Hoy, hace un rato, Google nos sorprendió con un Doodle precioso. En recuerdo de los 110 años del natalicio de Marcela Paz, puso de portada la imagen de su mayor creación, el niño Papelucho. En recuerdo de ello desclasificamos este escrito publicado originalmente en Ciudad Virtual, Linkteratura, en 2002.

PAPELUCHO ENCONTRADO

Un buen día de 1935, poco antes de la boda, José Luis Claro le regaló a su novia Esther una agenda. La joven, que a la sazón contaba poco más de 30 años, no tenía muchas ganas de escribir en ella las típicas tonterías que ponen la mayoría de las personas, como aniversarios de esto y aquello, recordatorios de citas, direcciones y recetas.

En cambio hizo algo mucho más choriflay: empezó a escribir un diario de vida. Pero, no el de ella, sino el de un niñito al que llamó con el nombre de su pololo… José Luis – Pepe Lucho – Papelucho.

Pasaron un terremoto, tres presidentes, la construcción del Estadio Nacional, una Guerra Mundial y el Mundial de Francia. Y un buen día de 1947 un caballero que se llamaba Hernán del Solar, quien escribiera esos hermosos relatos llamados Cuando el Viento Desapareció y Mac, el Microbio Desconocido, y que era dueño de una editorial que se llamaba Rapa Nui, hizo un concurso de escritos para niños. Esther Hunneus de Claro se animó y le hizo llegar una versión revisada de su diario de Papelucho. Y lo hizo con un seudónimo que combinaba el nombre de una de sus autoras predilectas, Marcelle Auclair, con una de las virtudes que más necesitaba, según ella, la paz.

El éxito del escrito de la recientemente bautizada Marcela Paz fue inmediato y permanente. Desde entonces, y durante los largos casi treinta años que siguieron, la autora fue engrosando las peripecias del pequeño. Así se sucedieron los doce libros que componen hasta hoy la colección.

Papelucho en breve

Papelucho era un típico niñito de 8 a 9 años que redactaba su diario casi todos los días contando lo que le iba ocurriendo. Ello incluyendo las ocurrencias, aventuras, temores y fantasías, donde, de una manera misteriosa aparece, si uno pone atención, una serie de elementos que no se ven en la primera lectura. En muchas partes Papelucho no dice lo que realmente le pasa, pero, el lector puede adivinarlo. Por ejemplo: “Hoy vino mi papá a vernos y Javier le mostró sus buenas notas y papá le regaló $1.000 para su equipo scout. Yo tenía notas bastante buenas, pero no me atreví a mostrárselas y no me dio más que $100.” Es obvio que Papelucho le está ocultando al diario que sus notas eran en realidad más bien malas.

A ese tipo de cosas, sumaba a una lógica infantil a toda prueba:

“Yo hice una promesa para que no se muriera y prometí ser santo. Hoy regalé todas mis cosas, porque para ser santo hay que regalarlo todo. Todo menos mi pelota de fútbol, mi escopeta, mi revólver y otras cosas que necesito. Yo no me creo santo porque los santos nunca se creen que lo son. Me gustaría que Javier también fuera santo y me ragalara su raqueta”.

O:

“Resulta que se me ensuciaron los pantalones con ese aceite que había en un tarro y los lavé y quedaron peores. Mi mamá me retó porque andaba en traje de baño, pero yo le dije que quería acostumbrarme. Creo que lo mejor será que meta los pantalones enteros en el aceite ése y así quedarán parejos. Los metí y tuve que ponerlos a secar debajo del colchón para que no los vieran y resulta que se retrataron en el colchón que no es de nosotros. Ya es de noche y todavía no se piensan en secar y yo no sé si mañana tenga que estar enfermo o cosa por el estilo”.

Por fin, a diferencia de los relatos tradicionales para niños, el personaje no se quedaba estancado en una edad sino que iba creciendo y se iba encontrando/enfrentando con distintas situaciones a lo largo de la historia. El nacimiento de su hermana Ji, en Papelucho Detective, que va creciendo también y tomando protagonismo, en especial en los volúmenes 6to (Papelucho Perdido) y 7mo (Mi Hermana Ji). La adolescencia de su hermano Javier, que comienza en el volumen 8vo (Papelucho Misionero), cuando se va de marino; y alcanza su punto más alto en el 10mo (Mi Hermano Hippie), que, escrito en 1971 es una visión a través del personaje de la realidad chilena de la época. No lo es menos el ejemplar más exótico de la serie, Papelucho y el Marciano (1968).

