Hasta ahora, entonces, hemos cubierto a la velocidad del rayo dos preguntas que uno tiene que preguntarse antes de siquiera considerar la idea de meterse a un curso de idiomas. En nuestra primera entrega tratamos el tema de los propósitos comunicativos y en la segunda el tema de la motivación para aprender idiomas. La tercera pregunta que uno se puede hacer se relaciona ahora con las habilidades que uno quiere desarrollar en el segundo idioma.
En pocas palabras, cualquier profesor de idiomas les podrá contar que se pueden reconocer cuatro habilidades lingüísticas fácilmente identificables: hablar, escuchar, leer y escribir. Cada una de las cuatro se puede caracterizar sobre la base de dos criterios. El primero tiene que ver con el medio de producción que se le dice, en cuyo caso se puede distinguir entre las habilidades orales (hablar y escuchar) y las habilidades escritas (leer y escribir). Al mismo tiempo, las habilidades pueden distinguirse como proceso cognitivo general, en cuyo caso la distinción se realiza entre habilidades de producción (hablar y escribir) y habilidades de comprensión (escuchar y leer). El monito de abajo es un clásico que aclara bien estas distinciones:
Hasta aquí la recomendación es media obvia. Junto con preguntarse para qué quiere uno el idioma en términos de en qué contexto pretende uno usarlo, uno debería preguntarse sobre la misma cuáles son las habilidades que tendré que manejar en esos contextos. Las cosas van tan de la mano en términos de razonamiento que, de hecho, los cursos de idiomas para propósitos específicos suelen estar armados en torno a esos dos ejes: propósitos comunicativos y habilidades-meta.
Entonces por ejemplo, si lo suyo va por aprender francés para ir de visita a Francia en onda turística, es razonable pensar que lo que necesita es un un curso del tipo comunicativo- social (propósito) enfocado en habilidades orales (habilidades-meta). En cambio, si lo suyo es aprender inglés para poder leer unos malditos papers de biología marina, entonces el curso debería tener más cara de propósitos específicos y enfocados en escritura. A la hora de ponerse a buscar cursos, tener claras estas cuestiones resulta muy valioso para evaluar la oferta de manera adecuada.
Ahora bien, dos cosas hay que decir de todos modos para que no se crea que la cuestión queda solucionada así de simple. Primero, que las habilidades están super relacionadas entre sí, al punto de que la película que les acabo de contar puede considerarse medio mentirosa (útil, pero mentirosa). Segundo, que, por esta misma interrelación, no resulta tan fácil establecer claramente si un curso va en la dirección que uno quiere al respecto, así que a la hora de darle pulgar hacia arriba o hacia abajo a un curso, la cosa tendrá us bemoles.
Volvamos al principio, entonces. Si se fijan bien, los criterios de medio de producción y procesamiento cognitivo no solamente diferencian las cuatro habilidades sino que también las unen. En este sentido, y era que no, el criterio cognitivo establece relaciones profundas entre las habilidades. Lo más importante al respecto tiene que ver con que las habilidades de hablar y escribir y las de escuchar y leer tienen en común que en el caso de ambas parejas existen mecanismos análogos y, en muchos casos, idénticos.
Escuchar y leer: una cuestión de comprensión
Escuchar y leer implican la activación de los mismos mecanismos de comprensión como poder activar nuestro conocimiento del mundo, nuestra capacidad de realizar inferencias y, obviamente, nuestras habilidades perceptuales (distinguir sonidos para escuchar y distinguir letras para leer, por ejemplo).
Las diferencias irán nuevamente por el lado de la inmediatez que impone el medio oral, la presencia en cuerpo presente de interlocutores ahí mismo donde se desarrolla la interacción y la posibilidad de usar elementos contextuales para interpretar lo que se escucha. La comprensión lectora se verá, por lo tanto, caracterizada por una demanda más fuerte de nuestras capacidades atencionales pero, en cambio, se verá facilitada por la posibilidad de volver sobre lo expresado en caso de que sea necesario (y, normalmente, las veces que sea necesario para entender).
