Hoy tuve una entretenida discusión con Carlos Balboa en FaceBook en la que yo defendia la importancia del MP3 en la historia de la música. Eso me llevó a recordar un artículo que escribí para el portal Terra a inicios del año 2000. Lo busqué y lo encontré en mis archivos. Se los dejo, porque creo que ahora lo que aparece en ese texto es una especie de arqueología de aquella época, y de lo que los MP3 significaron o empezaron a significar. Presten especial atención a ciertos datos como la NO existencia de Google (y los buscadores que se ocupaban), el tamaño de los discos duros, la cantidad de canciones que se almacenaban o el volumen de bytes que soportaba Napster.
Yo odio MP3
Hola, me llamo Ricardo, y estoy aquí porque soy un adicto a MP3.
Todo comenzó una lluviosa noche del junio recién pasado. Una persona, que en ese entonces creía que era mi amigo, me llevó frente a su computador y me mostró en la pantalla un pequeño aparatito, que simulaba ser un equipo de música. Y me dijo: “Ricardo, este es un reproductor de música en formato MP3”. Me hizo escuchar la canción del Palomo Mensajero (ese que peleaba con Pierre NoDoyUna) y a continuación me explicó que el formato MP3 lograba que una canción se pudiera guardar pesando entre 10 y 12 veces menos que lo que pesaba en megas originalmente www.mp3.es/knowhow/knowhow.html.
Eso significaba que en un CD en vez de caber 15 ó 16 temas, podían guardarse entre 150 y 160; pero, tambien (snif) significaba el comienzo de mi adicción.
Mis primeros pasos
Fascinado con la posibilidad de, por ejemplo, tener todos los discos de los Beatles en un solo CD, di mi primer paso en el camino de la perdición y bajé de Intenet el reproductor que usaba mi futuro ex amigo www.winamp.com. Lo único que podía escuchar eso sí, era el saludo del equipo. Comenzó entonces una larga odisea buscando lugares desde donde bajar también música, comencé por www.mp3.com y seguí con el buscador www.lycos.com. Pero, no era suficiente para mí, desde esos lugares era harto poco lo que se podía descender. Así que opté por seguir una sugerencia de mi amigo (?), en voz baja me había dado el dato de su dealer: “es confiable y discreto”, me dijo. Le envié un e-mail a este desgraciado, al que no voy a mencionar, pero al que desde ahora en adelante llamaré El Proveedor, y claro, en unas pocas horas tocó a la puerta de mi casa y me pasó cinco discos llenos de la droga: 800 canciones. Sonriendo le cancelé lo acordado y cerré la puerta de mi casa creyendo que con eso sería suficiente. Qué equivocado estaba.
Días de Gloria
No puedo negar que en un primer momento la experiencia y la sensación fueran muy gratificantes. Imagínense, ponía el WinAmp aleatorio y lo dejaba sonando la noche entera, era como oír la radio. Luego vinieron mis primeras fiestas. Como no me bastaba con 160 temas, guardaba en el disco duro unos 300 ó 400, seleccionados para la ocasión, y así los iba tocando a lo largo de las largas horas de juerga nocturna. Empecé a tener nuevos amigos, la gente ma admiraba y quería, pero, por mientras, iba borrándose parte de mi memoria (en el disco duro), y mi pobre PC empezaba a pasar pellejerías de tanto que lo cargaba de un lado para otro. Además, no faltaban las quejas: que ponte ésta, que está muy lenta la música, que los temas no están mezclados.
Transformándome en DJ
Para la fiesta de año nuevo decidí vencer tanta crítica y me conseguí dos softwares mezcladores: el VTT hops.cs.jhu.edu/~gonzo/carrot, y el MP3-Mixer mp3software.simplenet.com/noframe.html. Con este último podía mezclar automáticamente. Además me hice de un nuevo disco duro de 13 gigas dedicado sólo a los MP3, dónde alojé la friolera de 1400 canciones que ya tenía. Para qué les cuento, la música sonaba sola y yo dele que suene bailando.
