“Comics is my wife, and animation is my lover”.
Osamu Tezuka
Solemos creer que todo partió con Robotech, que la invasión de manga y animé japonés en Chile se dio a partir de 1985 con el invento de Carl Macek –que ya en su día desnudó uno de nuestros sitios favoritos de la vida –ever– (QuintaDimension). Solemos creer que si vamos más atrás –practicamente una década– hallamos en Heidi (Takahata, Kotabe & Miyazaki, 1975) el origen de todo. Solemos creer…
Voy a hablar como una persona que fue niño en los años setentas. Ya lo he expresado con anterioridad, ser niño en esa década significó pertenecer probablemente a la primera generación que se crió con la TV como madre putativa. Y en esa década fue que entró con fuerza el animé a nuestras vidas (Aguilar, 2009). Si hacemos un cálculo trucho y asumimos que la infancia consciente va de los 7 a los 12 años, podemos decir que cada cinco años aparece una nueva generación de niños. Desde 1972 (año del inicio de la exhibición de animé en latinoamérica, circa.) hasta hoy, han pasado entonces ocho generaciones (1972-1977-1982-1987-1992-1997-2002-2007), ocho generaciones que han sido marcadas sucesivamente por La Princesa Caballero, Heidi, Mazinger Z, Robotech, Los Caballeros del Zodiaco, Dragon Ball Z y Naruto.
Ver animé en los setentas era una experiencia singular, los padres no podían entender estos monos japoneses, la programación de las series se encontraba completamente dislocada tanto en sus horarios anuales de presentación como en la secuencia de las series mismas; daba la impresión de que quienes ponían el video a correr en los canales no tenían idea de lo que estaban dando, y también daba la impresión de que elegían al azar el episodio que iba cada día: la frustración era enorme por no poder seguir las series en orden, porque, como sabemos, los animé eran seriados y no autoconclusivos como los monos de la Warner (Curubeto & Peña (2001), en Cine de Súper Acción, dan en el clavo al desglosar la dinámica de las parrillas de cine envasado en la Argentina en esa década; algo inmediatamente transferible a Chile).
Como los niños abandonados de los libros decimonónicos ingleses, pasábamos horas frente a la tele sin que nadie nos dijera nada, sin que ningún adulto reparara en lo que estábamos viendo. Y entonces los robots que explotaban, las muertes, resurrecciones, desencuentros familiares, dolor, temor y temblor, detonaban ante nuestros ojos y nuestras almas sin mediación alguna… solo para esperar al próximo día, para tratar de dibujar el Mach 5 desde arriba, intentando memorizar la escena del opening, o para saber por fin si Sam daba con el tuerto o Centella derrotaba finalmente a Garra de Satán. Pero, es cierto lo que deben estar pensando, esas seriales quedaron en la memoria, y hoy se han hypeado en demasía.
Había muchas más.
Acabo de empezar a leer un libro maravilloso, God of Comics: Osamu Tezuka and the Creation of Post-World War II Manga (Onoda, 2009). En esta vida y obra y legado de Osamu Tezuka (sin duda el padre del manga y el animé, más allá de los esfuerzos por retrotraer todo a Chōjū giga en el siglo XII) un episodio esencial es el séptimo (“Tormenting Affairs with Animation”). El libro destaca con extremo detalle algunas de las causas estéticas (o, si queremos, de retórica o semiología cinematográfica) que potenciaban nuestro interés infantil por estos productos en desmedro de su competencia yanqui de la era. Noten el listado:
- Hacer tiros de tres fotogramas de película por cada dibujo en lugar de uno o dos para crear la ilusión de un movimiento fluido.
- Usar sólo un dibujo en una toma, o toma “simple”, cuando se fotografían primeros planos del rostro de un personaje.
- Hacer zoom in y zoom out de los tiros de rostros deslizando físicamente un solo dibujo en la cámara para crear la ilusión de movimiento con un solo dibujo.
- Disparar una sola secuencia corta de dibujos animados y luego repetir una y otra vez mientras se desliza la imagen de fondo. Esto fue particularmente útil para los movimientos repetitivos, como caminar o correr. Seis o doce dibujos por lo tanto se podrían utilizar para mostrar un movimiento por el tiempo necesario.
- Cuando un personaje mueve un brazo o una pierna, se anima sólo esa parte y se realiza un tiro del resto del dibujo.