Obviamente, casos hibrídos también existen donde tenemos que poner mucha más oreja porque el mensaje se nos viene más complicado y con menos contexto alrededor (una clase sobre Kierkegard con un profe lento, aburrido y muy complejo, se me viene a la mente) y otras donde la lectura parece ofrecer demandas mínimas a nuestras capacidades inferenciales o atencionales (como leer el resumen de un partido de fútbol, para uno que es jugo de pelota).
Las habilidades que ponemos en acción a la hora de comprender han sido materia de harto estudio y de vuelcos importantes. El resumen va más o menos así: en los 70 nuestros amigos sicolíngüistas le dieron como caja a la idea de que la comprensión de un texto (oral o escrito, da igual) funcionaba sobre la base de decodificar una a una las palabras y expresiones a medida que uno las iba escuchando. Esta idea ý sus desarrollos experimentales motivó la generación de una cantidad significativa de materiales de enseñanza de idiomas que se enfocaba, siguiendo esta lógica, en el aprendizaje de la lengua como tal: su vocabulario, su gramática, su pronunciación, su ortografía. Esto bajo el entendido de que si uno no podía entender el vocabulario de un texto o se quedaba colgado con un tiempo gramatical, la comprensión del texto se iba a ver comprometida. Puesto que este tipo de procesamiento empieza en los datos del texto que nos toca comprender, se le llamó bottom-up (o ascendente, no confundir con “Bottom’s up!” que significa “¡Al seco!” o “¡Hasta ver el fondo!”). Los más puristas preferirán llamarlos procesos originados en datos (data-driven, en inglés), que captura mejor la idea de que todo parte por interpretar las palabras que uno escucha o que uno lee.
Sin embargo, con el tiempo se hizo evidente que esta descripción pecaba de imprecisa e incompleta. La evidencia en este sentido es más bien contundente. Una explicación exclusivamente “ascendente” de la comprensión no puede explicar por qué pasan cuestiones renormales cuando uno lee o escucha algo, como por ejemplo:
- Podemos comprender un texto (oral o escrito) sin entender todo el vocabulario o los mensajes del mismo. Es tan así, que uno puede decir que entendió un texto hasta por ahí no más, un poco, la mitad o todo.
- Podemos entender cada palabra de un texto pero no entender el texto (que es algo que me pasa cuando veo las entrevistas de Christian Warken o cuando leo la sección de hípica de un diario).
- Podemos entender un mensaje sin que el mensaje se mencione explícitamente, es decir podemos hacer inferencias correctas sin toda la información. Como cuando vemos una hoja de papel pegada a un teléfono que dice “MALO” y sabemos que el teléfono no funciona (y no que nos están insultando, o que el teléfono funciona pero con problemas, o que en realidad sí funciona y se trata de una broma).
- Al interpretar un mensaje, somos capaces de modificar dicho mensaje de acuerdo a nuestras expectativas y conocimiento de mundo. Al punto de, algunas veces, entender algo que no nos dijeron o que no leimos.
- En el mismo sentido, somos también capaces de ignorar información que no coincide con nuestras expectativas (si estamos leyendo, cuando nos damos cuenta podemos releer y descubrir que se nos pasó algo).
- Diferentes personas pueden comprender diferentes cosas de un texto, una conversación o una conferencia dependiendo de sus propósitos. Si me leo un artículo buscando la hora de un partido de fútbol y otra persona quiere saber si juega tal o cual crack, vamos a extraer muy posiblemente información distinta del mismo texto.
Observaciones como estas ayudaron a fortalecer la idea de que a la hora de comprender parece ser tanto y, de hecho, más, importante el procesamiento cognitivo que sucede desde nuestro conocimiento del mundo, nuestros propósitos y expectativas respecto de lo que entendemos de lo que escuchamos y leemos. Como los gringos son rebásicos, a estos procesos le llamaron top-down (descendentes) o, el término para impresionar, concept-driven, para capturar la idea de que aquí se trata de nuestra mente como iniciador de la comprensión.
