Debo confesar que me siento algo abatido por las reacciones que generó la primera parte de este post, y por ciertas discusiones que he tenido, tanto en vivo como en virtual, tanto con cercanos como con desconocidos. Quisiera hacer algunas precisiones preliminares con respecto a ambos posteos:

  1. Estos representan mis opiniones personales, no necesariamente las de los demás participantes de este proyecto llamado Tercera Cultura. Y mucho menos podrían representar las del diario La Tercera, con el cual no tenemos filiación alguna. Lamento que quienes desconocen el concepto de Tercera Cultura consideren este un alcance de nombres.
  2. Si bien el post utiliza un tono polémico y trollesco (que demostrablemente atrae más lectores que los escritos conciliadores) y ataca a una persona en particular (Juan Andrés Salfate), sus intenciones son atacar una forma de razonar en general. El ataque personal es debido a que este personaje es una figura saliente en este contexto, pero los dichos se aplican tanto a él como a una vasta y variopinta gama de charlatanes (las que además de tener en común con Salfate que sus teorías tienen escasa rigurosidad y respaldo empírico, tienen en común que sacan beneficios económicos de quienes les creen).

Lo de “demostrablemente”, para no caer en las justificaciones viciadas que son característica de Salfate, se refiere a estos datos: Resultados de búsqueda en Google por “I x (love/hate) y (thing)” (búsqueda realizada en inglés para evitar variaciones con los artículos en español)

AMO ODIO
LOS GATOS 526.000 716.000
LOS PERROS 431.000 2.330.000
LOS PAYASOS 57.000 368.000
EL HIP-HOP 1.660.000 1.920.000
RADIOHEAD 97.300 159.000
GAYS 134.000 184.000
LESBIANAS 50.100 203.000
STAR TREK 278.000 465.000

y nosotros que te quisimos tanto...

OK… hice trampa, seleccioné los términos de búsqueda en función de la controversia que generan. Si buscamos cosas que son amadas en general, como el chocolate o el sexo, la balanza se inclina en gran medida hacia el amor. El punto es que cuando el asunto es controversial, las expresiones (no los sentimientos) de repudio son mucho más numerosas que las expresiones de apoyo. Internet is for trolls. El dato que si es objetivo es este: El post sobre Salfate es el más visto de este mes (y de paso el mas twiteado), y le pisa los talones a los posts sobre el terremoto como los más vistos de la histora de este blog. A mi juicio no es ninguna casualidad: Salfate divide aguas, y si bien a la enorme mayoría les da lo mismo (algunos de los “argumentos” mas recurrentes son “pero si el guatón no le hace mal a nadie”, “es un payaso más de la TV”, etc.) sucede que la división entre quienes le creen todo y los que no le creen en lo absoluto en cierto modo encarna una división profunda entre formas de concebir y comprender el mundo que nos rodea. Una división entre culturas. Una advertencia eso sí: este post no es sobre Salfate. Es sobre lo que creo y que me hace oponerme él. Es un post largo y fome, para los standards actuales… están advertidos

Argumentación, Falacias y Vendidas de Pomada

Déjenme resumir el argumento del post anterior. Normalmente no haría esto si no fuera porque muchos de los comentarios contrarios a mi posteo (y a mi persona) parecían pasar por alto las premisas del argumento:

  1. Las Teorías de Conspiración son afirmaciones contraintuitivas o extraordinarias
  2. Comúnmente (incluyendo el ámbito científico, jurídico y otros más), el peso de la prueba (Onus Probandi) recae en quienes pretenden demostrar una teoría que contradice el sentido común o el consenso.
  3. Se sigue de 2. y 3. que son los teóricos de conspiraciones (Salfate incluido) los que tienen la obligación de demostrar sus afirmaciones.
  4. Las Teorías de Conspiración cuentan con apoyo empírico escaso, sesgado (Sesgo de confirmación), y sus defensores cometen muchas falacias argumentativas (Ignoratio Elenchi, Straw man, Evidencia anecdótica, Relación Espuria, Sofismas, etc.) y reúnen muchas de las características propias de la pseudociencia.
  5. Se sigue de 3. y 4. que los teóricos de conspiración (Salfate incluido) no prueban sus afirmaciones, sino que sólo aparentan hacerlo. Y quien pretende y asume que demuestra algo y no lo hace, está mintiendo
  6. Ergo, Salfate = Falsate. QED

