Publicado originalmente en www.paniko.cl
En octubre de 1998 se publicó en Estados Unidos el primer libro de la saga de Harry Potter. Los editores yanquis tenían temor con la palabra “filosofía” en el título (Harry Potter and the Philosopher’s Stone) y le pidieron a J. K. Rowling cambiarlo por Harry Potter and the Sorcerer’s Stone que resultaba menos intimidante.
La decisión claramente era un error, porque cualquier lector mínimamente informado sabe que la “piedra filosofal” hace referencia a la sustancia que según los alquimistas medievales tenía la propiedad de transubstanciar los metales en oro. La “sorcerer’s stone” no existía y evitaba el cúmulo de referencias tradicionales que estaban ocultos no solo en el título sino que en toda la obra de Rowling. El cambio de nombre hacía menos evidentes los intertextos que la autora desplegaba en la serie.
Algo similar, e incluso más grave, ocurre con Silver Linings Playbook, y particularmente con la palabra “playbook”, en la película candidata a varios Oscares que ha arribado a nuestro país como El lado bueno de las cosas. “Playbook” es un tecnicismo del fútbol americano que se refiere al libro de jugadas preparadas que deben manejar los jugadores de un equipo y especialmente el quarterback (mariscal de campo).
Tuve la suerte de entrevistar hace algunos años a Sebastián Domínguez, el periodista chileno que trabajó en ESPN, y me contó muchos detalles sabrosos sobre el “playbook”. En los equipos de la NFL el “playbook” es la Biblia. Cada mariscal de campo debe conocer al dedillo centenares de juegos preparados y, a mediados de año, las franquicias les hacen una prueba sobre el conocimiento de estas estrategias a sus mariscales: si no pasan la prueba (una especie de PSU) simplemente no pueden jugar en el puesto.
Es raro, muy pocos críticos nacionales de El lado bueno de las cosas han reparado en este punto, supongo que simplemente porque en Chile no tenemos cultura de NFL y los especialistas han visto la película obviando sus claves de lectura futbolísticas.
Las dos primeras palabras del título en inglés cierran esta clave de lectura. “Silver Linings” es un modismo que se encuentra en la fórmula “every cloud has a silver lining” (cada nube tiene su cubierta de plata), que refiere al lado positivo de los acontecimientos negativos. Según ello, el significado del nombre de la cinta es la referencia a la búsqueda de una fórmula tipo “playbook” para conseguir encontrar “el lado bueno de las cosas”, algo a lo que alude constantemente el psiquiatra indio de Pat Solitano (Bradley Cooper). Eso resulta clarísimo en el afiche de la cinta, que muestra un pizarrón con una jugada de “playbook”.
Manic Pixie Dream Girl (and boy)
No latearé con los detalles de la película. Solo diré que se trata de un hombre con desorden bipolar que se encuentra obsesionado con recuperar su matrimonio, luego de que fuera internado por golpear al amante de su esposa, y que conoce a una chica del barrio, Tiffany (Jennifer Lawrence), que también lleva a cuestas un desorden clínico y que luego de haber enviudado ha explotado en una descompensación ninfomaníaca.
Tiffany calza a la perfección en lo que algunos teóricos del cine han llamado la “Manic Pixie Dream Girl”: «esa criatura cinematográfica [femenina] burbujeante y superficial que existe solamente en la febril imaginación de sensibles escritores y directores para enseñar a los jóvenes de almas pensativas a abrazar la vida y sus infinitos misterios y aventuras» (Rabin, 2007).
Pero hay algo más, en esta película se avanza un paso, pues no solo la chica es la “loca”, sino que el chico también. Ambos tienen trastornos y están permanentemente al borde de un brote. Son lo que la ciencia cognitiva contemporánea denomina “neurodivergentes”, personas con cerebros diferentes de los neurotípicos y que habitualmente deben estar medicados o sometidos a tratamientos psicoterapéuticos. Eso hace que el guión del film, fiel a sus personajes, parezca bastante tirado de las mechas, máxime cuando el resto del elenco no les va a la zaga en términos neurodivergentes a los protagonistas (el padre con TOC, el amigo de la clínica, el jugador compulsivo).
Estas dos líneas de fuerza (neurodivergencia y fútbol americano) se enlazan de manera a mi juicio magistral en la escena en que Tiffany le indica al padre de Pat, casi con la Wikipedia en mano, que cuando ella ha estado con su hijo, el equipo de la casa y la ciudad (los Philadelphia Eagles) siempre ha ganado sus partidos. No solo es la escena clave de la historia, sino que el momento en que ella es aceptada como parte de la familia.
Una jugada inolvidable
Gran parte de la belleza del fútbol americano reside justamente en lo planificado de cada jugada, en la importancia suprema del “playbook”. Es por ello que se le llama también “el ajedrez humano”, el valor de la estrategia. El fútbol americano es como si el fútbol soccer se jugara con puros tiros libres. Sin embargo, lo que realmente lo convierte en uno de los mejores deportes que se han inventado es que, cuando la estrategia falla (por ejemplo, cuando se da un “powerplay”, donde las alineaciones se rompen), todo depende de cómo los jugadores enfrentan esa inesperada salida de libreto.
A lo largo y ancho de los Estados Unidos hay millones de fans que esperan, domingo tras domingo, que sus equipos logren torcer las fuerzas del destino con alguna jugada fuera de libreto. Es ese justamente el caso de Pat padre (Robert de Niro), que le va a los Eagles todavía en 2012, cuando no han ganado nada en más de cincuenta años. La esperanza del padre en los Eagles es la misma esperanza que pone en su hijo.
La jugada más memorable del deporte estadounidense fue una de esas jugadas improbables y sin planificación, la “Recepción Inmaculada”, ocurrida el 23 de diciembre de 1972 en un partido entre los Pittsburgh Steelers y los Oakland Raiders. En ella, un lanzamiento incompleto de Terry Bradshaw golpeó por azar en el casco de un jugador de los Raiders, pero fue agarrado de rebote por Franco Harris antes de tocar el suelo. Harris corrió con la bola hasta la zona de anotación y logró el triunfo de los Steelers por 13 a 7 cuando ya se acababa el reloj. Esta jugada fue tan gravitante en la historia de la NFL que resulta considerada “el” hecho que hizo famosa a la liga, porque, como dice Robert de Niro en su última línea en Silver Linings Playbook: «Cuando la vida te brinda un momento como éste, es un pecado desaprovecharlo».
El lado bueno de las cosas se trata justamente de estas salidas de libreto, de cómo las personas, al igual que en el fútbol americano, podemos batírnoslas con la vida y con el amor cuando la estrategia —el “playbook”— falla.
No se trata entonces de una comedia romántica, aunque sean ocupados sus modos, manierismos, estructura y clichés, sino que de una hermosa y sentida metáfora del “fútbol americano” como manera de enfrentar la existencia y sus momentos en que todo parece perdido —tal como en las comedias románticas—: aunque seamos neurodivergentes.