Papelucho más que un personaje es un mundo completo, una cierta manera de mirar las cosas, y, como veremos luego en Pistas. Un ejemplo absolutamente singular de lo que algunos llamaban “Obra Total”.

Marcela Paz en breve

Marcela Paz nació en Santiago el 29 de febrero de 1902. Fue educada por profesores particulares y aprendió desde chica varios idiomas. De grande estudió en la Facultad de Bellas Artes y fue colaboradora de revistas y diarios como El Peneca (de Elvira Santa Cruz Ossa), Ecrán (de María Romero, la “reina del spoiler”), Zigzag, Eva, Margarita, La Nación (de Eliodoro Yáñez), El Diario Ilustrado, El Mercurio, La Tercera. Fue directora de la Organización Internacional del Libro Infantil (IBY) de 1964 a 1967. Obtuvo los premios: Club Hípico, Los Andes, Premio de Honor de la editorial Rapa Nui (1947), Diploma de Honor Hans Christian Andersen (1968), Medalla de Oro del Instituto Cultural de Providencia (1979). Diploma de Honor de la Municipalidad de Santiago en 1981, y en 1982 el más alto galardón chileno: Premio Nacional de Literatura. Falleció el 12 de junio de 1985.

La colección

  • Papelucho (1947)
  • Papelucho casi huérfano (1951)
  • Papelucho historiador (1955)
  • Papelucho detective (1957)
  • Papelucho en la clínica (1958)
  • Papelucho perdido (1960)
  • Papelucho, mi hermana Ji (1964)
  • Papelucho misionero (1966)
  • Diario secreto de Papelucho y el marciano (1968)
  • Papelucho, mi hermano Hippie (1971)
  • Papelucho en vacaciones (1971)
  • ¿Soy dix leso? (1974)

RETRATO DEL ARTISTA NIÑO

En algún lugar he leído que si se toman las treinta y seis obras de teatro de William Shakespeare y se cuenta cuántas palabras diferentes hay en ellas, el número excede las 20.000. Lo mismo ocurre con el Quijote de Cervantes. Para l@s estudios@s, estas cifras son uno de los argumentos más poderosos a favor de hacer de estos autores los vates mayúsculos de sus respectivas lenguas.

1.- El Lenguaje

Hace un par de años me hice de (léase “guachipié”) una obra lexicográfica (léase “diccionario”) en cinco voluminosos volúmenes llamada Diccionario Ejemplificado de Chilenismos (para los amigos DECH). El mamotreto en cuestión registraba el no despreciable número de ¡54.000! entradas. Y no eran entradas así no más. Eran todas palabras que no están en el diccionario de la Real Academia (o que están con otros significados).

La cosa es que el autor, el profesor de Valpo., don Félix Morales Pettorino, ponía cada palabra con un texto en que apareciera y luego indicaba cuál era ese texto. Cuál no sería mi sorpresa al ir viendo que en muchísimos de los ejemplos el libro fuente era ¡Papelucho! Estoy seguro de que algún día alguien va a contar cuántas palabras diferentes se usan a lo largo de los 12 libros que componen actualmente la colección, y la sorpresita que nos llevaremos. Gran parte de la frescura de Papelucho deriva del lenguaje especialísimo que ocupa, donde, junto a inolvidables giros chilenísticos: “fuñingue”, “choriflay”, “chirimpoya”; hay una constante invención o deformación graciosa de palabras: “gusto pena”, “ídem”, “paralelo”, “ipso flatus”, y un larguísimo etcétera.

Papelucho es una obra mayor en primer lugar por ese dato.