OK, otra vez hice trampa: la lista que acabo de armar tampoco es una demostración propiamente tal, pero resume el punto al que quiero llegar: que Salfate y sus fans, en vez de aportar pruebas contundentes en apoyo a sus afirmaciones, sólo se limitan a justificarse por la ausencia de pruebas construyendo hipótesis ad-hoc (usualmente culpando al capitalismo, a los gobiernos ocultos, etc.) y descalificando a sus opositores con argumentos ad-hominem (que somos crédulos y nos creemos todo lo que dice la TV, que nos paga el gobierno o estamos bajo el control de los Annunaki, etc.) Y esto podría ser aceptable si el contexto fuera el de una pelea entre futbolistas y modelos, pero lo que se está haciendo aquí es promover el pensamiento mágico, la superstición, y peor que eso: se está inculcando una manera de pensar irracional en la gente, precisamente en tiempos en que la irracionalidad abunda. Cuestionar la autoridad y cuestionar lo que nos dicen los medios/el gobierno/la iglesia/etc. es una necesidad si queremos ser sujetos críticos y pensantes. Pero eso no implica tener que aceptar las “alternativas” a “las verdades oficiales” si estas son insostenibles o lisa y llanamente descabelladas. [Permítanme un poco de autoreferencia y soberbia (o amor propio, según por donde se mire) para responder algunas de las críticas que me hicieron. No me creo dueño de la verdad. Tampoco soy un hueón que no piensa. Por el contrario, vivo en un estado de duda permanente y sumido en la autocompasión de no saber lo suficiente o no poder demostrar apodícticamente lo que creo, y soy de los que no pueden dormir de noche porque los argumentos y contra-argumentos en mi cabeza hacen demasiado ruido (especialmente los que tienen que ver con mi tesis de postgrado, la que -me temo- no voy a ser capaz de terminar). Y si hay algo que realmente me saca de quicio, es la autoconfianza infundada. Y sobretodo los sujetos que se creen dueños de una verdad superior y que la predican tratando de estúpidos, ignorantes o dogmáticos a quienes les contradicen, ignorando ellos mismos las batallas filosóficas que se han librado con respecto al qué es la verdad, que es el argumentar y que es demostrar o confirmar una hipótesis. Sí, eso incluye a Salfate. Y si preocuparme de lo que dice un “guatón farandulero” es ser tonto grave, lo asumo. Pero porfa, no vengan a predicar “verdades” o a tratar de verme la suerte, que de gitanos he aprendido algo en estos años. Cada vez que veo a Salfate decir en la tele “les voy a demostrar que…” para luego mostrar un documental conspiranoico de internet, se me agranda la úlcera] Y ya que lo anuncié y llegué a ese tema, que algo bueno salga de todo esto. En la historia de la Filosofía, han habido varias teorías sobre lo que es la verdad. Por ser este un blog de divulgación general, voy a omitir muchos de los tecnicismos filosóficos y aristas del asunto… No todo el mundo es filósofo o quiere serlo (afortunadamente… no lo recomiendo: son muchos los dolores de cabeza y poca la plata), aunque si alguien quiere una revisión a fondo sobre el tema, puede encontrarla aquí

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¿y a todo esto, qué es la Verdad?

