuestro descubrimiento del índice critico de 2.9 de positividad” dicen Fredrickson y Losada , “podría representar un importante avance”.

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Con menos de un mes en el programa de la University of East London, Nick Brown estaba haciendo sus propios descubrimientos.

Se había enfrascado en el estudio de los papers originales que habían informado al artículo de Fredrickson y Losada del 2005; artículos escritos o co-escritos por Marcial Losada. Estos le parecieron exiguos, dice Brown. En su investigación de grupos de negocios, por ejemplo, “el largo de las reuniones de negocios ni siquiera se menciona”.

“Normalmente uno tiene un método, y este método dice como seleccionamos a las personas y de donde sacamos estos números y aquí están las tablas y aquí están los medios y aquí está la desviación estándar”, dice Brown, “Y él solo dice: ‘Satisfecho con que el modelo se ajustaba a mis datos, entonces corrí las simulaciones’. Todo el proceso era indistinguible de que, simplemente, hubiera inventado los datos”.

Escudriñando el trabajo de Fredrickson y Losada, Brown se topó con una línea en su paper del 2005 que le llamó la atención. “Losada (2009) estableció la equivalencia entre su parámetro control, c, y el parámetro control Lorenziano,  r. Usando la ecuación antes mencionada, se sabe que el índice de positividad equivalente a r = 24,7368 es 2,9013.”

“Por lo que me puse a buscar de donde salió esa fórmula”, dice.

Así que desenterró un afamado paper del 1963 del meteorólogo y matemático americano Edward Lorenz en aspectos no lineales de fluidos mecánicos, una subdisciplina de la dinámica de fluidos, o el estudio de los líquidos y los gases en movimiento.

“No pude leer la mayoría del artículo”, dice Brown, es un paper de física como tal. Pero empecé a ahondar en él, y logré encontrar una ecuación que podía leer, y que cuando me conecté con los números”, las constantes que Lorenz escogió por conveniencia en  1963, “daban el índice de positividad”.

“Pensé, ‘Sí, lo tengo.”

Parecía un caso de maquillar los números. En un problema válido de dinámica de fluido, nos números que se le alimentan a la ecuación deben estar correlacionados con las propiedades del fluido que se está estudiando. Pero al intentar hacer una equivalencia entre el flujo de los líquidos y el “flujo” emocional de los seres humanos, Lozada meramente tomó los números que Lorenz usó en 1963 para explicar su método de forma abstracta, números que solo habían sido usados con propósitos ilustrativos. Los resultados de Losada, junto con los lindos grafos mariposa que le habían mostrado a Brown en clases, no tenían ningún sentido.

Brown sabía que había encontrado algo importante. Igualmente,  sabía bien que necesitaría ayuda poniéndole puntos a sus Ies matemáticas y cruzando sus Tes psicológicas.

Cuando un profesor de la universidad de East London le sugirió que contactara a Fredrickson directamente y le dijera que encontró un error, él se resistió a esta idea. “Se me ocurrió que el nivel de pruebas que alguien debería traerme si yo fuera la Dra. Fredrickson, si yo fuera un profesor titular y tu un mero estudiante graduado que lleva estudiando psicología por tres semanas, tendría que ser muy elevado”.

Entonces, en vez de eso se fue a Google, a mandarle emails a académicos e investigadores que el sospechara podrían simpatizar con su causa.

El 5 de diciembre, obtuvo una respuesta.

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Harris Friedman vive en una reserva natural cerca de Everglades en Florida. El es un profesor de psicología de 65 años de la Universidad de Florida y Profesor Emérito de la escuela de postgrado Saybrook, que se describe a sí mismo como “una de esas personas a las que les gusta pensar en profundidad sobre problemáticas en psicología que muchos dan por sentado y consideran inamovibles”.

A Friedman le preocupan las “cosas pasajeras” en su campo. Proveniente de la tradición psicológica humanista, sintió disgusto cuando la psicología positiva irrumpió en la escena, en lo que él llama “un estallido de negatividad”.

En el 2000, escribiendo para American Psychologist, Martin Seligman y su compañero pionero en psicología positiva Mihaly Csikszentmihalyi, escribieron que la psicología humanista había fallado en “atraer una buena base acumulativa empírica”, y que, “engendró un sinnúmero de movimientos terapéuticos de auto-ayuda”, por lo que el legado del movimiento esta “prominentemente exhibido en cualquier librería grande”, con “la sección de ‘psicología’ (conteniendo) al menos 10 estanterías referentes a curación con cristales, aromaterapia y como alcanzar a tu niño interno por cada estantería que trata de mantener algún estándar académico.”

