Debo de haber tenido como dieciséis o diecisiete años, era 1986 ó 1985. Estaba en el patio de mi casa, una de esas casas que ya no existen en el barrio El Bosque cerca de Tobalaba. Parece que hacía calor y yo había salido a tomar el fresco y la sombra y me encontraba comiendo una manzana. Recuerdo que era de esas manzanas verdes como solo había manzanas verdes en los ochentas. Di una mascada a la fruta y se me vino a la mente una idea que nunca me abandonó desde entonces: “la manzana está compuesta por células, las células están compuestas por moléculas, las moléculas están compuestas por átomos; esos átomos entran en contacto con los átomos de mi paladar… y yo ‘siento’ el sabor de la manzana”.
Algo no me podía cuadrar de esta idea, para mí había un salto enorme entre los átomos en contacto y la experiencia de saborear la fruta. Sabía que la respuesta a ese enigma debía estar en alguna parte de mi mente, que era la mente la que me jugaba la pasada de sentir el sabor, pero me era imposible siquiera imaginar cómo se podía superar ese abismo entre la materia microscópica y mi sensación conciente.
He pasado los últimos veinticinco años de mi vida, un cuarto de siglo, tratando de encontrar alguien o alguna idea que resuelva el problema de aquel día de verano y en realidad no he podido hallarlo. Este libro trata de eso, de cómo muchos investigadores, pensadores, académicos, locos y cuerdos en extremo, han tratado de atacar el problema de la manzana, sin éxito. Es un viaje maravilloso en que se han aprendido muchísimas cosas, en que ha habido escotillas secretas que se han abierto, revelando sus misterios, en que han caído algunos problemas simplemente por agotarse y en que se han levantado siempre nuevos desafíos. En la empresa han participado algunas de las mentes más preclaras de los siglos XX y XXI, varios premios Nobel, los creadores de las computadoras y de la Internet, entre ellos muchísimas mujeres; personas que han transformado el mundo como lo conocíamos y que seguirán haciéndolo, solamente por las ganas y el interés de responder el tipo de preguntas que se hace cualquier joven a los dieciséis o diecisiete años.
1 comment
Victoria Donoso says:
Oct 11, 2012
Hay una película muy bonita sobre eso que se llama “Perfect Sense”.