Es uno de esos conceptos abstractos que todo el mundo usa cotidianamente, y todo el mundo tiene un dominio intuitivo del término, pero pocos pueden definir con exactitud (recordemos que Sócrates, el primer IRL troll de la historia, ganó fama, discípulos, fortuna y la cicuta por andar mostrandole a la gente lo malo de sus definiciones). Y con justa razón: como con todo concepto abstracto, han habido múltiples definiciones del mismo, y no hay ninguna que cubra todos los casos o que esté exenta de problemas. Para más remate, la gente comúnmente confunde el concepto con el objeto, evento, acción o propiedad denotada por la palabra. Y si hay algo que es fundamental en Filosofía, es aprender a distinguir entre los conceptos (en la mente), las palabras (en el lenguaje) y la cosas (en el mundo). Y pasa con los conceptos abstractos que usualmente son metáforas, palabras que adquieren su significado por comparación con otra cosa en otro dominio epistémico. Por ejemplo, todos entendemos que cuando Romeo dice “Julieta es el Sol”, no quiere decir que sea una bola de gas que arde a millones de kilómetros de distancia de la tierra, sino que es lo que le da luz (otra metáfora!), calor (otra metáfora más!) y la vida (párenla con las metáforas porfa!). Primero, el lugar de la verdad no está en las cosas: las cosas o existen o no existen. Lo que puede ser verdadero o falso es lo que se piensa o se dice de ellas. Los predicados son verdaderos, no los entes. La llamada verdad ontológica (entendida como autenticidad) es sólo una convención lingüística, por ejemplo “Oro falso” no es oro propiamente tal, lo mismo con “billete falso” o “sonrisa falsa”… Una de las primeras lecciones de etimología que nos dieron en el curso de Filosofía Antigua es el concepto griego de verdad: la ἀλήθεια (alétheia), lo que significa “lo que está sin velo”, “lo develado”, lo “des-encubierto”… es decir, lo evidente. Verdadero es lo que está (metafóricamente) a la vista. Este sentido “originario” del concepto de verdad es una forma de verdad ontológica (osea, que entiende a la verdad como una propiedad de los entes, no de los predicados). Que los Heideggerianos me odien, pero sorry, wrong number. Total, Heidegger nunca me cayó bien… Otro concepto de verdad, extraordinariamente popular hasta nuestros días, es la llamado Adecuacionismo, adaequatio rei et intellectus (adecuación entre las cosas y el intelecto) originada en la escolástica medieval. esta teoría es asimétrica: es lo pensado lo que debe adecuarse a lo real (no al revés). Uno de sus críticos, Alfred Tarski, llamó la atención sobre el hecho que lo pensado, al estar mediado por el lenguaje, depende de las convenciones semánticas de la lengua que se habla. Pero esa crítica nos sacaría del punto central… tarea pa la casa. También están los Pragmatistas que identifican lo verdadero con lo útil, con lo sirve y se puede poner en práctica (a diferencia de los adecuacionistas, para quienes un enunciado puede ser verdadero aunque sea indemostrable empíricamente). Muy conductista de su parte, señores… Y por último, mencionaré el Coherentismo, el que fue defendido por el -a mi juicio- último de los grandes idealistas de la historia, don F. H. Bradley. Haciendo una groserísima simplificación de su sistema de pensamiento, este tiene un sólo axioma: que la realidad es una unidad coherente y armónica, que no admite la contradicción, y que ahí donde haya contradicción, no hay realidad ni verdad, sino que apariencia y error. A partir de este axioma, Bradley deduce que el bien (moralmente hablando) consiste en la coherencia entre el pensar y el obrar para con uno mismo y los demás, y que epistemológicamente hablando, el problema del intelecto es que separa y establece distinciones donde no puede haberlas… el resultado es una filosofía de carácter místico, holista y panpsiquista (para Bradley la realidad no es la materia, sino que es experiencia no articulada… por eso es un Idealismo Absoluto)… ¿porqué menciono a Bradley, a pesar de ser incluso mas indigerible que Hegel? Porque por lo menos, es una de las pocas teorías filosóficas que me han traido paz en vez de más pesadillas (lo que se agradece), y porque fué el pensador que estudié con el mejor profesor que he conocido en mi vida, y cuyo análisis me valió ganarme el título. Por eso mi profe me huevea con que soy un “budista o idealista de closet” a pesar de estar haciendo filosofía de la mente y ciencia cognitiva. En resumen, en cosa de gustos no hay nada escrito, pero en cosa de gustos filosóficos… hay volúmenes como para llenar una catedral. El concepto de verdad, sin embargo, está en el corazón mismo de los problemas sobre el conocimiento humano y todos los grandes problemas de la historia de la Filosofía… por lo mismo, a la verdad se la busca, sin necesariamente creer saber lo que ella es. Esta cornucopia de conceptos y teorías raras nos llevan a los puntos siguientes… ánimo y valor.

