La horrorosa tragedia de Juan Fernández del viernes recién pasado -como han dicho muchos- ha sacado lo mejor y lo peor de nosotros los chilenos. Uno de los aspectos en que varios han reparado desde FaceBook y desde Twitter es: “Que somos prosociales para las tragedias, pero para las causas que deberían unirnos, somos individualistas… #sosad”. En la misma línea, a pocos días del terremoto del 27 de febrero del año pasado, los creadores de la desaparecida cuenta de FaceBook de Se Siente Rubio consultaban medios indignados(as) por qué se hacía tan facilmente una relación entre los desastres naturales nacionales y la solidaridad. En simple, que Chile decía ser un país solidario, pero que finalmente no lo era.

Por regla general en TerceraCultura tendemos a ser bastante atentos y receptivos de las miradas críticas a los medios de comunicación, a la doxa y a los discursos oficiales. Pero, del mismo modo, hacemos siempre un esfuerzo individual y como blog por evaluar de la manera más informada posible esas críticas. Creo que este es uno de esos casos. La pregunta en esta ocasión es tan sencilla como esto: ¿hay alguna relación entre los desastres naturales en Chile y la solidaridad?

Buscando y rebuscando en la base de datos de artículos científicos más completa, ScienceDirect, hemos dado con uno que parece orientar una respuesta afirmativa a la pregunta: “The economics of solidarity: A conceptual framework” (Kritikos, Bolle & Tan, 2007) publicado por el Journal of Socio-Economics. Este es el abstract:

“Para muchas personas la “solidaridad” se ha convertido en una palabra sin sentido utilizado en consignas, que se ocupa con demasiada frecuencia sin dar lugar a consecuencias económicas. Se demuestra en este trabajo las condiciones en las que la solidaridad puede ser un poderoso instrumento. En una acción solidaria, una persona en un grupo contribuye con una serie de acciones que apuntan a una redistribución de los recursos escasos. La voluntad de contribuir está influenciada principalmente por la eficiencia de los objetivos de la acción solidaria, y se ve reforzada por los sentimientos de intercambio mutuo (solidaridad) dentro del grupo”.

La propuesta revisa varias definiciones de solidaridad, tanto religiosas como sociológicas y económicas, para llegar a una definición de seis puntos. La solidaridad:

  1. está motivada por las emociones,
  2. requiere de la acción colectiva,
  3. debe tener objetivos coherentes y resultados,
  4. se desarrolla y desaparece,
  5. se diferencia si es voluntaria o involuntaria, y,
  6. depende de quién se beneficia de ella.

Lo más interesante, para nuestro punto, es una cita del planteamiento de Gide (1987; artículo hoy inencontrable) quien indica que:

“para lidiar con las inundaciones del Nilo, los habitantes del Antiguo Egipto hubieron de colaborar mutuamente en el trabajo y el cultivo (…) La lucha contra el poder incontrolable de la naturaleza llevó a los individuos a la solidaridad”.

Creo que es fácil llegar a establecer una hipótesis de trabajo si se lee la respuesta a la pregunta “¿Dónde se producen los mayores terremotos?” en la página oficial del Servicio Sismológico de la Universidad de Chile:

“Son en las zonas de subducción donde se producen los terremotos mayores del planeta. Chile es una de estas zonas. Más aún, con el gran terremoto del 22 y 23 de mayo de 1960 ocurrido en Valdivia, Chile tiene el liderazgo mundial con el mayor terremoto ocurrido en tiempos modernos en el mundo. Este terremoto liberó una energía que corresponde aproximadamente al 35% de la totalidad de la energía liberada por todos los terremotos que se han producido en el planeta desde 1900 hasta 1996. Pero este record no lo es todo, puesto que además tenemos, en lo que va corrido de este siglo [XX], un promedio de 1 terremoto de magnitud cercana o superior a 8 cada 10 años”.

Repetimos la frase de Gide: La lucha contra el poder incontrolable de la naturaleza llevó a los individuos a la solidaridad.