2.- La Estructura Narrativa

Un segundo motivo para calificarla como tal es la capacidad de reflejar el mundo con, ya no los ojos (que es lo obvio), sino la estructura mental de un niño. Sólo conozco un caso en que algún autor haya sido capaz de generar un relato en el cual el hablante haya sido infantil y tuviera una lógica de ese tipo. Se trata de la primera parte del Retrato del Artista Adolescente de James Joyce. En esa primera parte Joyce habla a través del personaje (Stephen Dedalus), cuando él es niño. La obra avanza parte a parte modificando el lenguaje desde ese niño hasta el joven que desea hacerse artista y abandona su casa y su Irlanda natal.

Pues bien, el desarrollo de la sicología narrativa de Papelucho no tiene nada que envidiarle al Dedalus de Joyce. Hay, en particular, un elemento que hace peso en este sentido. Si se trata de seguir con atención el hilo argumental del primer Papelucho, o Papelucho solo, podrán darse cuenta de que la historia parece que no tuviera ninguna dirección. Al contrario que las novelas de grandes, aquí hay sólo una acumulación sucesiva de hechos puntuales. Papelucho no es sólo fresco en el usar una terminología única, lo es también en que su estructura narrativa es la que puede dar un niño de nueve años.

Pero, más aún. Cuando se sigue con la serie el personaje crece. A medida que va creciendo también su estructura narrativa va cambiando. De este modo, cuando llegamos a uno de los últimos libros, Papelucho en Vacaciones tenemos, no sólo un niño que se empina sobre los doce años, sino un narrador que ha alcanzado la capacidad de construir una historia con inicio desarrollo y fin.

3.- El Mundo

También hay un juego muy interesante en el hecho de que la autora nos revele el mundo a través del personaje. Algo que siempre me llamó la atención de J.R.R.Tolkien, por ejemplo, era la extraña sensación de que el universo que nos presentaba no se agotaba en el relato: que la Tierra Media tenía una serie de cuentos no contados, pero, que se alcanzaban a vislumbrar en la superficie del relato que sí nos había llegado. Papelucho logra lo mismo, sin por supuesto ser un mundo tan rico como aquel. Por ejemplo, en Papelucho Detective la trama se ordena por el hecho de que va a nacer al final de la obra la hermana Ji. En Papelucho Historiador es posible ver lo que ocurre con la Señorita Carmen y su relación de pareja. El que la autora haya hecho todo esto a manera de elipsis hace que gran parte de la construcción del mundo del personaje corra por cuenta del lector. Y, sorpresa, entonces más rico será ese mundo mientras más capaz sea el lector de construirlo. Un niño construirá un mundo menos experiencial que un adulto. Por lo que el Papelucho que lee un adulto es más adulto que el que lee un niño. Al revés de lo que a veces dice la gente: “cuando leí este libro de joven me impactó tanto, y ahora no me pasó nada”, con Papelucho, el libro crece con uno. Eso tiene que ver con algo que Marcela Paz defendía a brazo partido: la inteligencia de los lectores.

4.- Los Géneros

Estoy defendiendo que Papelucho es una Obra Total, esto es, que pertenece a ese selecto clan que aúna aquellos libros que tratan de ser un referente similar al mundo, como Cien Años de Soledad, Rayuela o Adán Buenosayres. Un último argumento en este sentido es que al igual que en ellos, en Papelucho hay también un deliberado y sistemático intento de abordar todos los registros de género. Si bien todos los libros de la colección podrían caber dentro de la autobiografía, tenemos que Papelucho Historiador es novela histórica, Papelucho en Vacaciones es composición y teatro, Papelucho Detective es epístola, Papelucho y el Marciano es diario secreto y ciencia ficción; y así. Me dirán, pero eso es sólo un juego, nadie puede defender que en realidad Papelucho Historiador sea novela histórica. Es verdad, pero, es novela histórica “a la Papelucho”. Ese simulacro es una virtud y no un defecto.

Los Papeluchos Perdidos

No podemos cerrar sin hacer referencia al tema de los volúmenes que cierran la obra. Poca gente lo sabe, pero: ¡hay dos Papeluchos inéditos! Al morir Marcela Paz dejó estos dos últimos libros sin publicar, y problemas, al parecer de acuerdo entre la sucesión y la editorial han impedido hasta hoy verlos impresos.