Falsacionismo: Dos versiones fundamentales

En otra discusión reciente se abordó el tema. Aquí prefiero citar directamente otras fuentes, los puntos (a mi juicio) centrales para el asunto central de este post van en verde:

El falsacionismo, refutacionismo o principio de falsabilidad es una corriente epistemológica fundada por el filósofo austriaco Karl Popper (1902-1994). Para Popper, constatar una teoría significa intentar refutarla mediante un contraejemplo. Si no es posible refutarla, dicha teoría queda corroborada, pudiendo ser aceptada provisionalmente, pero nunca verificada. Dentro del falsacionismo metodológico, se pueden diferenciar el falsacionismo ingenuo inicial de Popper y el falsacionismo sofisticado de la obra tardía de Popper y la metodología de los programas de investigación de Imre Lakatos. El problema de la inducción nace del hecho de que no se puede afirmar algo universal a partir de los datos particulares que ofrece la experiencia. Por muchos millones de cuervos negros que se vean, no será posible afirmar que «todos los cuervos son negros». En cambio si se encuentra un solo cuervo que no sea negro, se podrá afirmar: «No todos los cuervos son negros». Por esa razón Popper introduce al falsacionismo como un criterio de demarcación científica. Popper en realidad rechaza el verificacionismo como método de validación de teorías. La tesis central de Popper es que no puede haber enunciados científicos últimos, es decir, enunciados que no puedan ser contrastados o refutados a partir de la experiencia. La experiencia sigue siendo el método distintivo que caracteriza a la ciencia empírica y la distingue de otros sistemas teóricos. Para Popper la racionalidad científica no requiere de puntos de partida incuestionables, pues considera que no los hay. El asunto es cuestión de método. Aunque la ciencia es inductiva en primera instancia, el aspecto más importante es la parte deductiva. La ciencia se caracteriza por ser racional, y la racionalidad reside en el proceso por el cual sometemos a la crítica y reemplazamos nuestras creencias. Frente al problema de la inducción Popper propone una serie de reglas metodológicas que nos permiten decidir cuándo debemos rechazar una hipótesis. Popper propone un método científico de conjetura por el cual se deducen las consecuencias observables y se ponen a prueba. Si falla la consecuencia, la hipótesis queda refutada y debe entonces rechazarse. En caso contrario, si todo es comprobado, se repite el proceso considerando otras consecuencias deducibles. Cuando una hipótesis ha sobrevivido a diversos intentos de refutación se dice que está corroborada, pero esto no nos permite afirmar que ha quedado confirmada definitivamente, sino sólo provisionalmente, por la evidencia empírica. (fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Falsacionismo)

Moraleja de la Historia 1: Inicialmente, la idea es que la verdad no se puede demostrar, pero la falsedad si. A esto se le llamó Falsacionismo Ingenuo. ¿Porqué? Porque si bien idealmente la ciencia opera así, sucede que en la práctica la historia de la ciencia es la historia de científicos luchando a muerte por tratar de demostrar sus teorías, sin estar dispuestos a cambiar de opinión. Le debemos a Kuhn la idea de que la ciencia avanza por cambios de paradigma, los cuales cambian no porque los científicos cambien de opinión al ver sus teorías “falseadas”, sino que porque estos eventualmente se mueren (o peor, se quedan sin fondos!), y los jóvenes con su paradigma nuevo ocupan su lugar. Esta teoría dio pié al llamado Anarquismo Epistemológico de Paul Feyerabend, una de las muchas figuras trágicas en la historia de la filosofía, y favorito de los postmos (que tienden a gustar de los relativismos en todos sus sabores y colores). Lo que nos lleva a Imre Lakatos, el protagonista de la Historia 2:

La metodología de los programas de investigación supone un paso más allá en el falsacionismo ya que resuelve algunos problemas de los que adolece este último. Debido a esto, Lakatos pasa a denominar falsacionismo ingenuo al defendido por Karl Popper en su La lógica de la investigación científica, mientras que llama falsacionismo sofisticado a las sugerencias más tardías de Popper, así como a su propia metodología de los programas de investigación. No obstante, cabe señalar que Popper no llama a su metodología falsacionismo, sino racionalismo crítico. El hecho de que actualmente se la conozca por falsacionismo es debido a los divulgadores de su obra, así como a la distinción mencionada que realizó Lakatos. Lakatos señala diversos problemas del falsacionismo ingenuo apoyándose constantemente en la historia de la ciencia y afirma (parafraseando la famosa frase de Kant) que «la filosofía de la ciencia sin la historia de la ciencia es vacía; la historia de la ciencia sin la filosofía de la ciencia es ciega». A continuación se muestran algunos de los problemas clave que Lakatos observa en el falsacionismo ingenuo:

  • La ciencia no avanza por medio de falsaciones de teorías. Un experimento que refuta una teoría no hace que se abandone, sino que los científicos suelen apelar al experimentador para que revise sus métodos, instrumentos y teoría experimental. Por ejemplo, muestra el programa de William Prout. Aun así, dice que los científicos con suficiente imaginación e ingenio pueden rechazar indefinidamente los experimentos o asimilar sus resultados en forma de hipótesis ad hoc, hecho que contradice el criterio de rechazo de teorías del falsacionismo ingenuo (cf. Tesis de Duhem-Quine).
  • Los experimentos cruciales que refutan teorías no se dan realmente, sino que esta denominación se adjudica a algunos experimentos retrospectivamente cuando se ha aceptado una nueva teoría. Este hecho no parece muy racional, pues en ocasiones se denomina así a experimentos cuyos autores pensaban que corroboraban una teoría en lugar de refutarla. Como ejemplo, cita el experimento de Michelson-Morley y otros.
  • Las teorías científicas nacen refutadas. Muestra como ejemplo la teoría de la gravitación de Newton, la cual nació con anomalías y esto no impidió su desarrollo hasta convertirse en una de los mayores logros científicos de la humanidad. El falsacionismo ingenuo la hubiese rechazado inmediatamente al nacer por estar refutada. (fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Falsacionismo_sofisticado)

Los Programas de Investigación Científica consisten en una sucesión de teorías relacionadas entre sí, de manera que unas se generan partiendo de las anteriores. Estas teorías que están dentro de un PIC comparten un núcleo firme o duro (NF). El núcleo firme está protegido por un Cinturón protector (CP) que consiste en un conjunto de hipótesis auxiliares que pueden ser modificadas, eliminadas o reemplazadas por otras nuevas con el objetivo de impedir que se pueda falsar el núcleo firme. Dentro de un PIC hay una heurística negativa y una heurística positiva. La positiva sirve de guía e indica como continuar el programa, mientras que la negativa prohíbe la refutación del núcleo firme. Cuando un PIC se enfrenta a anomalías empíricas que teóricamente no ha podido predecir se reemplaza por un PIC rival. En el caso de que no haya un PIC rival que conserve los elementos no refutados del PIC anterior, y a la vez tenga soluciones para las nuevas anomalías, el PIC se queda en etapa regresiva hasta que se recupera. Los PIC pueden ser degenerativos, cuando el programa no predice fenómenos nuevos por mucho tiempo; o progresivos, cuando el programa tiene éxito. En Pruebas y refutaciones expuso que la teoría de Karl Popper según la cual la ciencia se distingue de las demás ramas del conocimiento porque las teorías pueden ser “falsadas” al establecer sus creadores unos “falsadores potenciales” es incorrecta, ya que toda teoría (como la de Newton, la cual estudió en profundidad), nace con un conjunto de “hechos” que la refutan en el mismo momento que es creada. Esto le llevaba a considerar que la ciencia era incapaz de alcanzar la “verdad”, pero sugirió en su Programas de Investigación Científica, que cada nueva teoría era capaz de explicar más cosas que la anterior, y sobre todo, de predecir hechos nuevos que nadie antes ni siquiera se había planteado (como el cometa Halley que regresó exactamente el mismo año en que había sido calculado utilizando la teoría de Newton).

Moraleja de la Historia 2: por eso tenemos tantos Jerry Fodors… y de paso tantos creacionistas y tantos conspiracionistas. Lo que diferencia a estos últimos de la ciencia es un hecho fundamental: el poder predictivo que tienen sus teorías.  Y si algo caracteriza a los chantas en general, son las múltiples hipotesis ad-hoc, o parches (o hablando claro: excusas) que se inventan para acomodar la teoría a los hechos o datos empíricos. Por lo mismo, sólo por tomar un ejemplo paradigmático, la teoría de la evolución es ciencia, mientras que el creacionismo no lo es: la Evolución tiene cada vez más apoyo empírico, mientras que el Creacionismo literal (Dios creó el mundo en 7 días, la tierra tiene 6.000 años, etc.) tiene que aferrarse a argumentos modales disparatados y retorcidos. Y hay una frase de Daniel Dennett que está escrita en mi cabecera:

When philosophical fantasies become too outlandish — involving time machines, say, or duplicate universes or infinitely powerful deceiving demons — we may wisely decline to conclude anything from them. Our conviction that we understand the issues involved may be unreliable, an illusion produced by the vividness of the fantasy.

