INTRODUCCIÓN
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) en su vigésimo segunda edición define memoria como:
“Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado”.
Se trata de una definición muy superficial y bastante anticuada que no es capaz de penetrar en el significado más complejo que puede tener este concepto.
Para las instancias de este curso ocuparemos la definición de Alan Baddeley (a quien conoceremos mejor la próxima semana) en el MITECS:
“El término memoria implica la capacidad de codificar, almacenar y recuperar información”.
Se puede entender que bajo esta definición cabrá cualquier unidad de información que sea codificada, almacenada y que sea posible de recuperar. Memoria será entonces lo que se guarda en los libros (información codificada en palabras, almacenada en el papel y posible de recuperar a través de la lectura), memoria será entonces también la información genética (codificada como nucleótidos A, C, T, G; almacenada en el ARN/ADN, posible de recuperar a través de la transmisión celular), memoria será particularmente la información cognitiva (codificada neuronalmente, almacenada en la mente, posible de recuperar a través de operaciones mentales). Hay entonces memoria cultural (la literatura), genética (el ADN), cognitiva. En este momento del curso nos concentraremos en la última, sin nunca olvidar que las otras también son fundamentales.
ORÍGENES DEL ESTUDIO MODERNO DE LA MEMORIA:
Hasta fines del siglo XIX el estudio de la memoria competía principalmente a los teólogos y filósofos, la memoria era vista como una capacidad superior humana, pero en ningún caso como una operación racional/cerebral, algo que podía asociarse al alma más que a la mente. El primer científico que se dio cuenta de que la memoria podía estudiarse científicamente fue William James en 1898, él defendió la existencia de dos tipos diferentes de memoria: primaria y secundaria. El neurocientista Donald Hebb en 1949 replanteó la dicotomía a partir de sus investigaciones acerca de la actividad neuronal, y fue el primero en hablar de una memoria de corto plazo (MCP) y una memoria de largo plazo (MLP).
Durante las décadas que siguieron y especialmente en los 50s se desarrolló una fuerte ofensiva empírica/experimental para comprobar y definir con mayor precisión la existencia de estos dos tipos de memoria. La memoria de corto plazo era aquella que se asociaba al olvido: difícilmente una persona puede recordar con total nitidez, por ejemplo, las palabras que se han escuchado o leído hace algunos minutos. La memoria de largo plazo mostraba por otra parte que el ser humano es capaz de recuperar información acerca de sucesos ocurridos hace mucho tiempo o información aprendida cuando niño (las tablas de multiplicar).
EL MOMENTO CLAVE EN LA HISTORIA DE LA MEMORIA
Cuando en 1956 George Miller publicó “El mágico número 7 más o menos dos” en Psychological Review no sólo se encontró por primera vez que era posible medir la memoria, sino que también se dio inicio a la medición en psicología (psicometría), un paso importantísimo para el desarrollo de la ciencia cognitiva.
El descubrimiento de Miller era sorprendentemente sencillo. Miller entregó una lista de palabras a diferentes sujetos y les pidió que se esforzaran por memorizarlas. Luego de unos minutos y ya sin las palabras a la vista les pidió que las recordaran (recuperaran). En la mayoría de los casos los sujetos sólo podían recordar siete palabras de la lista (número que bajaba hasta cinco o subía hasta nueve, de ahí lo de “más o menos dos”). Miller pensó entonces que la MCP era una especie de almacén en que sólo cabían siete unidades, y llamó chunk a cada una de esas unidades.
Así la primera característica que hay que precisar para llegar a saber cuantas memorias existen es:
1. Para definir correctamente los tipos de memoria (cognitiva) existentes debemos definir en primer lugar cuánta información se almacena.
La pregunta que sigue inmediatamente a esto es: ¿qué tipo de información se almacena en un chunk? Supongamos que en vez de palabras se nos listan números, ¿y qué pasa si se listan imágenes? ¿y qué hay de las letras de cada palabra?
Por ejemplo: si nos dicen que recordemos la palabra “recordar” ¿Almacenamos en un chunk diferente cada letra de esta palabra? Si fuera así los siete chunks quedarían llenos (y faltaría uno pues “recordar” tiene ocho letras).
Este tipo de interrogantes obligó a plantearse qué tipo de información es la que se almacena en la memoria, y de ahí nace la segunda de las tres características de la memoria que se requiere definir para llegar a una comprensión moderna del término:
2. Para definir correctamente los tipos de memoria (cognitiva) existentes debemos definir también qué tipo de información se almacena.
