Descubren al verdadero culpable de los tacos Y está mucho más cerca de lo que cree Cinco y media de la tarde, sábado 15 de septiembre, previa dieciochera, Ruta 5 Sur. Miles de autos forman una cadena vehicular como no se veía desde “La autopista del sur” de Julio Cortázar. Avanzan a paso de caracol desde Santiago hasta el peaje de Angostura. El ministro de obras públicas, Laurence Golborne, calcula que para las fiestas han salido de la capital 140 mil vehículos; diversas fuentes estiman que el infernal atochamiento alcanza 30 kilómetros de extensión. En el horror del atolladero, más de alguno ha aprovechado de tuitear “estoy en un taco espantoso”, a lo que otro ingenioso responderá“no estás atrapado en el taco, tú eres el taco”. Y es cierto, los tacos se producen, en primer lugar, por los mismos tocomochos en los que nos movilizamos. Los grandes culpables de los tacos -más que el diseño vial, los peajes o carabineros- somos nosotros mismos. Se trata del ejemplo más contemporáneo y concreto de lo que en 1968 el ecologista Garrett Hardin denominó“la tragedia de los comunes”: una situación en la que varios individuos, actuando de forma independiente, racional y de acuerdo a sus propios intereses, agotan un recurso limitado y compartido, incluso cuando está claro que no es del interés de nadie que ello finalmente ocurra. Es como matar la gallina de los huevos de oro. En este caso, el recurso limitado son las vías para desplazarse, que tienen un ancho restringido y una cierta extensión. Cuando hay pocos automóviles en la pista, el movimiento es fluido y sin complicaciones; en la medida que el número de vehículos aumenta, también lo hace la lentitud del tránsito, el tiempo de viaje y las colas. Una manguera enredada Algunos ingenieros del transporte aluden a la dinámica de los fluidos para explicar cómo se comportan los caminos y los móviles que por ellos se desplazan. Es como el movimiento del agua por una manguera: si se reduce su diámetro (pisándola o doblándola) el agua va más lento, pero con mucha más presión. En las carreteras pasa lo mismo: si el recorrido se estrecha -por la detención de un auto en pana, un accidente, arreglos camineros o un conductor que va pajaroneando- se arma una cola. Esa es una situación “favorable”, en todo caso. Para salvarlo, el taco por “estrangulamiento de la calle” basta con ser superado (sobrepasar su punto de origen). El verdadero caos sobreviene cuando el responsable final es el aumento de vehículos en la vía. En este caso, la única salvación es llegar a destino. Jeffrey Lindley, de la “Administración federal de autopistas” de EE.UU., indicaba en un artículo de 1987 que solo en términos de tiempo y consumo de combustible, su país perdía casi US$10 mil millones anuales a causa de los atochamientos (hoy esa cifra se ha multiplicado por ocho). Algo similar está ocurriendo en Chile hoy. De acuerdo al INE, el parque automotriz nacional alcanzó en 2011 los tres millones y medio de unidades, donde solo Santiago se lleva un millón y medio. Juan de Dios Ortúzar, del Departamento de Ingeniería de Transporte y Logística de la Universidad Católica, indicaba en un texto para “ARQ” (2002) que en la capital los viajes de automóviles transportaban en promedio a 1,25 personas. Por su parte, una micro estándar llevaba a cuarenta pasajeros, ocupando solo el espacio equivalente a dos autos y medio. En términos matemáticos, un bus era 12 veces más eficiente que un cacharro. ¿Cómo resolver, entonces, la congestión? Los especialistas tienden a concluir que la única posibilidad factible es desincentivar el uso del automóvil. De hecho, el mismo Ortúzar ocupaba la analogía del “garrote y la zanahoria”. El “garrote” consiste en cobrar por el uso del vehículo, poniendo por ejemplo costos a las movilizaciones en hora punta. La “zanahoria”, por su parte, es la provisión de un buen sistema de transporte público. Como ha dicho el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro: “Un país desarrollado no es donde el pobre tiene auto; es donde el rico usa el transporte público”.
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Publicado originalmente en LUN Reportajes, 2012-09-23: Página 1, Página 2.