Esa es la razón por la que, entre otras cosas, no creo en teorías conspirativas y soy agnóstico… a pesar que para algunos esto sea ser “un ateo sin agallas”. Prefiero ser cobarde que sacar una conclusión en pro de una tesis indemostrable empíricamente a través de argumentos trascendentales. Y si bien puedo convivir con la posibilidad de que exista un Dios y yo no crea en él, no me puedo tragar la idea de que sea Yahvé, Jehová, Alá, Krishna u otro de los muchos… ni menos que se le califique positivamente a partir de conceptos que son empíricamente negativos, es decir, negaciones de nuestras propias cualidades como seres vivos (omnisciente, omnipotente, omnipresente, etc.) Sorry que evada el debate teológico, pero no soy teólogo, no puedo jugar en esa cancha. No puedo aceptar justificaciones no empíricas. Soy Coherentista y Empirista convencido y militante, Fisicalista y libre de creencias paranormales y sobrenaturales (hasta que la experiencia misma me demuestre lo contrario). Prefiero definirme así que decir “agnóstico” o “escéptico”… tengo mis convicciones, sólo que son otras. Y si: creo en ellas, les tengo fe. Y una de ellas es no sacar conclusiones ontológicas (existencia) a partir de premisas puramente epistemológicas (concebibilidad). Ese es un golazo que se puede hacer una vez, y Descartes ya lo hizo, en lo que le achuntó: el Cogito. Y esto nos lleva, en último término, a tener que decidirnos entre dos concepciones del que es el conocimiento, y que es el hacer ciencia. Ya he dado demasiada lata, así que dejaré que la metáfora hable por si misma.

¿Barcos, Balsas o Pirámides?

Siempre me ha gustado la metáfora de Otto Neurath, quien planteaba que el conocimiento y la ciencia son como un barco, cuyos marinos tienen que reemplazar las tablas podridas (las teorías incoherentes con los datos empíricos o con las demás teorías) en altamar, sin poder llegar a puerto para hacer las reparaciones. La ciencia y el conocimiento se construyen sobre la marcha, y las tablas se cambian de una en una. Mientras mas grande la tabla podrida, mas peligro hay de que el barco se vaya a pique… y sin embargo, seguimos navegando en vez de ponernos nihilistas o relativistas absolutos. La Filosofía en si misma tiene algo de eso… no sólo porque es una aventura, sino que algunas veces puede llevar al suicidio (económico, intelectual, social, etc). LOL. Ernest Sosa, en un hermoso artículo llamado llamado “The Raft and The Pyramid” propone muy en resumen, que tradicionalmente el debate epistemológico sobre la justificación del conocimiento se ha dado en la historia de la filosofía como la contraposición entre el fundacionalismo y el coherentismo.

En “The Raft and the Pyramid”, Sosa argumenta que el Fundacionalismo puede percibirse como una pirámide: tiene una estructura que no es simétrica, en la que cada nivel sirve para sostener a los superiores, y en la que uno (generalmente la percepción) es el básico, sobre el que todos los demás descansan. El Coherentismo se puede percibir como una balsa, sin posición fija, flotando libremente en un mar de conocimiento en el cual ningún componente es más importante que los otros pero en el cual todos se relacionan entre ellos por los lazos de las relaciones lógicas. De acuerdo a Sosa, ambas perspectivas tienen problemas fatales. El problema del coherentismo es que no puede dar una fundación firme al conocimiento en la periferia de un sistema de creencias. Esto implica que es posible construir sistemas que son perfectamente coherentes, pero inválidos. Y sugiere, por lo tanto, que de la coherencia no es posible obtener con seguridad conocimiento cierto. El fundacionalismo busca resolver ese problema con la introducción de conocimiento basado en la percepción. Pero esto nos lleva a otro problema fundamental: ¿cómo podemos generalizar desde una percepción particular al caso general? La respuesta atractiva es que hay un principio unificador a algún nivel. Pero ¿cuál y dónde? Sosa sugiere que la solución está en pensar de las virtudes en general como excelencias de carácter. Como tales, serian ya sea una disposición innata o una habilidad adquirida que nos permiten decir con confianza que podemos adquirir algún bien en particular o bienestar en general. Una virtud intelectual será entonces una excelencia cognitiva que nos permite con seguridad adquirir un bien intelectual, tal como la verdad en algún asunto. Aceptando eso, es posible entender una creencia justificada como creencia que esta apropiadamente fundada en las virtudes intelectuales de un individuo. Y conocimiento en general como una creencia verdadera que esta fundamentado de esa manera. Para ese caso general la idea es que los seres humanos poseen virtudes intelectuales que envuelven la experiencia de los sentidos. Es decir, una disposición estable y confiable para formarse creencias sobre el medio ambiente. De la misma manera, la coherencia se justifica sobre las bases que da origen a confianza o dependencia y permite la reflexión o acción racional, es decir, en la medida que implica una virtud epistémica. Todo lo anterior se puede percibir como una tentativa de combinar o permitir el uso simultaneo de las dos posiciones mencionadas, más la de volverlas obsoletas. Así, el trabajo de Sosa esta expuesto a no explotar a fondo las posibilidades que su sugerencia implican. (fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Epistemolog%C3%ADa_de_la_virtud)