UN TERCER TIPO DE MEMORIA
Cuando se hace la pregunta acerca del tipo de información surge de inmediato la necesidad de la existencia de un tercer tipo de memoria: la Memoria Sensorial (MS). La memoria sensorial es la encargada de almacenar muy provisoriamente la información que llega desde el mundo externo a través de los sentidos a la mente (Atkinson y Shiffrin, 1968). Si en el proceso de percibir el mundo externo no hubiera un mínimo de retardo (almacenamiento temporalísimo) respecto de la recepción del estímulo y el procesamiento mental, el estímulo no alcanzaría a ser percibido. Por otra parte, si el almacenamiento de los sentidos de los estímulos del mundo externo fuera permanente no podría ingresar ninguna información más acerca del propio mundo externo. Imagínese una persona que abre los ojos y se queda con la imagen en la retina de su primera impresión visual… esa persona estaría “ciega”. Imagínese al contrario una persona que abre los ojos y el estímulo en su retina desaparece instantáneamente… esa persona también estaría ciega.
Una buena consecuencia de la existencia de la memoria sensorial es el cine. La impresión de movimiento del cine se debe principalmente a la memoria sensorial (llamada en este caso “persistencia retiniana”). Basta pasar 24 cuadros por segundo para que se dé la impresión de continuidad.
La idea de una MS nos lleva a la tercera característica que debe definirse para catalogar los diferentes tipos de memoria:
3. Para definir correctamente los tipos de memoria (cognitiva) existentes debemos por último definir durante cuánto tiempo se almacena la información.
REGRESO A LOS CHUNKS
Volvamos ahora sobre la pregunta acerca de porqué se recuerda con tanta dificultad una serie de palabras, pero eso no parece afectar a las letras que componen esas palabras. La explicación es la siguiente: los chunks no tienen un formato definido, puede haber chunks que contengan imágenes, otros que contengan palabras, otros que contengan sonidos, etc. Cualquier tipo de chunk es posible si y sólo sí el contenido del mismo es un contenido que también se encuentre en la MLP. Así: si se pide recordar cuatro palabras conocidas estas se almecenarán cada una en un chunk diferente. Pero, si se nos pide recordar una palabra desconocida, como “altrescor” puede que necesitemos 9 chunks (si almacenamos por letra, todas ellas conocidas) o 3 (si almacenamos por “sílaba” –aunque la sílaba “cor” probablemente no pueda ser almacenada de esta manera).
CHUNKS INNOVADORES
Miller descubrió también que algunos de los sujetos que participaban en los experimentos eran capaces de recordar más de nueve palabras. Esto siempre ocurría cuando los sujetos eran capaces de establecer una relación entre dos palabras. Un ejemplo lo puede graficar, si en la lista de palabras estuvieran las palabras “perro” y “ladrar” más de alguien podría vincular ambas y con ello llenar un solo chunk. Esta modularidad de los chunks es la que permite a veces memorizar con facilidad números telefónicos, se sabe que los teléfonos tienen un código de zona compuesto por los dos o tres primeros dígitos. Si se conocen los códigos de zona y se sabe donde vive el propietario del teléfono se puede recuperar de inmediato los primeros dos o tres dígitos y sólo se necesitarán cuatro o tres chunks más (un evidente ahorro de memoria). Todos los sistemas mnemoténicos se basan en este principio.
RESUMEN
LA MEMORIA DE LARGO PLAZO
Vemos un signo de interrogación en las características de lo almacenado en la MLP. ¿Porqué?
Cuando los científicos habían avanzado bastante en el conocimiento de las MS y MCP empezaron a preocuparse de la Memoria de Largo Plazo. Era bastante fácil entender como una unidad de información ingresaba en las primeras (a través de los sentidos y a través de los estímulos codificados como palabras, imágenes, etc.) pero, ¿cómo ingresaba la información a la MLP?
La mayoría de los investigadores contemporáneos cree que la MLP se llena por medio del aprendizaje. Pensemos en la memoria léxica (palabras). Un niño o niña de cerca de un año es capaz de decir sólo unas cuentas palabras, el número va aumentando exponencialmente durante los siguientes tres años de vida y luego del cuarto empieza a estabilizarse (siempre creciendo). Se supone que la MLP contendría entre otras cosas un almacén de palabras o lexicón, donde se archivarían permanentemente las palabras aprendidas para poder ser usadas en la comprensión y construcción de oraciones y discurso. Investigaciones recientes muestran que el lexicón de una persona alberga varias decenas de miles de palabras que son principalmente nombres propios, luego nombres comunes, más lejos verbos, adjetivos y un número de palabras funcionales que no pasa de algunas centenas.
Porqué se puede almacenar tanta información de largo plazo en los primeros años de vida, cuál es el mecanismo que permite el almacenamiento en la MLP, y qué subdivisiones se pueden encontrar en la memoria de largo plazo, son algunos de los temas que se tratarán en profundidad la próxima semana.