Hace muchos años, en mi más temprana infancia, mi madre me contó que en la casa de su abuela en Frutillar había una planta que florecía el 24 de diciembre en la noche; creo que era un tipo de vegetal conocido en la región, al que, también creo recordar, se le denominaba, como a la fiesta: “Natividad”.
Leyendo leyendas artúricas a inicios de los noventas (a los veinte uno se engrupe seriamente con esos temas), me encontré con que, una tradición similar existía en la Inglaterra antigua:
Una serie de leyendas hablan de flores que florecen maravillosamente en la Navidad, como el famoso Espino Glastonbury de Inglaterra. Las flores de invierno simbolizan la erupción en el tiempo terrenal de los ciclos de Dios (Hill, 2003:71 “Holidays and Holy Nights: Celebrating Twelve Seasonal Festivals of the Christian Year“).
El espino Glastonbury (Glastonbury Thorn) es definido por Webber en 1938 (pp. 71-72) en su libro “Church Symbolism: An Explanation of the More Important Symbols of the Old and New Testament, the Primitive, the Mediaeval and the Modern Church” de la siguiente manera:
El antiguo espino, crataegus oxyacanthia praecox, que se encuentra justo en las puertas de la gran abadía en ruinas en Glastonbury, Somerset, se considera por muchos como un descendiente del espino plantado allí personalmente por San José de Arimatea (de quien se dice que introdujo el cristianismo en Inglaterra en el año 63 d.C). El Espino Glastonbury tiene el hábito notable de florecer para el día de Navidad cada año [en realidad lo hace para la víspera de la Epifanía, el 5 de enero], como cualquiera de los ciudadanos de la ciudad hará constar. Debido a este hecho, las flores del Espino Glastonbury son símbolos de nuestro Señor de la Natividad. Recientes investigaciones arqueológicas realizadas en Glastonbury por el Sr. F. Bligh Bond y otros parecen verificar esta tradición como de una antigüedad extrema del cristianismo británico, y que es posible que el espino fuera plantado por los primeros misioneros. El árbol original, que era de edad avanzada, fue destruido por un fanático puritano.
El espino en cuestión ha sido vandalizado en innumerables ocasiones, la última de ellas, hasta ahora, en 1991, pero, un breve de la BBC de este 9 de diciembre de 2010, indica que: “Histórico Espino Santo ha sido cortado en Glastonbury. El árbol se cree ha sido plantado por José de Arimatea hace casi 2.000 años. Un árbol histórico de importancia religiosa en Glastonbury se ha reducido durante la noche, lo que provocó una investigación policial. Wendy Plumtree, que vive cerca, dijo: ‘Es como uno de esos momentos en los que se cierra la puerta y abrirla para ver si sus ojos están engañando'”.
Por supuesto que no es mi idea ponerme falsatesco, puede haber una explicación natural para el evento del florecimiento. En muchas partes del mundo existe el fenómeno del “veranillo”, como en los Estados Unidos el Indian Summer, y en Chile, el veranito de San Juan (por la fiesta de San Juan Bautista que se corresponde con el solsticio de invierno), que, según la RAE es un: “tiempo breve de calor o de sequía que, en América del Sur, suele presentarse a fines de junio“, debido, al parecer a un fenómeno climático que impide que los fríos antárticos suban hasta el centro del país. Se sabe que muchos vegetales son extremadamente sensibles a estas ligeras modificaciones climáticas, y pueden reaccionar a ellas floreciendo; como es el caso de los aromos que, tras las primeras lluvias y tan temprano como en julio están cubiertos por un amarillo intenso (lo que es notable de ver en la Ruta 68 en las inmediaciones de Peñuelas). Puede que algo similar haya sucedido con la flor “Natividad” y con el Espino Glastonbury.
De todos modos, más allá de la explicación racional, ambas representan las esperanzas navideñas.