#Confieso que aún estoy masticando esta especie de Fundacio-coheren-pragmatismo. No puedo emitir una opinión fundamentada sobre la Epistemología de la Virtud (sólo he leido el paper que mencioné, hace menos de una semana), pero si hay algo que saco en limpio para efectos de este post, es que Salfate NO REÚNE ninguna de estas virtudes.

¿Conclusiones?

Recomiendo este Diccionario Escéptico, por si quedaron con gusto a poco, si lo que querían eran aún más cháchara sobre los chantas de la que ya ha habido. Les aseguro que, a quienes prefieren los argumentos claros y racionales, les va a encantar. A los Salfatistas, por el contrario, dudo que encuentren algo que les sirva en contra de sus opositores y que no sea a la vez un arma de doble filo fatal para ellos mismos. Un amigo de Martínez tiene una frase muy esclarecedora al respecto de este asunto. Aunque se origina en otro contexto (sobre la filosofía postmoderna), se aplica perfectamente bien a Salfate. Scott atribuye parte importante de la popularidad del postmodernismo en los círculos académicos aludiendo al “Prestigio de lo Incomprensible”: cuando alguien cree haber descubierto una verdad muy oscura o difícil de obtener o entender, esta persona tiende a sentir un boost en su confianza y autoestima: un sentimiento de superioridad. Y por algún tipo de altruísmo mal entendido (o egolatría), estas personas tratan de difundir esta “verdad” y convencer a los demás de ella (o por lo menos de convencerlos de su autoridad y credibilidad)… y en todo tema difícil, siempre habrán quienes llevan la bandera y quienes les siguen repitiendo como loros lo que el líder les dice. El prestigio de lo incomprensible, en el caso de Salfate, es el Prestigio de lo Oculto: cuando alguien se transforma en un líder de opinión solamente porque difunde teorías improbables o inverosímiles, en contra del sentido común y de la evidencia. Es el querer ser oveja negra sólo porque las demás son blancas. En Tercera Cultura algo de eso tenemos: queremos que nuestros lectores aprendan y se entretengan, que se pongan al día con las últimas papitas de la ciencia cognitiva, y propiciar el pensamiento crítico y el diálogo. Pero cuando el diálogo no resulta, se transforma en diálogo de sordos… y estoy cansado de las peleas esas que parecen pelea solo si se las mira de perfil: esas peleas en las que ninguno le da en la convicciones al otro, y nadie puede salir convencido de que estaba equivocado porque nunca estuvo dispuesto a transar sus propias creencias. Somos abiertos para aceptar posturas contrarias y discutirlas, pero no estamos dispuestos a aceptar posturas mal construidas o argumentadas. En todo aspecto de la vida (incluyendo el de la ciencia, a pesar de lo que digan los postmo) hay reglas de juego, y en este caso las reglas de juego están claras: sólo pedimos argumentos correctos y pruebas convincentes y concretas. En Salfate y los conspiracionistas cae el peso de proporcionar estos elementos necesarios para el diálogo. Y en los medios recae la responsabilidad de permitir que este diálogo tenga tribuna. Siempre dicen que “la culpa es del chancho, sino del que le da el afrecho”… no es tan así: creo que tanto los medios que “le dan al publico lo que el público pide” como el público que acepta que lo traten como chancho y le den basura en vez de contenidos, tienen responsabilidad en el asunto. A tomar cartas en el asunto: les insto a exigir públicamente una televisión de mejor calidad, si no vamos a estar eternamente como Statler y Waldorf: asistiendo todos los días a un show que no nos gusta, pero que no podemos dejar de ver.