Aunque un poco atrasado el artículo, fue hecho más que nada como una reflexión posterior a esta vertiginosa época de fin de año…

Cada año, para bien o para mal, nos vemos bombardeados por la parafernalia y el marketing navideño desde comienzos de noviembre, transformando esta fecha en un recordatorio de la llegada del fin de año, gatillando automáticamente responsabilidades, culpas, plazos y, lo más directamente relacionado con la fecha, la carga de las malditas compras navideñas.

A lo que cabe preguntarse ¿Qué es realmente la navidad? ¿Qué significa en el vertiginoso mundo contemporáneo? Y ¿Qué explica todo lo que gatilla la simple visión de un árbol o un adorno a mediados de noviembre?

Para partir explorando estos ámbitos, cabe preguntarse que rol juega el sentido religioso mismo de la navidad en este tiempo, por qué es que podemos ver a nuestros compañeros de trabajo, escuela o universidad, judíos, ateos y agnósticos por igual armando el árbol institucional, usando gorros pascueros y cuernos de reno, mientras que algunos de nuestros pares cristianos arman el pesebre que ha quedado rezagado a una simple esquinita, a la sombra del árbol, los regalos y las luces.

Todos los que hemos tenido la suerte de ampliar nuestro marco referencial y de interactuar con otras culturas y religiones sabemos que la Navidad no es la única celebración religiosa de fin de año, tenemos Hannukka para los judíos, Kwanzaa para las culturas africo-americanas, entre otras. Con esto llega un concepto que se ha ido expandiendo desde el llamado “primer mundo” hacia el resto de nosotros: “Ser políticamente correcto”, esta es la máxima apelación a la cultura de masas, al amalgamiento de todo,  al tratar de respetar no aceptando o reconociendo las diferencias, sino desvaneciéndolas en generalidad, así es como los propulsores de esta forma de cortesía dirán que no debes decir “Feliz Navidad” sino “Felices Fiestas de Fin de Año”.

Cómo afecta esta nueva conceptualización de lo “políticamente correcto” en nuestro sistema de creencias? La navidad es el primerísimo ejemplo, ya que hasta los agnósticos y ateos se ven haciendo regalos, ya que la sobre-generalización de la fecha permite que esta pase a ser parte de nuestra cultura occidental, dejando a lo religioso como una anécdota para los más acérrimos creyente, o como algunos dirán con desprecio, para los fanáticos. Así vemos como esta nueva navidad, la navidad moderna, permite una generación de un millón de marcos, esquemas y guiones que no tienen nada que ver con religión alguna, y que van coqueteando con la idea de la cultura de masas como una nueva religión, más importante y aceptada que los precursores.

Esto, al menos en el mundo cristiano, no es nada nuevo, al parecer nuestra cultura occidental tiene una gran facilidad para olvidar los orígenes y los sentidos primarios de las cosas, las manoseamos como una plasticina hasta que nos calcen con nuestro ritmo actual (quizás por eso es que nos quejamos de otras culturas que se aferran a sus tradiciones, los llamamos retrogradas y los miramos con desprecio, pero no me referiré mayormente a esto aquí).

Nuevamente la navidad nos da el mejor ejemplo de este olvido, la navidad mezcla una cantidad de tradiciones pagano-cristianas con las cuales la mayoría de los cristianos no están familiarizados. Muchos de los símbolos “navideños” no tienen nada que ver ni con el relato bíblico, ni con las tradiciones judías del tiempo del nacimiento de Jesús.

La tradición de decorar el arbolito viene de las viejas tradiciones pre-cristianas nórdicas y germánicas para celebrar el solsticio de invierno.

Lo interesante de esto no es necesariamente el hecho des desconocimiento, sino la reacción al conocimiento, o por lo menos las reacciones que me han tocado ver. Cuando me toca contar lo del arbolito en persona, los más cristianos optan por obviar la información o por ponerse en actitud defensiva ante esta. En foros de Internet el resultado es similar, se pueden ver posts de insultos de parte de los cristianos a quienes publican la historia del arbolito o los usuarios que postean comentarios del tipo “ay, pero ¿pa’ qué estos temas? Que son graves!!!!”  ¿Será que este rechazo viene de una necesidad de mantener tu esquema con  la etiqueta “navidad” intacto?