- Animar la boca solamente (en lugar de utilizar la animación completa sincronizado el sonido) y abreviar los dibujos utilizados, mostrando sólo una boca bien abierta, una boca cerrada, y una boca parcialmente abierta para representar a personajes que hablan.
- La creación de una “base de datos” de las imágenes para ahorrar en el número total de dibujos, lo que permite la reutilización de los mismos dibujos en diferentes situaciones.
- Uso de más tomas breves en lugar de pocas tomas largas que usualmente requieren más movimiento.
Algunos de estos recursos pueden verse en el siguiente video.
La misma Dietris Aguilar indica otros aspectos clave, como el uso de los diferentes planos, altura y movimientos de la “cámara” (picado, contrapicado, travelling, zoom); el manejo de diferentes tonalidades, la incidencia de la luz en diversos objetos o momentos (cabellos, ojos, amanecer, etc.).
Osamu nos formó, diablos que es cierto. Cuando los adultos apenas comprendían qué significaba la tele y que impacto podía tener, allí estaban delante nuestro La Princesa Caballero, Kimba, Astro Boy, Jet Marte, como personajes no planos, sino redondos; no estáticos, sino dinámicos; con rollos existenciales; un cara cara al terror y a la muerte; epifanías y piezas oscuras. La densidad psicológica de sus historias caló hondo en esas primeras generaciones de otakus (ya, si ya sé que el vocablo es controversial), antes de que existiera el término. Cuando el Conde Nylon asesina a sangre fría al Duque Duraluminio durante una noche de tormenta para aliarse con el Ejército X, o cuando Go-Ku pasa toda la noche aprendiendo los trucos de transformación, o cuando Tritón se enfrenta a Poseidón; algo cambiaba en nuestras pequeñas mentes, mundos se abrían o se cerraban o se fracturaban, algo que consiguieron solo en parte otros monitos animados de la época no japoneses.
Es curioso que un caballero de otro continente, de otra época, de otra cultura y lenguaje fuera, quizá, una de las claves perdidas de nuestra educación sentimental. Gracias Osamu.
20 comments
Emiliano Navarrete says:
Sep 14, 2011
Amé la entrada.
Hugo says:
Sep 14, 2011
Bravo! la princesa caballero … era bastante más oscura de lo que creí recordar, pero esa escena que mencionas era fuerte… lo mismo que la historia de la mamá del príncipe (que no recuerdo su nombre) y los tulipanes que tanto quería.
A ver si me ayudan con algo… Qué relación hay entre astro boy y jet marte? (lo pinponeamos un poco con Remis hace un tiempo, pero sin conclusiones). Está claro que no son el mismo, uno tiene cohetes en los pies, el otro una capa-alas y varias otras diferencias y muchas similitudes….. help con esta duda existencial…!!!!
Ricardo Martinez says:
Sep 14, 2011
Acá está la respuesta: http://en.wikipedia.org/wiki/Jetter_Mars
Hugo says:
Sep 14, 2011
wena, gracias!
Dellius says:
Sep 14, 2011
Jet Marte fue un encargo para animacion, no se podían usar los mismos personajes, historia, asi que se adaptaron para algo “nuevo”.
marcelo says:
Sep 14, 2011
tengo 22 y debo decir que yo veía judo boy… y que me daba mucho miedo porque en cada capítulo sam se encontraba con alguien que después moría.
Dellius says:
Sep 14, 2011
Ouff, verdad, nos dio vuelta la cabeza, diseños sintéticos, potentes, ademas; viendo “el hombre de acero” (Tetujin 28) Astroboy, Alakazam, las aventuras del Principe Suzano, El gato con botas de la Toei, o el niño brujo… he buscado muchas de las cosas que salian en tv en esa epoca.
Gracias por el articulo.