Ese comentario desagradable “me saco un gemido”, dice Friedman, quien se enorgullece del rigor de su trabajo y el legado del humanismo.

La psicología se ha visto sumida en la controversia por la cuestión de “lo cuantitativo versus lo cualitativo”, resultando en una suerte de vergüenza conocida como “envidia a la física”, donde los investigadores de las ciencias sociales así-llamadas “más suaves” se sienten inadecuados cuando se les comparan con las ciencias físicas “más duras”. Friedman dice que el trata de tener una visión más balanceada del tema. Seligman, por otro lado, dice, “asegura que el trabajo cuantitativo es más riguroso que el cualitativo, y eso es algo con lo que discrepo. Cada uno puede ser riguroso a su manera, y cada uno puede ser mal usado”.

Y mal usado son exactamente las palabras que tenía en mente cuando leyó el paper publicado por Fredrickson y Losada el 2005. “Recuerdo que solo solté un suspiro” dice, “solo más tonteras de dudoso valor”.

Por lo que quedó muy intrigado cuando recibió el mail de Brown seis años después, pidiendo su ayudar para derribarlo.

“Estimado Dr. Friedman, por favor perdóneme por escribirle de forma tan espontanea…”

“No tenía idea de cuál era su curriculum”, dice Friedman, “no sabía si era apto, y no sabía cómo abordar la matemática yo mismo, asique en resumen contesté, ‘estoy dispuesto a entrar en el juego, dime qué tienes en mente’”

Friedman sugirió que Brown comenzara a esbozar una crítica. “Lo que Nick decía empezaba a tener sentido”, dice Friedman, “Nick ve de forma intuitiva las fallas en las matemáticas. Se dio cuenta de cuan poco plausible era esto”.

“Pero no podía agarrarle el sentido” dice. La matemática era demasiado.

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Y entonces llegaron a Alan Sokal. Un matemático y físico, Sokal es más conocido por una artimaña que llevo a cabo hace una década, conocido simplemente como “el escándalo Sokal”.

En 1996, queriendo ver si, “una destacada revista Estadounidense de estudios culturales… publicaría un artículo deliberadamente sazonado con tonterías y palabrerías sin sentido si es que (a) sonaba bien y (b) adulaba las preconcepciones ideológicas de los editores”, Sokal mandó un paper a una revista de estudios culturales postmodernos llamada Social Text (Texto Social) que tenida poco, sino nulo, sentido, y termino siendo publicado. Lo que resultó en una gran controversia cuando Sokal anunció su fraude, y un año después co-escribió un popular libro llamado Intelectual impostures (Impostura Intelectual).

“Supongo que me ven como un luchador multipropósito contra la mierda” dice Sokal, ahora de 58 años, con una voz que recuerda la de Phil Hartman.

Brown le había escrito a este ladilla de la ciencia en Noviembre del 2011, pero Sokal, quien estaba  saturado con papers y trabajo de clases, lo había dejado archivado por ahí. Había recibido emails parecidos antes, emails pidiendo su ayuda para desacreditar ciencia fallida, “varias veces al año”, dice, “algunos menos serios, otros más serios”.

Lo más común es que los mails se terminaran perdiendo entre tanta mescolanza, pero de alguna forma, escarbando entre su correspondencia unas cuantas semanas después, se topó con el mail de Brown y comenzó a leer.

Sokal “no sabía lo que era la psicología positiva en ese momento”, dice, pero vio que el asunto estaba en su área de experticia, “un mal uso de física y matemáticas”, y que la ofensa matemática era particularmente obvia. “Esto ni siquiera era difícil.”

Brown incluyó una lista de inconsistencias que él había encontrado en el corazón de la teoría: para concluir su mail escribió:

“Este es mi problema. Soy solo un estudiante graduado sin certificación ni credenciales, recién empezando en el campo. No sé cómo expresar este tipo de idea y menos como un escrito académico coherente, y sospecho que, aunque supiera hacerlo, es muy poco probable que alguien lo publicara.”

“Por otro lado”, continuó, “no creo que yo sea un maniático, y esto está empezando a molestarme… estaría muy feliz                 que alguien que entienda la ciencia y la matemática mejor que yo me probara que estoy equivocado”.

Sokal respondió que estaba “muy impresionado con la contundencia” de la crítica de Brown, y lo alentó a desarrollarla en un paper para su publicación. Los dos se juntaron a almorzar en Londres, ciudad donde Brown estudiaba y Sokal enseñaba. Poco después, otro mail llegó a la bandeja de entrada de Brown.

