Los “horrorosos” improperios que Daniela Aránguiz (esposa del Mago Valdivia)propinó a Juliette Junot por celular y que viene a engrosar la lista chilensis de videos prohibidos (ver acá) alcanzaron su punto cúlmine con la joyita: “tengo la pura cara de cuica”. Lo que nos lleva a la pregunta del día: ¿existe una cara de cuica? Lo más de sentido común sería contestar que sí, pero, una investigación de Shriver et al (2008, “Class, Race, and the Face: Social Context Modulates the Cross-Race Effect in Face Recognition”) parece indicar lo contrario.

Los autores, investigadores de la Universidad de Miami, trabajan sobre el fenómeno CRE (Cross-Race Effect) del que hablamos acá en Tercera Culturahace un par de años:

“Las personas solemos ser mejores distinguiendo rostros de nuestra misma raza que rostros de otras razas. Los asiáticos nos ven a todos los latinoamericanos como iguales, y los africanos ven a todos los europeos como iguales” (Martínez, 2009 [ejalé :-)]).

Este fenómeno se ha explicado (tal como hacíamos en aquel artículo) como un efecto de la expertización del cerebro al procesar rostros familiares (N250). Sin embargo, también hay (indicado en aquel posteo) una explicación diferente (socio-cognitiva):

“la tendencia de los individuos a pensar categóricamente acerca de los miembros de los exogrupos. El pensamiento categórico implica la dependencia de categorías sociales (por ejemplo, raza, sexo, edad) en lugar de características individuales de los sujetos observados (…) El modelo socio-cognitivo sostiene que cuando se codifica una cara, las personas se centran en la categorización de los miembros del exogrupo, y en la individuación de los miembros del endogrupo” (Shriver et al, 2008:261).

De manera más sencilla: cuando observamos a una persona de un grupo distinto al nuestro (por ejemplo asiáticos si somos latinoamericanos) nos concentramos en categorizarlos como miembros de un grupo, más que en sus características particulares.

Shriver et al diseñaron un experimento que consistía en mostrar personas blancas a sujetos blancos en diferentes contextos (algunos asociados a la prosperidad y otros a la pobreza), y encontraron que cuando las personas eran presentadas en contextos de pobreza, los sujetos no los podían reconocer tan fácilmente, y eran categorizados como blancos pobres de manera casi automática.

La conclusión en bastante clara: el rostro por sí solo no es suficiente para reconocer a alguien como “cuico” o “cuica”, de hecho, ese es uno de los resortes argumentales de My Fair Lady, aquella preciosa pelicula en que el lingüista Henry Higgins (Rex Harrison) se esfuerza por mostrar que Eliza Doolittle (Audrey Hepburn), una florista de la calle, puede pasar por princesa con el contexto y el lenguaje apropiados. El caso de Daniela, parece ser justo el contrario. ^_^¡

CORRECCIÓN

Uno de los comentaristas de este posteo duda de que sea tan así como lo explicamos. Scott Sadowsky me ha hecho las mismas aprensiones. El estudio estaría WEIRD sesgado. Me acaban de convencer. Obsérvese esta tabla que detalla el nivel de mezcla de genes blancos europeos con genes orginarios americanos por clase social en Santiago y Valparaíso (Cruz-Coke & Moreno, 1994):