Krakatoa, al este de Java; el Vesubio y Santorini. Estas famosas erupciones volcánicas han vuelto a ser recordadas acá en Chile, luego de que la revista “Science” publicara que bajo el límite entre nuestro país, Argentina y Bolivia se detectó una gigantesca laguna de magma de cien kilómetros de ancho que forma un “sombrero geológico”. Como ha cubierto nuestra colega Ignacia Castillo para LUN, aunque la formación no es un supervolcán, su estudio sí permite entender cómo estos se generan.

Los volcanes han sido una pesadilla para los seres humanos y las civilizaciones desde que el hombre es hombre: en numerosas ocasiones han sido causa de colapsos sociales y culturales de marca mayor. De acuerdo con algunos sistemas de datación, el mencionado Santorini hizo de las suyas en 1628 a.C. en el Mar Egeo y se despachó gran parte de la isla en la que se encontraba, provocando devastadores maremotos y terremotos. De paso, abatió a la floreciente civilización minoica de la cercana Creta que por aquellos lustros era una de las más avanzadas sociedades del mundo antiguo.

Lo mismo ocurrió centenares de años más tarde en Italia, cuando el 24 de agosto del 79 d.C. al monte Vesubio se le ocurrió explotar sepultando casi de inmediato a las ciudades de Herculano y Pompeya, joyas del Imperio Romano en las cercanías de la actual Nápoles.

Colapsos volcánicos

Jared Diamond, biólogo de la Universidad de California, explica en su libro “Colapso” (2004) que los volcanes han sido uno de los peligros mayores para las sociedades humanas a lo largo de los siglos: sus erupciones devastadoras son causas principales de cambios climáticos de largo alcance.

De acuerdo a Diamond, las grandes erupciones inyectan polvo a la atmósfera superior de tal manera que la luz del sol que alcanza la superficie de la Tierra disminuye: entonces baja la temperatura, se reduce la producción de granos y comienzan las hambrunas. Estos procesos pueden durar varios años e incluso llevar a periodos de frío (“cool periods”) que a veces se prolongan por centurias, como en el caso de la “Catástrofe de Toba” que se estima produjo un enfriamiento global que duró un milenio.

Es curioso y aparentemente contradictorio que la mayor amenaza de los volcanes -accidentes geográficos asociados al calor- en realidad esté vinculada al frío. Son los llamados “inviernos volcánicos” que, cuando son de gran magnitud, provocan un fenómeno biológico denominado “cuello de botella” (“bottleneck”): una disminución de los individuos de una o muchas especies que, si no se han extinguido con posterioridad al evento, se recuperan y diversifican de manera muy intensa (“deriva genética”).

El término “supervolcán” fue acuñado el 2000 por un documental de uno de los programas de divulgación científica más prestigiosos y añosos de la televisión, “Horizon” de la BBC. Los vulcanólogos no han aceptado necesariamente ese nombre y tampoco hay pleno acuerdo de qué es lo que debe ser denominado con ese rótulo. Pero la idea de una explosión cataclísmica ha entrado en el inconsciente colectivo contemporáneo como una imagen del infierno en la Tierra.

Los propios vulcanólogos han diseñado un índice para establecer la explosividad de los volcanes, el IEV (“Índice de Explosividad Volcánica”, VEI en inglés) que va de cero a ocho y tiene en cuenta los productos expulsados, la altura de la nube eruptiva y otros. El nivel 0 (explosión hawaiana) es no-explosiva y produce una columna de cien metros o menos; el nivel 8 (ultra-pliniana o megacolosal) provoca una columna de más de 25 kilómetros de altura y arroja material de un volumen de 1.000 kilómetros cúbicos o más. En tiempos históricos solo se ha llegado al nivel siete (Thera, 1620 a.C., Taupo, 186 d.C., Tambora, 1815 d.C.).

Humanidad en peligro

Ocurrió hace unos setenta mil años en el actual lago de Toba (Sumatra, Indonesia). Un volcán superpoderoso erupcionó con una fuerza casi nunca registrada de nivel 8 (megacolosal) y por poco acaba con la humanidad. En 1993 Ann Gibbons postuló en “Science” que esta supererupción se vinculaba con una disminución de la población humana sobre la Tierra, que en esos lejanos días paseaba alegremente por África, lugar donde el Homo Sapiens había surgido. ¿La razón? Se produjo un invierno volcánico (bloqueo de los rayos solares por las cenizas y el ácido sulfúrico arrojados a la atmósfera y el consiguiente enfriamiento del planeta): las adversas condiciones diezmaron a nuestros antepasados, reduciéndolos solo a unos pocos miles. A continuación del apocalipsis prehistórico, nuestra especie se recuperó de aquel “cuello de botella evolutivo”, se reprodujo velozmente y salió a la conquista del resto de los continentes. Algunos lingüistas han especulado recientemente que todas las lenguas humanas que se hablan en la actualidad provendrían del idioma del grupo sobreviviente de la catástrofe.


El año sin verano, los vampiros y Frankenstein

Hubo una vez un año sin verano. Fue entre 1815 y 1816. Los europeos no podían entender que pasara nublado y las temperaturas no subieran. A miles de kilómetros de distancia y poco antes, el Monte Tambora, también en Indonesia, había generado una explosión de nivel 7. Las cenizas que lanzó bloquearon al sol y el enfriamiento consiguiente fue denominado justamente “el año sin verano”.

Para capear el frío, algunos habitantes pudientes del Viejo Continente se movilizaron hacia el sur. Entre ellos estaban Lord Byron, su compinche Percy Shelley, su secretario John Polidori y una muchacha llamada Mary Wollstonecraft (quien luego sería pareja de Shelley y tomaría su apellido). ¿El lugar? La Villa Diodati, junto al lago Ginebra. Como buenos aristócratas románticos que eran, gastaban gran parte del día y de la noche en contarse historias y recitar poemas; en la velada del 15 de junio de 1816, en medio de cuentos de aparecidos y leyendas folklóricas, decidieron apostar cuál de ellos era capaz de escribir el mejor relato tenebroso. Ni Byron ni Percy hicieron caso de esta apuesta, pero Mary y John sí. De este modo nacieron los dos mitos de terror más famosos: Mary ideó“Frankenstein”; Polidori, una historia llamada “El Vampiro”.

 

Publicado originalmente en LUN Reportajes, 2012-10-21 Página 1, Página 2.