Sokal, “volvió con su ensayo un día” dice Brown, “y había escrito 3.000 palabras”.

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Por la segunda mitad del invierno del 2012, Friedman, Sokal y Brown se mantenían en contacto vía email y trabajaron juntos en un bosquejo que se transformaría en  “The Complex Dynamics of Wishful Thinking. (La Dinámica Compleja del Pensamiento Ilusorio)”.

Los tres hombres trajeron distintas habilidades a la sopa. Brown era el foráneo, el investigador, quien, sin saber más, se atrevió a cuestionar la teoría en primer lugar. Friedman proveía la experticia psicológica y jugó un rol diplomático, ayudando a llevar el artículo a su publicación, mientras Sokal era el rematador, el infame desacreditador, que sabía cómo y qué se necesitaba para desmantelar la teoría en lenguaje duro y matemático.

El artículo que escribieron no solo redujo a pedazos el paper del 2005 de Fredrickson y Losada, sino también dos artículos anteriores escritos o co-escritos por Losada. Tomados juntos, Brown, Sokal y Freidman sumaron una letanía de abusos, los cuales relacionaron, uno por uno, de forma meticulosa y detallista.

“Debemos probar que cada uno de los artículos está completamente invalidado por errores conceptuales y matemáticos fundamentales”, escribieron.

Pero antes de pasar a esos errores fundamentales, acordaron que sería mejor comenzar el artículo con una rudimentaria explicación de que son y cómo funcionan las ecuaciones diferenciales, los bloques matemáticos que permiten construir lo que Losada y Fredrickson mal usaron.

La introducción pedagógica fue escrita por Sokal y pretendía tener un doble efecto. Por un lado, permitía que “cualquiera con un curso de cálculo de pregrado pudiera entender el paper” dice Friedman. Por el otro, la introducción traía consigo un mensaje implícito, uno dirigido directamente a los psicólogos, que los regañaba de forma tácita por aceptar la teoría sin realmente entender la matemática en la que supuestamente se apoya: “si no puedes entender esto”, dice Brown, “no te permitas seguir leyendo”.

Dejando la matemática a un lado, el paper era de mordaz, sardónico. “La mayoría de las mejores líneas son de Nick”, dice Sokal.

Al criticar una sección de la investigación anterior de Losada que caracterizaba a los grupos con alto desempeño como “optimistas”** y a los grupos con bajo rendimiento como “atascados en una atmosfera viscosa”, para tomar de ejemplo, Brown escribió:

“Uno podría describir las interacciones de un grupo como ‘chispeantes’ y predecir confidentemente que sus emociones estarán sujetas a las mismas leyes que gobiernan la descomposición dieléctrica del aire bajo la influencia de un campo eléctrico. Alternativamente, las interacciones de un grupo de investigadores cuyos artículos de revistas son caracterizados como “humo y espejos” podrían ser modelados usando la física de la combustión de partículas aéreas, combinada de alguna forma con óptica clásica.”

Esa línea llegó al final, otras fueron atacadas y eliminadas. Friedman trabajó para bajarle el tono lo más que pudo al lenguaje, bastante rudo por lo demás, sintiéndose protector de su profesión y sospechando “cuanta resistencia iba a generar”, ya que Barbara Friedrickson es un editor asociado de American Psychologist.

Al final, el paper que enviaron  a American Psychologist, la misma revista que había revisado y publicado la teoría de Fredrickson y Losada el 2005, era implacable en su ataque, severamente escrito y directamente enfocado en la mala matemática.

Y en todo el proceso, los tres hombres solo se juntaron una vez en persona, cuando Friedman estaba en Londres para dar una conferencia académica. Fue un día garabateando ecuaciones en una pizarra con tiza y conversando sobre la estrategia a seguir: una afinidad entre desacreditadores.

Después, Friedman y Brown bajaron a tomar un par de cervezas en un pub local. Ninguno de los autores se ha visto desde ese entonces.

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El 2 de Julio del 2012, Alan Sokal envío el paper terminado para la revisión por pares al American Psychologist, en ese entonces se llamaba “The Complex Dynamics of an Intellectual Imposture” (La Dinámica Compleja de una Impostura Intelectual).

El 12 de Julio, obtuvieron una respuesta. Haciendo mención al porcentaje de rechazo de la revista, que alcanza un 85%, el editor  en jefe Gary VandenBos le informó a Sokal que el paper excedía el límite de dos meses que los autores tenían para responder un artículo dado, y que no era “ lo más apropiado para The American Psychologist de momento”.