¿Cómo hemos construido nuestros marcos y esquemas? Para contestar esta pregunta debemos entender la noción de marcos y esquemas que estamos utilizando en este articulo, para una buena descripción del creador del concepto de marcos visita el siguiente link

¿Qué entendemos por Navidad? ¿Cómo la enmarcamos en este hemisferio? De seguro a más de a alguien ya se le pasó por la mente la paradoja de la nieve siendo que vivimos en el hemisferio sur, dicha paradoja se nos produce al tomar costumbres del solsticio de invierno del hemisferio norte y recibirlas acopladas a una celebración religiosa donde, digámoslo, la nieve no tiene mucho que ver tampoco. ¿Cómo lidia nuestro cerebro con esas paradojas? Creo que no es menor ponerse a pensar cuales son los procesos mentales –y culturales- que nos permiten aceptar estas incongruencias con tanta naturalidad, lo más cómodo es atribuírselo al mero conformismo, pero esto, aun así, no explica porque, hoy por hoy, aceptamos todas estas tradiciones navideñas como algo tan propio, aunque sea algo tan ajeno como ponerle nieve falsa a un arbolito.

Estoy segura de que habrá múltiples respuestas, dependiendo de la disciplina que se proponga a encontrar una, por lo que nos limitaremos a pensar en como creamos el esquema actual al que etiquetamos como “navidad”.

Para esto diremos que el proceso que permita la creación y posterior fijación de un concepto complejo como este ha sido una conceptualización dinámica y fuertemente experiencial de la naturaleza cultural del fenómeno navideño, por medio de un proceso dinámico y de una integración de los espacios mentales de Fauconnier que se van formando on-line cada vez que nos enfrentamos con una nueva navidad, hasta que estos quedan fijados a modo más similar a un marco o esquema desde el cual se pueden generar nuevos espacios mentales para ir sorteando los nuevos agregados experienciales que las fiestas de fin de año vallan teniendo.

Pero si esto es así, ¿Cómo explicamos el rechazo sistemático a cierto tipo de información o experiencias que chocan con este marco en un nuevo espacio mental y sin embargo aceptamos fácilmente nuevas inclusiones experienciales de distinta índole a la tradición? Permítanme explicar más este punto, recordemos el ejemplo de las respuestas de foros ante la explicación del mito nórdico/germano original, luego, consideremos las campañas publicitarias que integran cada vez con mayor fuerza elementos foráneos específicos, es tan simple como preguntarle a nuestros abuelos si ellos le ponían nieve falsa a su árbol o si tenían adornos que simularan la planta “holly” tapada con escarcha.

Mi humilde postulado es que esto se puede explicar a través de la teoría del blending conceptual.

Tomemos en cuenta que las únicas modificaciones que aceptamos son las que se han imbuido en el concepto “navidad” del hemisferio norte y que, como tal, llegan al hemisferio sur. Dicho esto, podemos considerar que cuando nos enfrentamos a estas paradójicas inclusiones tomamos un espacio mental base con nuestro concepto de navidad, donde se incluyen nuestro conocer religioso y tradicional de la fecha en nuestro hemisferio, de aquí tenemos el espacio mental derivado uno, donde ademas pueden entrar costumbres familiares más especificas que se agregan a la información que se mantiene desde el espacio base, luego, tendríamos un tercer espacio mental, en el cual están la noción de la navidad del norte, con nieve, Holly, muérdago y viejito pascuero al estilo coca-cola, estos dos espacios son incompatibles entre si, ya que en uno la navidad se produce junto a conceptos como ir a la piscina, comer sandia y usar ropa de verano, mientras que en el otro existe el frío, la nieve y el pudín de navidad calentito.

De estos dos espacio sale nuestro “blended”, el espacio mental que resulta de la interacción de ambos, donde se mantiene solo la información relevante, que nos da cosas como ponerle la nieve de plastico y plumavit a nuestros adornos navideños, mientras nos comemos una rica sandia y pensamos en “mangueriarnos” más ratito o en darnos una ducha fría para “capear” el calor. Notese que no todas las cosas se calcan, al menos yo jamás he comido un pudín navideño en Chile, ni lo relaciono con navidad tampoco, pero quizás en el futuro, incluso eso se incluya.

Dicho esto, solo aceptamos en nuestro concepto navidad la información que se forma en este espacio “blended”, es decir, que provenga de los dos espacios relacionados con la concepción religiosa de la fecha que describimos en el párrafo anterior, por esto es que podemos explicar el rechazo o disociación con la información nueva que no provenga de estos, simplemente es más difícil crear otro espacio de interacción y esto supondría una disrupción mayor del marco desde el cual se creó nuestro espacio base, lo cual muchos, al parecer, no están dispuestos a tranzar.