VINCULANDO

PAPELUCHO PA LANTE…

El flacuchento personaje fue no un caso aislado de la literatura infantil chilena, sino la punta de lanza para su generación y las sucesivas.

La literatura infantil chilena es hoy más que Papelucho. Nombres que suenan y mucho son los de

Cecilia Beuchat:

Cuentos con algo de mermelada (1987), Cuentos con olor a fruta (1989) y Cuentos de perros, gatos y canarios (1993). Además, como docente de la Facultad de Educación de la Universidad Católica de Chile ha publicado los textos complementarios para la Educación Básica: Claudia y las letras, Pablito aprende solito, Empezando a redactar, Empezando con la Gramática, etc.

Ana María Güiraldes:

Si bien inició su carrera literaria ganando en 1983 el Premio Municipal de Literatura con El Nudo Movedizo, se ha dedicado consistentemente desde entonces a la literatura infantil: Ratita Marita; La lombriz resfriada (1985), Animales, animalitos y animalotes (1987), El Monobuenmozo y otros cuentos (1987), La pata, patana y otros cuentos (1990), Mariano Isla (1990), entre otros se cuentan a su haber, acompañados de las ilustraciones de su hermano Ricardo.

Jacqueline Balcells:

El niño que se fue en un árbol (1986), El archipiélago de las Puntuadas (1987), La Hacedora de Claros y otros cuentos (1988); se cuentan entre los libros de esta periodista que inició su carrera en Francia a inicios de la década de los ohenta.

En colaboración la Balcells y la Güiraldes suman Aventura en las estrellas (1987), Misión Alfa Centauro (1988) y La Rebelión de los Robots (1989). Más otros de contenido didáctico histórico como Senefru, princesa egipcia o Espladián, caballero andante

Víctor Carvajal:

Carvajal, quien escribiera una sentida misiva a MTG , a raíz de una declaración de Isabel Allende acerca de la literatura infantil chilena, es autor de Cuentatrapos (1984), ganador del premio El Barco de Vapor de España, del que fue el primer hispanoamericano en obtenerlo. A él añade luego Chipana (1986), y Fray Andrés, otra vez, por nombrar sólo los dos primeros de una larga serie.

Saúl Schkolnik:

En 1979 ganó el Concurso Latinoamericano de Literatura Infantil de la UNESCO con Un Cazador de cuentos; Cuentos para adolescentes románticos (1979), Érase una vez un hermoso planeta llamado tierra (1979) y Colorín, colorado, ovulito fecundado (1981), Los derechos del niño (1993).

Manuel Peña Muñoz:

Dorada Locura (1978), El Niño del Pasaje (1989), María Carlota y Millaqueo (1991), El collar de perlas negras (1994), Folklore infantil en la educación (1994), Alas para la Infancia, Fundamentos de Literatura Infantil; en una labor que combina lo creativo con la investigación respecto de su especialidad en literatura infantil.

Héctor Hidalgo:

El Pino de la Colina (1993), La Mujer de Goma (1993), Los Gatos de Venecia (1994).

A ellos hay que agregar los nombres de Beatriz Concha, María Luisa Silva, Manuel Gallegos.

Junto con ell@s, están siempre l@s ilustrador@s, quienes desde el mítico Coré han acompañado el texto con la imagen. Acá también Papelucho cumple un rol, pues los dibujos clásicos de Marcela Claro Hunneus que acompañaban y eran (ver más abajo) la representación única del personaje, inspiraron a más de algun@ de l@s actuales ilustradores/as. Es el caso, en primer lugar, de Marta Carrasco Bertrand, quien ha coloreado los diseños originales de Marcela Claro y ha añadido nuevas imágenes basadas en ellas a las últimas ediciones de José Luis. Otros ilustradores son: Andrés Jullian, Carlos Rojas Maffioletti, Tomas Gerber y Antonio Castell.

Respecto de la representación de Papelucho en otros medios expresivos, Marcela Paz dejó expresa y explícitamente indicado que rechazaba cualquiera personificación de su niñito. Ello, porque no quería que se identificara con nadie en particular, sino que cada lector o lectora imaginara “su” propio Papelucho. Es por esto que Jota I (La hermana Ji): buscando a Papelucho, la obra de teatro del grupo La Balanza, dirigida por Verónica García Huidobro, sobre una versión de Luna del Canto, aunque resumía parte de la docena de textos papeluchescos, sólo insinuaba la presencia del personaje.