Nuevos cocktails
A esas alturas del partido había descubierto que WinAmp era sólo una de tantas posibilidades. Estaban el Sonique www.sonique.com, el JukeBox, y el Illurium Tagger 2000 come.to/Oddera, que hasta traía karaoke. Aún así mi adicción seguía fija en su primer amor, porque WinAmp www.winamp.com permitía plugins, es decir pequeños sub-programas que facilitaban la vida, como el AudioStocker (que lograba que las canciones sonaran con volúmenes parejos), o el NT Pitch (que parece que lo crearon unos cabros de Villa Alemana, y que aceleraba la reproducción, tal como hacen en las radios), y sobre todo el MuchFX2 (que permitía hacer que todos los plugins funcionaran simultáneamente). Y estaban los skins, interfaces más atractivas para el equipo (mi favorito: el Cold Fusion).
Cultivando mi propia droga
Obviamente en ese entonces ya no quería seguir dependiendo de El Proveedor, que aunque había bajado los precios a causa de la competencia, me estaba menguando sustancialmente el presupuesto para comida, vivienda y vestido. Ingresé a una facción de valientes y nobles librepensadores y librecambistas llamada chile.binarios.sonidos en el grupo de noticias www.deja.com. Estos muchachines se dedicaban a mailear gratis sus propios temas, a cambio sólo de hacer de ésta una nación libre y soberana. Bueno, y también había profitadores, pero a precios realmente espeluznantes, por lo bajo. Allí también supe de algunos paraísos del ciberespacio melómano, los Shangri-Lás del MP3. Primero: Napster www.napster.com, comunidad dónde se podía intercambiar música en vivo y en directo (los días de mayor convocatoria había cerca de un ¡¡¡tera!!! de melodías por bajar). Después: FTP Cute www.globalscape.com, que por fin resolvía el drama de entrar a los lugares dónde Lycos siempre me dejaba sin saber que hacer. Aunque no era tan bueno, porque los FTP siempre mandaban mensaje de “too many users”, con execpción de uno que por supuesto que debía de ser chileno ftp://ftp.netup.cl/ (usuario: mp3, password: emepe3). Y por fin: MP123 www.mp123.com, dónde se podía swapear (cambiar uno a uno los temas, aunque a veces los mandaban sin esa condición) con, al parecer, miles de otros cibernautas. Antes de hacer esto era necesario eso sí hacerse de una Box, para poder dejar 50 megas guardados en ese misterioso espacio que es la red www.click2send.com.
Quiero rehabilitarme
No soy feliz en mi estado, ustedes deben creer que es así, pero no. Los MP3 han cambiado mi vida, antes hacía esas maravillosas fiestas y todo eso, hoy ni salgo de mi casa buscando en todas partes sólo más y más (es como si me hubiera picado un pariente del gusanillo del juego de esas caricaturas de la Warner: ¡da cartas, cartas!). Con 2200 temas aún no me basta, ¿qué voy a hacer cuando vuelva a llenar mi disco duro? ¿comprarme otro? Mi PC ya parece un tarro, y está negro y prematuramente envejecido con tanto acarreo. La tarjeta de sonido falla y la debo cambiar cada 4 meses. El cable miniplug/RCA de 10 metros, que me mandé hacer para tener salida por cualquier equipo que soporte AUX, ahora parece un cordón de teléfono de cuando los teléfonos eran negros y con disco, y paso horas desenredándolo. No, no soy feliz, MP3 es un vicio que uno sabe dónde comienza, pero nunca dónde termina, ahora ando buscando un Diamond Rio, para además escuchar música cuando vaya por la calle: me volví un autista. Mis antiguos amigos ya no están, no les gusta que vaya cambiando cada 5 segundos de tema sólo porque tenga muchos y jamás los haya escuchado todos.
Por favor, se los recomiendo como un MP3 Anónimo, no entren en este sendero de lágrimas y deseos permanentemente frustrados.
¿Y sáben qué es lo peor?
Que aún no he conseguido la música del Palomo Mensajero.
Humm. Ahora vuelvo…
1 comment
“Tween”, la infantilización de la música pop | TerceraCultura.cl says:
Dic 28, 2012
[…] marcado a fuego por Nirvana, simplemente hirió de muerte a la industria potenciado por el MP3 y por -finalmente- la llegada de lo que Simon Reynolds ha denominado la “Re-Década”, los […]