Al día siguiente, a las 2:32p.m., Sokal respondió. En una apelación que “fue de puro bravucón”, el equipo decidió ir por encima de VandenBos y escribirle al CEO de la Asociación Americana de Psicología, Norman Anderson, que este no era un comentario común y corriente; que el paper se publicaría pronto en alguna revista científica buena y que, de publicarse en otro lado, no se vería muy bien para American Psychologist. Sokal escribió que al no dejar que este articulo pase por la revisión de pares, la asociación americana de psicología estaba corriendo el riesgo de convertir “un pequeño escándalo en  un escándalo de proporciones mayores.

Dos horas más tarde, a las 5:22p.m., Anderson respondió. La decisión había sido revertida. El paper pasaría a revisión por pares.

Cuando se le pidió un comentario para este artículo, VadenBos escribió en un email que, “El proceso de revisión por pares de la editorial APA para todos nuestros artículos en nuestra revista académica especializada es confidencial”. Pero según Friedman y Sokal, cuando se está revisando un paper, el editor en jefe primero lo manda al editor asociado que este “más cercano al campo” de la temática que se está abordando. El único problema con esto, explica Sokal, es que “el editor asociado más cercano al campo de nuestro paper era Barbara Fredrickson”.

“Pero el editor en jefe, él es honorable”, dice Sokal, y entonces el paper fue asignado a otro editor asociado quien a su vez lo envió a cuatro revisores.

En septiembre, llegaron los resultados.

“Los mensajes eran bastante ambivalentes”, dice Sokal, “Uno dijo que era perfecto. Otro que el contenido era genial, pero que quería que le bajaran un poco el tono. El tercero y el cuarto tenían algunas críticas en el contenido”.

Revisaron nuevamente el paper, removieron las críticas más duras y le bajaron un poco el tono al lenguaje. En este punto el titulo cambió de La Dinámica Compleja de una Impostura Intelectual a La Dinámica Compleja del Pensamiento Ilusorio. Así mismo, otras referencias a dicha “impostura intelectual” fueron eliminadas.

En cuanto a las críticas “más exhaustivas” del tercer y cuarto revisor, dice Sokal, el equipo las abordo “punto por punto”, aceptando “alrededor del 20 por ciento” de ellas y refutando “alrededor del 80 por ciento” restante. La carta de introducción adjunta al borrador corregido tenía 25 páginas. El paper fue recomendado para su publicación.

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Casi un año después, el 15 de Julio del 2013, “La Dinámica Compleja del Pensamiento Idílico” se publicó en línea por Amercian Psychologist. El mismo día, una respuesta de Fredrickson también se publicó, titulada: Updated Thinking on Positivity Ratios (Pensamiento actualizado en índices de positividad).

Barbara Fredrickson rechazó comentar sobre este artículo. En su respuesta publicada ella escribió que ella ha “visto suficientes razones para cuestionar el marco matemático particular usado en su paper del 2005”.

El co-autor Marcial Losada, escribió Fredrickson, “decidió no contestar”. Los emails enviados a Losada buscando que comente sobre este asunto quedaron sin respuesta.

Al mismo tiempo que se deshacían de las matemáticas en las que se basaba su modelo, los autores publicaron una corrección formal a su trabajo del 2005 el 16 de Septiembre. Fredrickson aún cree que la investigación sobre índices de positividad mantiene su “lógica e importancia”.

“Mi meta en este artículo en respuesta, no es defender el trabajo conceptual y matemático de Losada”, escribió ella, “De hecho, yo no tengo ni la experticia ni el visión para hacerlo por mí misma. Mi objetivo, en vez de eso, es actualizar la evidencia empírica que demuestra el valor y la no-linealidad de los índices de positividad.”

Ella hizo resonar ese punto el 16 de septiembre en una carta al editor sobre “El Índice Mágico que no Era”, un artículo escrito por Tom Bartlett del Chronicle of Higher Education (Crónica de la Educación Superior). Fredrickson aseguró: “Es importante reconocer que considerable bagaje teórico y evidencias apuntan al continuo valor de monitorear y aumentar el índice de positividad.”

“Otros elementos del artículo original se mantienen válidos y no han sido afectados por este cambio”, escribió, “notablemente los resultados empíricos, replicado en dos muestras independientes, muestran que los índices de positividad fueron más altos en aquellos individuos catalogados como prósperos en relación a aquellos catalogados como no-prósperos”.