Para los más exploradores, en este artículo sobre comprensión lectora en la revista Didáctica, el doctor Emilio García (Universidad Complutense de Madrid) repasa el tema del procesamiento de la comprensión de manera seria, técnica y comprehensiva. No como yo.
Para propósitos de este posteo, lo importante es que ambos tipos de procesamiento son necesarios para que ocurra esta cosa que llamamos comprensión (auditiva o lectora). La investigación en linguística aplicada a la enseñanza de segundas lenguas apunta sistemáticamente , como sería de esperar entonces, al hecho de que la relación entre ambas , a la hora de enseñar y aprender estas habilidades en otra lengua, implica que el desarrollo de cada habilidad de un tipo puede facilitarse mediante el desarrollo de otras habilidades del otro tipo.
En términos prácticos, esto significa que un buen curso de idiomas que prometa abordar las habilidades de comprensión tiene que hacerse cargo de ambos tipos de procesamiento. Por eso, no bastará con que a uno le digan que “vamos a practicar lectura y oreja”. Será necesario que la cosa venga más detallada en términos de habilidades más precisas de cada tipo. La comprensión depende de desarrollar habilidades ascendentes, como reconocer las palabras al escucharlas o leerlas y comprender su significado y descendentes, como poder predecir el contenido de un texto (a partir de un título o de una imagen, por ejemplo), seguir el desarrollo de un argumento o inferir mensajes implícitos en un texto.
Es de esta manera que se pueden enfrentar mejor los problemas más típicos de quienes aprendemos otro idioma. Por ejemplo, es muy frecuente que mis estudiantes de inglés aborden la tarea de leer un texto palabra por palabra y vayan interrumpiendo la lectura cada vez que no entienden un término y se vayan sistemáticamente al diccionario. En estos casos el exceso de procesamiento ascendente suele implicar que los estudiantes se terminan perdiendo respecto a cuestiones fundamentales como las ideas principales de un texto o el estilo de quien lo produce, amén de leer a una velocidad imposiblemente lenta. A la hora de escuchar, el resultado puede ser aún más catastrófico, porque al momento de no entender un cosa, y ante la imposibilidad de volver al mensaje, literalmente uno puede dejar de escuchar lo que sea que venga.
El hábito, por muy nocivo que parezca, es prefectamente entendible puesto que, a diferencia de cuando usamos nuestra lengua materna, al practicar una segunda lengua es muy normal que no dominemos completamente (y al principio, nada) de la lengua en sus aspectos más básicos de gramática y vocabulario. La tarea para contrarrestrar el mal hábito y complementar el necesario aprendizaje del idioma propiamente tal suele involucrar practicar, por ejemplo, ejercicios de inferencia o predicción (descendentes) que le permitan al estudiante, con el tiempo y la práctica, depender cada vez menos de su domino específico de la gramática y el vocabulario del idioma.
Para practicar reconocimiento de palabras al escuchar, por ejemplo, un ejercicio posible es un viejo y querido dictado, pero bien diseñado (un clásico: la profe dice algo y el estudiante tiene que decidir qué palabra apareció entre varias alternativas similares). Aquí armé un ejemplo rápido. Simplemente pronuncié las siguientes palabras: BART, BAT y BUT, pero no en ese orden. Traten de ver si pueden reconocer cada palabra y, de ese modo, saber en qué orden las pronuncié. (Elementos de dificultad extra: la cosa se viene sin imagen y la pronunciación es británica, así que en BART no escucharan la R).
La respuesta viene en el próximo posteo
Para practicar predicciones en un texto escrito, se puede simplemente preguntar de qué se trata un texto antes de leerlo propiamente tal, dirigiendo para ello la atención de las víctimas de la clase a títulos, imágenes, leyendas, diseños, etcétera. La cosa puede ser mucho más sofisticada, obviamente. Por ejemplo, si hacen click en la foto de abajo, llegarán a un artículo del sitio de la BBC News de Inglaterra. La tarea es que observen con atención la página y el artículo que viene en ella. Pero ojo, no pueden leer el cuerpo principal del artículo, solamente se pueden fijar en titulos, subtítulos, fotos y leyendas bajo las fotos.
