La escena la hemos visto en centenares de películas: los personajes van a una fiesta a un club exclusivo de lo más cocorocos, y de pronto se encuentran con el portero/doorman. Este, enfundado en un traje intimidador y con un walkie-talkie en las manos, los mira de arriba abajo y les escupe: No pueden entrar, no tienen estilo! Bueno, Lauren Rivera del Kellog Institute, acaba de publicar un estudio sobre las decisiones que los doorman tienen que realizar noche a noche, y el tipo de información que monitorean para definir quién tiene estilo para poder luego bailar con “las chicas más lindas que te puedes ligar” (Hombres G dixit).

Conoce a alguien. O conoce a alguien que conoce a alguien. Si eres hombre, acompáñate de mujeres atractivas, idealmente mujeres jóvenes en ropa de diseño. No vayas con otros hombres. Los porteros están bien versados en la última moda, así que usa Coach, Prada, Gucci, pero no se ocurra aparecer en un bonito traje con zapatos DSW”.

La autora trabajó como encargada de guardarropa y como niña de los cigarrillos en un par de exclusivos clubes nocturnos, y mediante la observación y las conversaciones estableció algunos tips que los gorilas de puerta (sic) usaban para determinar quién podia y quién no podía ingresar. La idea esencial es que lo que más importa no es el dinero ni lo exclusivo de la ropa que los aspirantes a ingresar al recinto muestran, sino que las redes sociales en que se manejan: los actores famosos pueden saltarse la fila. En segundo lugar está el género: las mujeres con pantalones pueden entrar sin mayores problemas (de ahí probablemente nuestro “mujeres gratis”); Farkas o el Negro Piñera la van a tener más difícil. En tercer lugar la raza: aunque los gorilas (sic) eran afroamericanos o latinos, no dejaban entrar a los afroamericanos o latinos porque “podrían poner en peligro la seguridad del club”.

Al igual que todas las señales de estatus, las utilizados por los porteros sirven para dividir a la gente. Distinciones de estatus determinan quién obtiene qué, y como tal, crean desigualdades. En una discoteca, la distinción entre Prada y Levi’s puede determinar quién se codea con el grado superior. Pero en otros contextos, una distinción igualmente superficial puede, por ejemplo, determinar quién gana la aceptación en un club de yates o de Harvard. Varios estudios han encontrado que para las personas de los grupos inferiores se ofrecen menos oportunidades, se entrega menos motivación, y son evaluadas con más dureza, y que en consecuencia a menudo su performance emperora por la frustración (…) Las distinciones de estatus entre los actores, que inicialmente se puede producir sobre la base de distinciones triviales, generan rápidamente sistemas de gran alcance y duraderos de desigualdad. Ellos mantienen el status quo“.

Si no lo cree, échele un vistazo a esta notable escena de Knocked Up, interpretada por Leslie Mann, la esposa de nuestro ídolo Judd Apatow.