Papelucho es también un seudónimo muy popular, tanto que lo lleva, por ejemplo, el DJ del programa la Locomotora, o el autor de la carta de búsqueda de pareja a la Cuarta que transcribo a continuación:

PAPELUCHO: Varón de 38 años, blanco, crespo, delgado, tierno, cariñoso, romántico, tranquilo y con trabajo particular, busca correspondencia con dama que se sienta sola para amistad duradera. Escribir a RUT 9.066.204-K, Correo de Calama.

Por fin, es reconocido por el propio Alberto Fuguet que su primera novela, Mala Onda tiene una fortísima inspiración en el tipo creado por Esther Hunneus (hasta uno de los amigos de Matías Vicuña se llama así). En este caso podemos decir que, lo que es en U.S.A. Holden Caulfield a Huck Finn, lo pretendió hacer en Chile Fuguet con su Matías respecto de Papelucho.

PAPELUCHO PA TRA…

Aparte de la literatura de los Grimm, Perrault, y esa didáctica de la que ya hablamos cuando tratamos a Mampato (Id est: la tradición de libros y revistas para niños desde la Cartilla del Padre Zárate de 1824, pasando por la colección Billiken y llegando a la Rapa Nui de del Solar), no estaría de más citar a los referentes realmente directos Tristam Shandy de Lawrence Sterne y el ya mentado Stephen Dedalus de Joyce. ¿Por qué? Porque son los únicos libros en que el narrador es un niño. Si nos fijamos bien hay historias contadas a los niños, pero muy pocas contadas por niños (aunque sea en ficción). Es así que en estricto rigor lo de la Marcela Paz no tiene precedentes. NO puede caber aquí entonces la obra ni de Mary Louse Alcott, ni de Enid B. Lytton.

PAPELUCHO PAL LAO…

No puedo dejar pasar a Alicia Morel. Recuerdo que cuando estaba en tercero o cuarto básico dimos una prueba sobre Los Cuentos de la Hormiguita Cantora y el Duende Melodía (1956), y nunca nos entregaron la nota. Bueno, la cosa es que estos cuentos comenzaron (al igual que los relatos del Dr. Mortis) como radioteatro en 1954 en la Radio Chilena, en 1954, Enrique Heine era el Duende Melodía y la Meche Videla, la Hormiguita Cantora. La Odeón grabó tres discos 45 con estos relatos. Luego de varias otras cosas la Paz invitó a la Morel para que juntas llevaran a cabo Perico Trepa por Chile, uno de los más famosos duets de las letras vernáculas.

SACAR A CIEN

PAPELUCHO ENCONTRADO

Si quiere puede revisar en cualquier lugar de la ciudad, desde la querida “boutique suelito”, hasta la más jai de las “bookstores”; en todas, las aventuras del desgarbado chicoco estarán a luquita, luquita, platita poca, pero segura abuelita (como decía Enrique Maluenda).

Recomendación: cómprese la colección completa de una patada, si no le va a pasar lo que le ocurrió a un servidor cuando recuperó al personaje. Iba en la micro de vuelta a casa leyendo Papelucho solo, llegué y veinticinco minutos más tarde lo había acabado, un minuto y medio después de eso figuraba en la micro de vuelta a comprar el siguiente. Leer Papeluchos es un sano vicio (virtud le dicen a los vicios sanos), así que sin temor hágase de toda la droga posible a la primera: los síntomas de abstinencia son muy re dolorosos.

WWW

PAPELUCHO.CL

Manuel Peña Muñoz ataca de nuevo, con una breve historia de la literatura infantil.

http://www.escritores.cl/litinfantil.htm

Ovnis en Terra, o sea, aquí al ladito, Papelucho es de los citados.

http://ssweb.terra.cl/Ovnis/ovni_lectura?ID=104

Marcela Paz en escritores punto ce ele.

http://www.escritores.cl/pagina/sembpaz.htm