Ahora vean si pueden contestar las siguientes preguntas (lo más probable es que en gran parte sí):
- ¿De qué se trata el texto en términos generales?
- ¿De qué verduras se habla en el texto?
- ¿Qué se dice de esas verduras, más o menos?
- ¿Se habla de arvejas en el texto? (¿Y leiste alguna palabra para saber la respuesta?)
La recomendación entonces en este punto es autorevisarse para determinar de manera general donde está uno parado en esto de las habilidades de comprensión. Puede ser, por ejemplo, que las necesidades de uno vayan más bien por el lado de desarrollar nuestras habilidades ascendentes, que es lo esperable cuando uno está en etapas iniciales de aprendizaje de un segundo idioma. O puede ser que nuestro problema sea que se nos escapan las ideas principales de lo que escuchamos o leemos aunque en términos básicos entendemos el mensaje en lo que se refiere a saber qué palabras se usaron y qué siginifican aproximadamente.
Teniendo una idea de cómo andamos por esos lares, estaremos en mejores condiciones de asegurarnos de que los cursos que nos ofrecen abordan de manera adecuada el tipo de habilidades de comprensión que a uno le interesa desarrollar mejor. Resulta así obvio que, simplemente, no bastará con que nos digan que el curso desarrolla oreja y lectura.
Nuestra pega, entonces, como buenos estudiantes y buenos consumidores, será preguntar exactamente qué tipo de ejercicios se hacen en cada caso, con qué materiales y, la clave, bajo que principio se realizan esas actividades. La pregunta para evaluar a nuestros vendedores de cursos es bien simple:
¿Cómo se supone que uno mejora su comprensión lectora o auditiva con este tipo de ejercitación?
Idealmente la respuesta debería llevarle las dos palabras claves: habilidades y comprensión. Si ese no es el caso o si la respuesta no sale rápida y contundente, lo más probable es que quienes manejan el curso no hayan pensado en el tema. Y así las cosas, no queda más que aplicar “Next!”.
Lo que he presentado hasta ahora es una sinopsis llena de generalizaciones y simplifaciones imperdonables pero un poco inevitables en esta parte introductoria. Lo sé. A medida que avance esta serie iremos desarrollando mejor el tema de las habilidades y las prácticas que serían más beneficiosas para cada tipo. El objetivo ha sido por ahora simplemente proporcionar suficiente información básica como para pensar más eficientemente cuáles son nuestras necesidades respecto al uso de un posible segundo idioma y a qué ponerle atención a la hora de evaluar la oferta.
En el próximo posteo, nos meteremos con las habilidades de producción y, tal como lo hicimos ahora, intentaré orientar al lectoraje fiel respecto de a qué ponerle ojo a la hora de evaluar la oferta educativa al respecto.
Muchas gracias por sus comentarios a los posteos anteriores y nos seguimos leyendo/escribiendo.
10 comments
Ricardo Martinez says:
Mar 10, 2011
¿BAT – BUT – BART?
Daniel Muñoz Acevedo says:
Mar 17, 2011
Sips.
Grrr. Te odio.
Abrazos.
Alumno says:
Mar 10, 2011
cuatro mil ciento cinco
tomas bradanovic says:
Mar 17, 2011
Es muy interesante para alguien que “champurrea” el idioma inglés (como yo) o ingleses nativos que tratan de entender el español (como mis amigos) ver los problemas que estamos sufriendo analizados como en una autopsia, puedo reconocer muchas cosas reales que nos pasan en esta serie de artículos.
Yo creo que lo más fácil es aprender a leer porque presenta menos ambigüedades, los textos por lo general están escritos correctamente y uno tiene tiempo para releerlos, y no está presionado a contestar como ocurre en una conversación. Yo creo que con Internet, los juegos y foros la mayoría de los niños en Chile en pocos años más serán bilingues de manera natural, sin que nadie les enseñe, al menos para leer y escribir.