En la misma carta, Fredrickson anunció que las futuras impresiones de su libro Positivity “incluirían una nota para los lectores” haciendo referencia al “dialogo científico actual”, y que un link a su corrección formal sería agregada a la página web del libro.

Brown, Sokal y Friedman no estaban muy satisfechos con la respuesta de Fredrickson ni con las correcciones de la autora. Tampoco estaban contentos con trato que dicen haber recibido por parte de American Psychologist.

Los autores aseguran que estuvieron de acuerdo en dejar que American Psychologist le mostrara una copia adelantada del artículo a Barbara Fredrickson para comunicar su respuesta, pero solo si es que se les otorgaba a ellos la “última palabra” en forma de una respuesta a su respuesta, este acuerdo, según ellos, ha sido quebrantado subsecuentemente. (Después de un proceso de meses apelación se les ha permitido a los autores que le respondan a Fredrickson en el American Psychologist).

La respuesta de Fredrickson, dice Brown, “no apunta a ninguna de los puntos críticos que le hicimos excepto cuando dice ‘ok, bueno, si tiro a mi colaborador por la ventana de la micro quizás los haga feliz.”

“Ella afirma que sacado desde la trinidad matemática, teórica y empírica, podemos haber perdido la matemática, pero aún tenemos el dúo familiar de la teoría más los datos que se necesita para hacer ciencia”, dice Brown, “pero no lo tiene, porque su apoyo teórico solo se sustenta con esas ecuaciones.”

“Hizo el clásico truco de pasar la pelota.” Dice Friedman. “Dos de tres no está mal.”

Hay otras inconsistencias, notan los autores, hechos raros que hacen de los dichos de Fredrickson sobre como ella sí estudió la matemática pero igual le faltaba la “experticia y visión” necesarias para defenderla.

En Positivity, ella declara: “Necesito limpiar el escritorio para hacerle espacio a este nuevo vuelco en mi programa de investigación. Quería hacerle justicia. Gracias a la fundación John Templeton, logré darme un mini sabático este semestre. Se me liberó de mis obligaciones como profesora para poder introducirme en la ciencia de los sistemas dinámicos que Marcial me había presentado… Habiendo hecho esto, me gustaría compartirlos con ustedes ahora.”

Además, Fredrickson hace referencia a un libro llamado Differencial Equations, Dynamic Systems, and an introduction to the chaos (Ecuaciones Diferenciales, Sistemas Dinámicos y una introducción al caos), un libro que, en palabras de Sokal, “apunta a estudiantes de pregrado con un alto nivel de conocimiento en matemáticas, física, y disciplinas relacionadas”

“Si ella hubiera estudiado 1/10 de lo que dice haber estudiado”, dice Sokal, “el error de Losada le habría parecido evidente”.

Para poner las aguas aún más turbias, Martin Seligman, la figura más influyente de la psicología positiva, masacró hechos relacionados con el índice crítico de positividad en su propio libro, exponiendo de forma errónea que eran “60 compañías” en vez de los sesenta grupos de trabajo que eran originalmente, las que  habían sido estudiadas.

Los emails mandados a Seligman buscando que comentara sobre esta discrepancia no fueron respondidos.

“Contacté a Seligman para clarificar su uso de sesenta corporaciones en vez de sesenta grupos de trabajo”, dice Friedman, “y me respondió que no estaba seguro de donde había sacado eso. Se distanció a sí mismo de todo el asunto, diciendo que nunca había respaldado el índice como un número exacto.”

Los dos siguieron conversando del tema. Al final Seligman le agradeció a Friedman y sus coautores por ayudarle a corregir el error en la anotación científica, pero “su primera respuesta fue corta, y parecía más bien enojado”, dice Friedman, “despectivo”.

“Es muy raro”, dice Sokal, “No te da confianza si dos de los nombres más reconocidos del área son, al menos, así de descuidados.

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Hasta el día de hoy, Nick Brown aun huele mierda. La huele a pesar de la afirmación que él y sus coautores hacen al final de su paper sobre que ellos no “tienen una opinión sobre el grado en que el entusiasmo excesivo, auto-engaño sincero, u otras motivaciones podrían haber influenciado a Losada y sus colegas cuando escribieron sus artículos.”

“No me gusta la gente que webea***” dice, y eso es exactamente lo que creyó que Losada hizo cuando le llevó su teoría a Fredrickson.

