Esta noticia es vieja. Kerri Smith, para Nature, el 4 de abril pasado publicó un artículo completísimo celebrando los 20 años del fMRI (imagen de resonancia magnética funcional), el chiche de Foreman, el discípulo/enemigo del doctor House que fue protagonista de la ahora clásica y terminada serie.

Como bien sabemos, los fMRI son unas máquinas de neuroimagen que permiten ver el cerebro en funcionamiento. Su sistema de operación, más allá de las complicaciones (que las tiene y muchas), supone que las zonas del encéfalo que tienen más movimiento de agua (BOLD- blood-oxygen-level-dependent) son las que están activas o funcionando. En súper sencillo: cuando una neurona se activa debe recibir más sangre (hemodinámica) para “recargarse”, la sangre tiene agua, y si se puede ubicar dónde va el agua con precisión dentro de la corteza cerebral se puede determinar cuáles son, y en que momento, las zonas activas. Si a eso sumamos que disponemos de bastante buenos mapas (Brodmann) del cerebro y sus diferentes regiones en cuanto a tejidos, voilá. El fMRI hace eso mediante un sistema de detección magnética, y, como muestra el siguiente gráfico, se ha utilizado por veinte años (rebasando los 1500 papers anuales hace un par) para probar las teorías más tiradas de las mechas acerca de la relación entre las propias regiones y las funciones que cumplen.

Smith divide su presentación en cuatro apartados, tratando de dilucidar el futuro de la técnica. Nos permitimos traducir algunos segmentos.

Medidas directas

“Tal vez el mayor enigma de resonancia magnética funcional se, exactamente, su técnica de medición. Los investigadores saben que mide el oxígeno transportado en la sangre por la hemoglobina, y asumen que una señal más fuerte refleja una mayor demanda de sangre oxigenada cuando las neuronas se activa eléctricamente en respuesta a una tarea. Sin embargo, varios trabajos han puesto esta suposición en tela de juicio, sugiriendo que los niveles de oxígeno en la sangre podrían aumentar en la preparación de la actividad neuronal, así como durante la misma, o, peor aún, que pudiera ser ondulada por razones distintas de la actividad neuronal”.

O sea, no es seguro que dé cuenta de lo que creemos que da cuenta.

Más que imágenes bonitas

“Los blobs (figuritas) multicolores que corresponden a las áreas del cerebro activas han ayudado al fMRI para ganarse el apodo de blobología, lo que refleja la frustración de algunos neurocientíficos con la información limitada que se transmite. Se puede demostrar que una tarea de lenguaje, por ejemplo, que se correlaciona con la actividad en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo, pero no si la actividad es en realidad el resultado del procesamiento del lenguaje – o simplemente de prestar atención a una pantalla. ‘No se puede inferir la causalidad de mirar en una tarea que está sucediendo’, dice Peter Bandettini, que dirige la sección de métodos de neuroimagen funcional en el Instituto Nacional de EE.UU. de Laboratorio de Salud Mental del Cerebro yla Cognición en Bethesda, Maryland. Es por eso que el uso de resonancia magnética funcional para demostrar que una región está relacionada con una tarea, ‘está empezando a disminuir’, dice”.

O sea, adiós a sus cuerp… cerebros. Mientras no se puedan encontrar relaciones causales más fuertes que las correlaciones entre comportamientos o funciones cognitivas e imágenes, las aseveraciones del tipo “tal área de Brodmann procesa tal cosa puntual” serán un poco como cuentos chinos.

Amortiguando el ruido

“El fMRI tiende a generar señales pequeñas y un montón de ruido. ‘Se necesita un buen montón de neuronas que se disparen en sincronía con las demás para ver un cambio en la oxigenación de la sangre’, dice Smith. El ruido significa que muchos cambios -un pequeño grupo de neuronas que dispara entre sí, o variaciones sutiles o rápidas en el flujo de sangre oxigenada- que no pueden ser recogidos. La baja relación señal-ruido obliga a los investigadores a utilizar el fMRI con un fuerte apoyo de enfoques estadísticos para seleccionar lo que es significativo en sus exploraciones -y eso significa que hay muchas maneras de interpretar un conjunto de datos”.

O sea, se convierte un poco como la interpretación del Tarot o, dicho de manera más cercana a como funcionan las cosas en ciencia hoy en día, “hagámonos pedazos con los modelos procrustrianos” (en castellano, “botemos los datos que no entendemos y tratemos de darle un sentido a los restantes”).

Aplicaciones clínicas

“Llevar el fMRI a la clínica es, para algunos, el reto más apremiante que el campo enfrentará en los próximos años. ‘Realmente no ha sido utilizado clínicamente en sujetos individuales’, dice Bandettini. Los médicos quieren tener la posibilidad de determinar, por ejemplo, si un medicamento está trabajando para aliviar la esquizofrenia, o si una persona con depresión está en peligro de cometer suicidio. La dificultad estriba en dar sentido a la exploración de un individuo. La mayoría de los datos de la fMRI son los promedios de los resultados de muchas personas hacen la misma tarea. Este método tiene una mayor probabilidad de ver una verdadera diferencia entre los dos grupos o dos tareas que los de un individuo”.

O sea… OH WAIT!!!! Las imágenes de Foreman y sus lindos blobs en pantallas de Macs en la serie House MD. ERAN TRUCHAS!!! Sigh.

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Puede que el fMRI tenga muchos desafíos por delante y es bueno saber de sus limitaciones. No hay que olvidar, sin embargo, que con él (y sus parientes EEG, SPECT, PET) llegaron los mejores tiempos que ha vivido la humanidad explorando el pedazo de carne (meatware) más valioso de la creación.