Hablar es más complicado por el miedo que nos meten en el colegio acerca de “la pronunciación correcta” como si se pudiese adquirir sin haber pasado un buen tiempo viviendo entre nativos o aprenderla de un profesor que nunca vivió fuera de Chile y pronuncia como a él (ella) le parece “correcto”. La parálisis de la pronunciación y el miedo a hacer el ridículo son cosa seria, yo la vencí cuando decidí hablar tal como lo leo: si me entienden bien y si no me preguntan que estoy diciendo. Mucho más ridículo es tratar de imitar a un gringo, como he visto cuando los gringos tratan de hablar “como chilenos”, eso lleva muchos años de práctica.
Entender lo que a uno le dicen y mantener una conversación es lo más difícil por muchas cosas: no todos hablan de la misma manera, hay problema de velocidad y pronunciación, la cosa es en tiempo real y uno no tiene tiempo de ir al diccionario a ver que significa una palabra clave, hay que estructurar una respuesta de manera más o menos entendible, es lo más difícil y requiere mucha práctica, ojalá con varios y distintos hablantes nativos.
Lo bueno es que una conversación en cierto modo uno puede dirigirla, usando palabras y expresiones que ya conoce, así se puede conversar horas en otro idioma aunque uno no sea capaz de entender una sola palabra cuando dos nativos hablan inglés entre si ni tampoco una película hablada en inglés, como es mi caso. Poder dirigir una conversación es importante porque nos da un contexto donde movernos mientras no tenemos el control completo del idioma.
Daniel Muñoz Acevedo says:
Mar 17, 2011
Hola Tomás
Nada que decir pues, creo que intuyes correctamente los aspectos fundamentales del problema de enseñar inglés, especialmente del tema de poder hablar. En la cuarta parte em hago cargo del tema de la pronunciación que, según yo, no es tan importante a las finales.
Aunque ojo, escribir puede que sea la pega más difícil de todas, y de eso me encargo en la parte 5.
Gracias por seguir y comentar,
saludotes
javier says:
Mar 17, 2011
A mi me pasa un fenómeno que quizás tenga un nombre en lingüística, es que mis habilidades de compresión son mucho mayores que mis habilidades de producción, por un tema que en general sólo practico las primera.
Ese fenómeno me complica bastante, pues muchas veces cuando trato de hablar formo frases mucho más complejas de las que realmente soy capaz de expresar y por centrarme en el vocabulario, descuido mi gramática (la otra opción sería como pensar en “culto” y traducirlo a “tarzanesco”).
Yo creo que uno aprende mejor una segunda lengua cuando niño, además de la mayor disposición a aprender, es porque aprendemos ambas lenguas a la par y no existe tanto la frustración de sentirnos limitados al expresarnos, por falta de vocabulario o gramática.
Saludos
Daniel Muñoz Acevedo says:
Mar 17, 2011
Hola Javier,
excelente problema el que presentas,proque es en realidad recomún y motiva muchas frustraciones innecesarias, según yo.
Primero, las habilidades son bastante diferentes entre sí, al punto que, tal como te sucede, la falta de práctica en unas y no en otras puede perfectamente resultar en niveles de competencia totalmente opuestos entre una y otra. Por ejemplo, Joseph Conrad, uno de los mejores escritores en inglés de la historia, era famoso por tener un acento polaco tan fuerte que mucha gente no le entendía cuando hablaba.
