La siguiente es una historia ya un poco vieja, pero tiene una conclusión muy importante. En enero de 2005 Lawrence Summers, a la sazón presidente de la Universidad de Harvard, estaba de lo más alegre y dicharachero durante una comida de camaradería. Quizá algo alentado por el vinacho, se despachó una declaración que acabó al menos temporalmente con su carrera: hay menos mujeres en ciencias y en ingeniería simplemente porque de manera natural a ellas no se les dan estas áreas.
La tole-tole que se armó con estas afirmaciones perdura hasta nuestros días: ¿son efectivamente las mujeres peores para las matemáticas y la física?
Un fructífero debate sobre el tema tuvo lugar en la misma Harvard algunos meses después de la “Declaración de Summers” entre dos de las más connotadas mentes de las ciencias cognitivas: Elizabeth Spelke y Steven Pinker (se puede revisar en internet si se busca en Google “The science of gender and science”). En aquel encuentro, Pinker y Spelke trataron de articular posiciones comunes para responder a los dilemas del sexo del cerebro. Si hay cerebros masculinos y femeninos, o si en realidad lo que es más importante es el contexto social y la cultura.
Soy el cerebro de Juan
Lo que los dos profesores de Harvard pusieron sobre la mesa es la enorme cantidad de hallazgos sobre los cerebros masculinos y femeninos realizados en las últimas dos o tres décadas. A través de diversas pruebas psicológicas e indagaciones neurocientíficas, se ha establecido un sinnúmero de dominios en que los hombres y las mujeres se desempeñan de manera diferente. De acuerdo con Kimura (2002) y Ellis (2011), acá hay una lista de diez aquellos:
Las mujeres son más estudiosas que los hombres.
Hay más hombres profesores universitarios.
Los hombres comienzan el consumo de alcohol a edad más temprana.
Las mujeres interactúan más en grupos pequeños.
Los hombres son mejores para jugar al Tetris (rotar figuras mentalmente).
Las mujeres son mejores para cálculos matemáticos con las cuatro operaciones.
Los hombres tienen mejor puntería (tirar patitos).
Las mujeres tienen más habilidad motora fina (enhebrar una aguja).
Los hombres están más interesados en establecer relaciones sexuales.
Las mujeres tienden a elegir parejas más altas que ellas.
Ellis (2011) sostiene que la teoría más respetada actualmente para explicar estas diferencias es la llamada Teoría ENA (“evolucionaria neuroandrogénica”), donde la testosterona en el ambiente uterino antes del nacimiento sería clave para el desarrollo de cerebros masculinos. Como fue muy comentado el año anterior -y cubierto por LUN-, el cerebro masculino se relaciona con un dedo anular más largo que el índice (razón 2D:4D).
Mujeres parlanchinas
Para los investigadores, uno de los aspectos en que las mujeres llevan una clara ventaja sobre los hombres es en el lenguaje. Discutir con ellas suele ser una carrera perdida, simplemente porque las mujeres son más hábiles para expresarse y comprender al otro.
Hay un ejemplo muy bueno de ello en un paper del 2006 de Schirmer & Kotz. En él se hizo una prueba simple: se pidió a hombres y mujeres que escucharan oraciones como “estoy muy triste” dicha con voz alegre, o “estoy muy feliz” dicho con voz triste. El resultado fue que, midiendo la actividad de los cerebros de las féminas y los machos al escuchar estas oraciones, en las muchachas se activaban zonas que en los hombres no. O sea, se daban cuenta de que había una contradicción entre las palabras y el tono de la voz. Esta es una buena explicación de por qué las mujeres pueden decir un “no” con un “sí” o al revés, y de porqué los hombres no entendemos esas pistas.
Existe una fuerte tendencia en la actualidad para interpretar este tipo de diferencias en los roles biológicos que mujeres y hombres asumieron en los orígenes de la especie. Por ejemplo, por el contacto con las guaguas, las mujeres tendieron a desarrollar más la habilidad de comprender los llantos y luego el lenguaje de los cabros chicos. Los machos de nuestra especie no tuvieron esas presiones evolutivas.
Finalmente, respecto de las matemáticas y la física, aunque hay unas pocas investigaciones (Connellan et al, 2000) que indican cierta preferencia de los bebés machos humanos por cosas como los móviles o los Lego, los cognitivistas de género suelen minusvalorarlas: para ellos, las mujeres pueden llegar a ser tan hábiles como los hombres en cuestiones de números. Basta con que tengan la motivación suficiente.
Las mujeres escuchan por los dos oídos
Muchas mujeres lo comentan. Sus parejas están viendo tele, ellas les tratan de meter conversa y ellos no pescan. La razón es la “audición dicótica”. El experimento es sencillo: se le ponen audífonos al sujeto de la prueba; por un oído entra una palabra (por ejemplo, “gato”) y por el otro una palabra diferente (por ejemplo, “perro”). El resultado es que los varones tienden a recordar mejor lo que les entró por el lado derecho. ¿ Por qué pasa eso? El cerebro masculino tiende a procesar el lenguaje con el hemisferio izquierdo (que conecta con el oído derecho). Las mujeres en cambio, pueden escuchar lo que sale por los dos lados porque sus cerebros suelen no estar “lateralizados” hacia la izquierda. De este modo, si su macho recio no la escucha no es que no quiera, es que no puede. Así que hágase un favor y cambie de lado de la cama, para quedar a su derecha. Le hará bien a la comunicación.
Publicado originalmente en LUN Reportajes, 2012-12-09: Página 1, Página 2.