En su próximo comentario de la respuesta de Fredrickson, intentarán detallar otros errores en el trabajo de Fredrickson y Losada y argumentar que aun como metáfora, el concepto de positividad crítica no tiene sustento. “(Fredrickson) abandonó el número exacto, pero aún se aferra al concepto general” dice Friedman.

“Se puede sentir como que estamos tomando este caballo muerto, flagelándolo, descuartizándolo y dejando que se pudra al sol” dice Brown, “mucha gente nos dice ‘¡ya paren!’ y nosotros decimos ‘¡no podemos!’ , menos cuando estas lidiando con gente así, particularmente con gente como Losada, aunque debo decir que me decepciona la actitud de Fredrickson también, tienes que matar el último punto bien muerto.”

Mientras tanto, aún quedan preguntas más grandes, dice Sokal, quien llama la atención al hecho de que solo una persona antes de Brown criticó la matemática que sostenía esta teoría: un investigador chileno llamado Andres Navas, el que puso en tela de juicio el paper de Losada de 1999 en una nota a un sitio web del centro nacional francés de investigación científica.

“Para mí, la verdadera pregunta no es sobre Fredrickson, Losada o Seligman,” dice Sokal. “Es sobre la comunidad científica en su conjunto. Cómo que es que nadie antes de Nick, y nótese que Nick solo era un estudiante de medio tiempo en su primer semestre de un magister en, seamos honestos, una universidad bastante oscura de Londres, quien no tenía ningún entrenamiento acabado en matemáticas, ¿por qué nadie se dio cuenta de que esto era pura mierda? ¿Dónde estaban todos los supuestos expertos?”

“¿Es realmente cierto que nadie se dio cuenta de esta farsa?”, se pregunta, “¿en un artículo que ha sido citado 350 veces, en un campo que se las da de ser tan científico?”

Al postular esta pregunta a psicólogos con un grado de experticia relevante, una imagen parcial del asunto comienza a aflorar.

Algunos decían que no estaban al tanto del asunto, y no podían comentar. Otros sabían del paper del 2005 y lo habían citado, pero con reserva. “Mi opinión del paper siempre fue que era una metáfora, disfrazada como modelo” dice David Pincus, un psicólogo de la universidad de Chapman quien se especializa en la aplicación de la teoría del caos a la psicología.

Pero también emerge el hecho de que otros si habían expresado directamente su preocupación sobre la matemática debajo de la teoría, pero solo se toparon con oídos sordos.

Stephen Guastello, un psicólogo especializado en dinámicas no lineales de la Marquette University, escribió: “Hemos visto muchas metáforas incompletas en nuestra línea de trabajo a través de los años. La pregunta es ¿cómo debe reaccionar uno?”

En su email, Guastello incluyó una lista de errores que había encontrado en la aplicación de las matemáticas en Fredrickson y Losada.

“Irónicamente”, comentó, “Si le mandé un comentario a American Psychology en algunos de los puntos anteriores, que eligieron no publicar porque ‘no había suficiente interés por el artículo.’ En retrospectiva, sin embargo, ahora veo que podría haber sido más claramente negativo y menos comprensivo con las cosas buenas que podría haber tenido el artículo original.”

Y en palabras de John Gottman, un conocido investigador en matrimonios que ha desarrollado su propio modelamiento en ecuación de derivadas parciales, un trabajo al cual Fredrickson refiere en un capítulo de su libro dedicado al índice crítico de positividad:

“Me leí el paper de Fredrickson y Losada, y les escribí porque tampoco podía entender las matemáticas”, escribió, “nunca me contestaron ese mail.”

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“Buscar por estabilidades duraderas a través del espacio y el tiempo” Harris Friedman dice, “es algo muy difícil”.

“La esencia de la crítica al índice crítico de positividad es que lleva el razonamiento cuantitativo a un extremo absurdo”, dice, “que si podemos hablar de cosas en términos numéricos, entonces es científico.”

Es el tipo de cosa que le causa asco a Nick Brown. Ahora de 52 años y “retirado”, él dice que tiene planes de volverse un monitor existencial para la vida y continuar sus esfuerzos despedazando investigaciones psicológicas chantas. Hace unas pocas semanas, terminó su programa en psicología positiva en la Universidad de East London. “Pasé”, dice.

Cuando se le pregunta si la clase valió la pena, Brown responde con su perspicacia habitual.

“Mucha gente, si pasaran por una experiencia similar, querría su dinero de vuelta”, dice, “pero por Dios, yo sí siento que lo que he obtenido vale totalmente el dinero que pagué”.