Segundo, lo que nos suele pasar a quienes hablamos otro idioma como lengua extranjera es que estamos mucho más obligados a poner atención a la “forma” cuando hablamos, es decir, tenemos que estar constantemente monitoreando que las palabras sean las correctas, que estén bien pronunciadas, que los plurales estén bien, que estén correctamente ordenadas, etc, etc. Como nuestras capacidades atencionales son limitadas, esto suele redundar en que la fluidez (la capacidad de hablar de corido) y la calidad del mensaje (lo que queremos decir) sufran enormemente. Si la cosa es al revés, es decir, te toca concentrarte más en el mensaje (lo que quieres decir) y ese mensaje es medio complejo, la atención que le pongas a eso ya no la podrás poner en la “forma” y, como resultado, vas a ser más impreciso (en la pronunciación, en el vocabularioo en la gramática). En la literatura se suele hablar de un “trade-off” o una relación de compensación en que por mejorar una cosa empeora otra. La práctica, en teoría, va minimizando estos efectos en la medida que automatizas tu conocimiento y vas necesitando cada vez menos ponerle atención a tantas cosas al mismo tiempo.
Tercero, efectivamente, una de las pocas cosas que sabemos con certeza en estudios de adquisición de L2 es que los niños aprenden los idiomas que sea sin ningún problema y alcanzando niveles de competencia nativos. Los estudios se pelean por establecer en qué momento esta magia se acaba (las propuestas van entre 6 y 12, aprox) y, claro, por explicar qué sucede. Aquí el foco de los estudios está en lo que se llama “la edad crítica”, y existen varias hipótesis que intentan explicar por qué esta magia se acaba. De eso hablaré en posteos futuros.
Muchas gracias por tu comentario, espero haberte aclarado algo la película
saludos
javier says:
Mar 18, 2011
Gracias por el comentario, me aclara mis dudas, aunque me genera otras.
Por ejemplo si es cierto lo que me dice que “la magia” se acaba entre los 6 y 12, ¿Por que no se pone mayor énfasis (plata) en enseñar ingles a los niños? Parvularias bilingües (que en el jardín hablen ingles día por medio o algo así), pedirle a los canales infantiles de cable (o la misma tele abierta) que Barney, los monitos animados en general y todo lo que tenga que ver con niños esté en ingles. ¿sería eso muy traumático o enredado para un niño?
En vez de gastar tiempo y dinero en cursos de ingles en la adultez, invertirlo antes en “aprendizaje entretenido” en la niñez.
Otro fenómeno interesante que me ocurría cuando niño era la “traducción simultanea”, pensar en español y traducirlo al ingles para expresarlo (o leer en ingles y traducirlo al español para entenderlo), hoy en día he logrado entrenar “pensar en ingles”, pero no se en que momento logré eso, creo que fue cuando empecé a leer libros en ingles donde traducir no era opción.
Otro fenómeno que me llama la atención es que en el sistema educativo, nos entrenamos en aprender “ingles perfecto” (perfecta pronunciación y gramática), pero en el mundo real existen infinitas formas de expresarse, ¿que es más eficaz aprender ingles de todas partes (incluso de una película de pandilleros del Bronx) o aprender preferentemente de la academia?
Saludos
Guía práctica para estudiar idiomas (pt. 4): No es hablar, es conversar | TerceraCultura.cl says:
Mar 19, 2011
[…] de las ideas generales que comenté en el posteo anterior sobre las habilidades de comprensión los repetiré acá, porque dejan más clara la situación. La […]
Natalie says:
Mar 21, 2011
Excelente como siempre el posteo!! me encanta, y mas estando ya aprendiendo aqui en uruguay ingles ( y debo decir es diferente el metodo al argentino, en cuestion de enseñanza).
Concuerdo plenamente en que muchos ejercicios dictados en institutos de ingles, no tienen un objetivo claro, mas que la practica en si misma, siendo esta desmotivada ( en el sentido de que no es a veces algo atractivo), no siempre termina siendo efectiva.
Por eso la el ejercicio presentado en post me parece excelente pues tiene un objetivo claro y efectivo. En mi caso, suelo hablar con fluidez ( siempre me aterro el tema de la pronunciacion, y por eso no hablaba) pero mi gramatica no es buena, he fallado mas de una vez un examen ( el ultimo de la carrera) por tal problema, asi que ya mismo voy a leer el proximo posteo.
Gracias Daniel! 🙂