Remis Ramos says:
Sep 14, 2011
Una de las grandes epifanías de curado que tuve durante el pregrado, fué cuando me dí cuenta que Gokú (el de Dragon Ball Z específicamente) era Kantiano, en el sentido que obraba por respeto a un deber autoimpuesto… esa regada noche de viernes en los pastos, caí en cuenta que gran parte del animé tiene una carga moralizante enorme, y me acordé específicamente de dos series con las que lloraba amargamente cuando chico: La Ranita Demetán (DEMETAN CROAKER, THE BOY FROG) y La Abejita Hutch (THE ADVENTURES OF HUTCH, THE HONEYBEE)… en ambos casos, los protagonistas y sus amigos debían superar pruebas y soportar situaciones de una crueldad demencial, las que en retrospectiva me siguen pareciendo incluso inadecuadas para niños de esa edad… cuando las avispas destruían el hogar de Hutch y mataban a sus amigos, era imposible no ponerse a llorar, era incluso más charcha y doloroso que el capítulo en que tratan de ratero al Chavo… es parte de la cultura japonesa el tratar de formar un sentido de la responsabilidad individual, del deber y del trabajo desde la infancia, cierto, pero en esos casos la hueá era demasiado…
IvanGTR says:
Sep 14, 2011
Permiso, se me acaba de caer el carnét leyendo esto… Bravo!
Alejandro Zúñiga says:
Sep 14, 2011
Muy buena nota!!! Osamu Tezuka un gran aporte a la animación japonesa. Uno de mis favoritos. Muchas Gracias…
Pato Mena says:
Sep 14, 2011
Una vez husmeando por una comiquería me encontré con la vida de Buda según Osamu Tezuka. Una entrega de varios tomos, que se nota hizo con empeño y que me dejó turuleco… por la impresión de descubrirla no más, no me dio para comprarla 🙁
Ricardo Martinez says:
Sep 14, 2011
OOOO, lo quiero, lo quiero
Natalie says:
Sep 14, 2011
Me encanta el manga y anime!! y que pusieran la foto de mi anime preferido Robotech!son capos chicos, muy buen articulo!:D
Ricardo Martinez says:
Sep 14, 2011
Gracias!!!
humanoide says:
Sep 14, 2011
Yo soy de la generación DBZ (22 años), me marcó tanto, que empezé a averiguar sobre los animés hacia atrás y llegué a todos los que nombraste.. aunque debo decir que nunca he visto “Robotech”, sino que llegué directo a su versión japonesa de “Macross”. Por lo que he leído es infinitamente mejor a su adaptación gringa. ¿Alguien ha visto las dos, qué opinan?
Ricardo Martinez says:
Sep 14, 2011
He visto las dos, y evidetemente, de las tres series que pegoteó co chicle Macek, esta primera es la más completa. De todos modos, hay que reconocerle que su invento le hizo mucho bien a la difusión del animé por el mundo.
tommygun says:
Sep 14, 2011
Amé esta entrada. Yo también soy de la generación DBZ como puso alguien más arriba, pero durante estos últimos años dejé de ver animé y leer manga, hasta hace poco (viva Megavideo!!!). También tengo el tomo de Metropolis de Tezuka, el manga, versión Glénat, en la casa, y a pesar de que es una de las historias más infantiles del caballero, es entretenida, y ya propone temáticas que la Disney ni se atrevería a tocar (explotación, terrorismo, pérdida de los padres, pérdida de identidad, infancias sufridas).
PD: Nunca agarré onda con Robotech, ni con el Capitán Futuro. Soy un pecador para muchos.
Danilo says:
Sep 15, 2011
Me devoré cuando pequeño las historias de Voltron, El galáctico o Capitan Futuro, y unos que eran muy setenteros con cascos y capas que simulaban aves, (no recuerdo el nombre si alguien lo sabe que lo apunte). Más adelante claro que me atrapó Robotech, pero ciertamente los primeros que mencioné fueron los que me encontraron desprevenido o en un estado de convencimiento absoluto. La retórica transmitida en el animé de los ochenta era claramente mucho más espacial que su predecesora, alguien sabe porque?
Dietris Aguilar says:
Dic 30, 2011
Gracias, mi estimado colega, por citarme en tan buen artículo sobre el tema.
¡Qué emoción ver, otra vez, opening de Meteoro!
Te mando mis saludos cordiales para que el 2012 sea un año de éxitos académicos y personales y quedo a tu grata disposición para lo que desees.
Atentamente
Dietris
Buenos Aires – Argentina
Robotech: Lost in Translation | TerceraCultura.cl says:
Mar 21, 2012
[…] de la animación japonesa para la infancia latinoamericana desde inicios de los setentas en nuestro posteo sobre Osamu Tezuka; este triste acontecimiento nos puede permitir volver sobre un par de tópicos que nos parecen […]